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Caída en barrena

Después de un primer tiempo disputado, el Athletic se ausentó de Anoeta y quedó a merced de la Real Iraizoz emergió con sus paradas en medio del desastre colectivo y evitó un marcador de sonrojo

Caída en barrena

josé l. artetxe

El encuentro de anoche podría condensarse en una observación que reflejaría fielmente el ejercicio de impotencia que protagonizó el Athletic: Eñaut Zubikarai disfrutó del regreso a la titularidad más satisfactorio que se recuerda en un portero de Primera División. Menos mal que era una cita de rivalidad, que siempre concita alternativas y reparto de situaciones de peligro, una previsión a la que invitaba más si cabe el hecho de que, al menos a estas alturas del calendario, no existe una distancia insalvable entre los potenciales de los equipos o sus trayectorias. Bueno, pues después de un primer asalto saldado con tablas, el Athletic cayó en barrena, se fue de Anoeta y permitió que la Real campase a sus anchas, resolviendo el duelo con una facilidad pasmosa.

El bajón de tensión que sufrió el Athletic en el segundo tiempo resultó impactante, salvo para la Real, que no se dejó contagiar y perseveró en su afán por convertir el choque en una batalla sin cuartel. Los hombres de Montanier hallaron de repente vía libre, enfrente se hundieron, perdieron la brújula, el temple, el sentido común y coleccionaron errores de todos los colores hasta quedar expuestos a un castigo que, de no mediar el notable rendimiento de Gorka Iraizoz, se hubiese traducido en una goleada ganada a pulso. No hay explicación para que un conjunto ceda y flojee como lo hizo el Athletic.

Después de haber amarrado el empate a cero al intermedio, sin lucir, pero sin desmerecer en exceso, cuesta entender esa forma de ausentarse, trance que los cambios de Marcelo Bielsa no paliaron, aunque a partir del 2-0 aquello fuese una misión imposible con un jugador menos y dos arietes en el campo. Lo que ocurrió antes del descanso no permitía augurar un desenlace tan rotundo y descorazonador, pero quedó claro que hoy por hoy el Athletic está desprovisto del empaque y la fortaleza moral que le encumbró. Su propuesta es un quiero y no puedo. Ayer la Real le desarboló, tuvo más fe y mostró recursos tácticos más sólidos.

La locura se apropió del derbi desde el pitido inicial, con los dos equipos echando el resto. Ninguno quería someterse, ambos trataban de imponer su ley, nadie se dejaba intimidar, se trataba de marcar el terreno a base de agresividad y presión. Real y Athletic pisaron el acelerador como posesos: saltos, carreras, acosos y auténticas persecuciones por cualquier zona del terreno por ganar una posesión absolutamente imposible de domesticar.

Las imprecisiones en las entregas convirtieron el arranque del choque en constantes idas y venidas, sin destino claro, sin apenas posibilidades de pisar área. Así que consumida casi media hora, los rostros de los jugadores, boqueando, certificaban el impresionante esfuerzo desplegado, tan vistoso como poco productivo. La imposibilidad o incapacidad de poner un poco de pausa al juego deparó una fase que no puede catalogarse como de tanteo. El objetivo era empujar al otro hacia su portería, pero la firmeza en la contención tuvo mayor incidencia en un fútbol que acaso encajase con una cita de esta naturaleza, pero que necesariamente debía dar paso a otro tipo de propuesta, más que nada porque a los futbolistas les iba a resultar imposible prolongar durante muchos más minutos semejante despliegue.

Quizás fue el Athletic el que logró templar ligeramente el frenético ritmo aceptado por ambos, pero sin obtener frutos debido a una irritante facilidad para perder la pelota, circunstancia que arruinó unos cuantos despliegues y, lo que es más grave, provocó una serie de contras que le dieron vida a la Real y acabaron por darle la iniciativa en el tramo final de primer período.

gracias al portero En este sentido, volvió a ser preocupante la frivolidad con que Muniain ejerció de enlace en zonas del terreno donde se requiere seguridad y rigor. Aunque tampoco se puede obviar que De Marcos, Ismael o Susaeta no se mostraron particularmente felices a la hora de ligar pases. A cambio, el Athletic, como bloque, sí actuó con sentido para impedir que los rivales profundizasen. No obstante, la Real, que tuvo en Griezmann su gran dinamizador, moviéndose con libertad, a su antojo, eludiendo así la marca de Iraola, se abonó a una fórmula tan válida como la que más en la búsqueda del gol, como es el chut desde lejos.

