RESPONDE al nombre de Charly Musonda Junior (Bruselas, 1996) y su fútbol no deja indiferente a nadie. Extremadamente rápido y eléctrico con el balón en los pies, el joven atacante belga ni siquiera ha necesitado un breve periodo de adaptación para enamorar a la afición del Betis, entusiasmada con el rendimiento de un jugador llamado a brillar con luz propia en un futuro cercano. El presente, con la Liga BBVA como testigo de excepción desde su llegada al Benito Villamarín en calidad de cedido en el pasado mercado invernal, da pistas inequívocas de que su innato talento va más allá de lo convencional. El Athletic, rival del conjunto verdiblanco esta tarde en San Mamés, asoma como el próximo reto personal de Musonda, cuyos regates, carreras y bailes al son de la melodía que transmite el balón han cautivado a todo el beticismo y hacen frotarse las manos a los seguidores del Chelsea, el club que posee sus derechos.
No es para menos. Los innumerables destellos de calidad del joven atacante belga han ido acompañados de una profunda e inesperada metamorfosis del Betis, que no conoce la derrota desde la incorporación de su nuevo referente, convertido ya en un ídolo de masas en Sevilla junto al goleador Rubén Castro. Tres victorias y tres empates es el bagaje que presenta el equipo dirigido por Juan Merino con Musonda al mando de las operaciones ofensivas. Antes de su balsámica incorporación, el Betis era un mar de lágrimas como consecuencia de las nueve jornadas consecutivas que acumulaba sin conocer la victoria. El despegue hacia la felicidad colectiva tuvo lugar el pasado 7 de febrero. Fue entonces cuando Musonda hizo su debut oficial con el Betis ante un Valencia incapaz de contener su fútbol huracanado.
El partido tocó a su fin con 1-0 en el marcador y con numerosos aficionados béticos celebrando por todo lo alto una cesión invernal encaminada a salvar de la quema a su equipo andaluz, bajo las órdenes ya de Merino tras la destitución de Pepe Mel. Una semana después de vencer al Valencia, Musonda marcó ante el Deportivo su primer y único gol hasta la fecha en la liga, competición en la que también se ha estrenado como asistente. Lo hizo en Cornellá, donde el Espanyol padeció los efectos directos de su magia en un encuentro que cayó del lado del Betis por un claro e incontestable 0-3. La pasada semana, tras dos intentos previos que terminaron en tablas contra Sporting y Rayo Vallecano, Musonda volvió a sonreír en el Benito Villamarín, donde sucumbió el Granada a pesar de enfrentarse a un Betis en inferioridad numérica desde los primeros compases de la segunda mitad.
Es el efecto Musonda, el de un joven y desvergonzado atacante que, pegado a cualquiera de las dos bandas o partiendo desde la mediapunta, acostumbra a sortear rivales con una inusitada facilidad que le ha llevado a ser comparado, incluso, con el brasileño Neymar, también Junior y desequilibrante por naturaleza. Dani Ceballos, compañero de vestuario de Musonda, lo tiene claro: “Cada balón que coge es síntoma de peligro y desborde, por lo que se lo tienes que pasar al saber que va a solucionar cualquier jugada”.
Su entrenador también se rinde en elogios hacia el belga: “Ojalá pudiéramos comprar a Musonda. Juega como si estuviera en la calle, pero con el rigor táctico necesario. Hasta ahora no había jugado en la élite, pero se maneja muy bien y está claro que se divierte igual en los entrenamientos y en los partidos”.
En manos del destino Más allá del fútbol y de su no materializado fichaje por el Barcelona en 2002, cuando el club catalán se quedó con la miel en los labios tras luchar por su contratación, la historia personal de Musonda tiene relación directa con un fatídico viaje en avión de la selección de fútbol de Zambia que se precipitó al Océano Atlántico en 1993.
Fallecieron los treinta pasajeros, entre los que, por fortuna o cuestión del destino, no se encontraba su padre y también futbolista, Charles Musonda, que había sido reservado para la disputa de la fase final de clasificación del Mundial de Estados Unidos.
Tres años después, Charles Musonda, que decidió abandonar su selección, tuvo a su último hijo, Charly Musonda Junior, llamado a dejar su huella en el mundo del fútbol.