bilbao - Explosivo es un término muy válido para definir el perfil futbolístico de Iñaki Williams. Sería asimismo aplicable a su reciente logro de cinco goles en tres partidos, que inmediatamente multiplicó el interés por la actualización de su contrato y, cómo no, dio rienda suelta a los temores asociados a la voracidad de los grandes de Europa, últimamente muy pendientes de que lo produce el Athletic. Dotado de un físico extraordinario, el chico empieza a llamar mucho la atención cuando aún no se ha cumplido un año de su aparición en Primera. Es un velocista vestido de futbolista, un prototipo capaz de acelerar como si cortase el viento, inalcanzable en cinco, quince, treinta o más metros, lo que le convierte en un delantero tan espectacular como valioso.
No se había visto algo siquiera similar por aquí. San Mamés se frota los ojos ante un jugador con un brillo especial, que genera unas expectativas ilimitadas, obviando acaso que se halla en fase de aprendizaje y adaptación a la élite. En cierto modo, la irrupción de Williams recuerda al episodio protagonizado años atrás por Iker Muniain, quien a su exagerada precocidad añadía unas características muy particulares, que le distinguían, que le hacían diferente. Un elemento ofensivo que vive de encarar rivales, del regate y las conducciones, sin duda merecía un aparte, pues constituye una pieza rara en la fecunda escuela rojiblanca. En Williams se personaliza otro caso singular, resulta imposible hallar antecedentes, alguien salido de Lezama que se le parezca.
Un rastreo por la Liga española tampoco permite hallar futbolistas comparables. Hay gente muy rápida o muy potente, claro, pero seguramente nadie como Williams, al menos en carrera libre. Messi sería el primero en la meta si se trata de avanzar con el balón pegado a la bota, se diría que corre más transportando el cuero que desmarcándose. Desde luego, el bilbaino no posee la técnica del argentino, pero este acaso no pueda equipararse a aquel en poder de reacción, cambio de ritmo y velocidad punta. En cambio, un repaso más panorámico obligaría a detenerse en la Premier y la Bundesliga, donde habitan dos auténticas balas.
Son el inglés Theo Walcott y Pierre-Emerick Aubameyang, francés que defiende los colores de la selección de Gabón. Ambos de 26 años, se han hecho un nombre en el continente en las filas del Arsenal y el Borussia Dortmund. Walcott, cuya proyección se ha visto truncada por sucesivas lesiones, mide 1,76 y no rebasa los 70 kilos de peso, tiene un potente tren inferior y un centro de gravedad bajo. En la última década apenas se le ha discutido la condición de futbolista más veloz del planeta, acaso porque paró el cronómetro en 10,37, muy cerca de los 9,58, la mejor marca de siempre en los 100 metros, propiedad de Usain Bolt.
EL HERMANO MAYOR Pero puestos a buscar paralelismos, resulta más adecuado fijarse en Aubameyang, que podría pasar por ser hermano de Williams. Son dos cuerpos tallados bajo el mismo patrón: pura fibra concentrada en unos estilizados 187 centímetros, piernas y zancada clavadas, hasta en el peinado muestran gustos parecidos. El rojiblanco, cinco años más joven, debe coger más peso, reforzar su musculatura para imponerse en el cuerpo a cuerpo y ponerse en los ochenta kilos que Aubameyang da en la báscula, mera cuestión de tiempo. El denominador común es extensible a las demarcaciones que ocupan, la banda derecha y la punta de ataque, y huelga decir que es con espacios cuando mejor se expresan, en campo abierto son imparables.
Por circunstancias Aubameyang ejercía de extremo, pero la marcha de Robert Lewandowski al Bayern de Múnich le situó más centrado, lo que ha agradecido generosamente: en la presente campaña comparte con su excompañero el liderato de rematadores en Alemania, con 14 goles en doce jornadas. Se veía venir, por algo figuraba en las agendas de los poderosos y por algo en julio el Borussia amplió su vínculo hasta 2020. Además, Aubameyang destaca como asistente: por cada dos balones que aloja en la red, sirve uno para que un compañero se lleve la gloria. Ingresó muy joven en la escuela del Milan, lo cual le ha procurado unos fundamentos técnicos que pulió en sucesivas cesiones a equipos galos: Dijon, Lille, Mónaco y Saint Etienne, de donde fue captado por la Borussia en el verano de 2013.
Williams llegó tarde a Lezama, pero gracias a su aplicación ha experimentado una sensible mejora técnica y táctica. Es evidente que le falta bastante para ser un futbolista completo. Tanto como que su trayectoria es incipiente y a su edad le sobra futuro. La continuidad en el Athletic sería una garantía en este sentido, de lo cual es muy consciente. Con una progresión lógica, pronto podrá Williams emular a su gemelo de la Bundesliga, un espejo en el que mirarse. Por cierto, sería interesante medir la velocidad de Iñaki, como se hizo con Aubameyang en 2013: en 30 metros superó por 8 centésimas al Bolt que en 2009 batió el récord del hectómetro.