No fue un problema para el Athletic gracias a la formidable respuesta de Iraizoz, poderoso en tres vuelos para responder a los sucesivos intentos de Griezmann, en dos ocasiones, e Illarramendi. La actuación del portero fue clave para mantener el equilibrio en el marcador al descanso, toda vez que el debutante Zubikarai quedó inédito. A ello contribuyó el escaso tacto del centrador en un par de arrancadas muy favorables con el rival a contrapié. Eso y un empalme desviado de Susaeta, en la única acción correctamente terminada, fue cuanto ofreció el equipo en ataque. Sin sentirse cómodo en casi ningún momento, huérfano de acierto, pero entero, el Athletic podía darse por satisfecho al retirarse a la caseta. Lo peor estaba por llegar.

La Real, que ya había dado muestras de hallarse más centrada con Zurutuza y Griezmann muy participativos entre líneas, regresó decidida a dar otro paso adelante. No halló oposición. Tomó la pelota y se puso a manejarla con agilidad e inteligencia, a los dos ya citados se agregó Xabi Prieto, mientras el resto, comandado por un atentísimo Bergara, se afanaba en mantener la tensión y dejar en nada los tímidos, penosos, intentos rojiblancos por replicar a la iniciativa local.

Bielsa retiró a Iturraspe, cargado pronto con tarjeta, pero el Athletic iba cuesta abajo. Griezmann anotó el primer gol tras una sucesión de dudas y estorbos entre defensas, consecuencia lógica de la inercia que adquirió la contienda. El galo estuvo a punto de hacer el segundo poco después, con su equipo gustándose ante la impotencia de los chicos de Bielsa, que en cinco minutos rubricaron su sentencia. Llorente ya se había incorporado, bajando De Marcos al lateral, pero nadie evitó que Iraizoz tuviera que volver a lucirse y que en el mismo lance Amorebieta fuese expulsado al cometer penalti en su intento por neutralizar un remate a placer de Xabi Prieto.

Vela convirtió la infracción y de ahí hasta el final, el Athletic quedó a merced de una Real que explotó los espacios como le vino en gana. Aduriz se retrasó unos metros, pero ni él ni Llorente recibieron un servicio decente. Este último ni tocó la bola en realidad. Zubikarai siguió siendo un mero espectador, mientras que Iraizoz no paró de trabajar. Roto por completo, en inferioridad numérica y anímica, el Athletic cerró el derbi corriendo como un pollo sin cabeza, sin margen para discutirle nada a una Real que gestionó a la perfección la segunda mitad.

REAL SOCIEDAD: Zubikarai; Estrada, Mikel, Iñigo Martínez, De la Bella, Bergara, Illarramendi (Min. 81, Cadamuro), Xabi Prieto, Zurutuza (Min. 73, Chory Castro), Griezmann y Agirretxe (Min. 68, Vela).

ATHLETIC: Iraizoz; Iraola, Gurpegi, Amorebieta, Castillo (Min. 66, Llorente), Iturraspe (Min. 53, San José), De Marcos, Susaeta, Muniain, Isma López (Min. 60, Ibai) y Aduriz.

Goles: 1-0: Min. 62; Griezmann. 2-0: Min. 71; Vela, penalti.

Árbitro: Clos Gómez (comité aragones). Amonestó por parte de la Real a Illarramendi (Min. 47), y por parte del Athletic, expulsó a Amorebieta por doble amonestación (Min. 65 y 70), y sacó tarjeta amarilla a Iturraspe (Min. 8), Gurpegi (Min. 23) y Susaeta (Min. 73).

Incidencias: Cerca del lleno en el estadio de Anoeta. Las aficiones de ambos equipos disfrutaron del gran ambiente que se vivió durante toda la jornada en Donostia.