bilbao. Luis Fernando Fernández (Villafáfila, Zamora, 1964) rememora cómo se enganchó al sentimiento Athletic. Un proceso que inició cuando siendo un niño, sin un duro en el bolsillo, se las ingeniaba para entrar en San Mamés sin pagar y que culminó vistiendo la camiseta de sus ídolos, tras ser fichado del Iturri con 14 años.

¿Qué tal anda de memoria?

Bueno, me acuerdo más de cosas que me pasaron de chaval, que es cuando te mueves únicamente llevado por la ilusión. Luego, el fútbol tiene más de sufrimiento, ya has conseguido el sueño y te toca responder a unas expectativas. Cuando pienso en lo que hice en el fútbol digo que mi sueño era llegar a jugar en el Athletic y con eso me puedo dar por satisfecho. Porque luego, con el tiempo, te das cuenta lo difícil que es cumplir ese objetivo de ser jugador del Athletic, que es, dejando a un lado aspectos familiares, lo más grande que me ha pasado.

Comenta lo complicado que es jugar en Primera, pero de eso ya sería consciente cuando estaba en Lezama.

La cantidad de gente que se queda en el camino es increíble. Y gente que no era peor o menos que tú. Lo que pasa es que al final depende de tantas cosas, de circunstancias personales, de la suerte, de un entrenador, de... Por eso cuando estoy con los veteranos me siento a gusto porque ahí es donde hemos acabado todos.

Hable de su debut en el Athletic, un tanto curioso por cierto.

Fue por una huelga y fuimos a jugar juveniles y algunos que estábamos haciendo la mili. El Sevilla nos metió tres y encima me lesioné. Pero ese partido fue una anécdota, yo considero que mi debut fue unos meses más tarde, también con Clemente, en el año en que el equipo quedó subcampeón de Copa. Ahí jugué la eliminatoria con el Alcoyano y no se si será por esto pero siempre he dicho que tenía una gran moral. Para mí, ese es mi debut.

En el otro, el del partido ante el Sevilla, se lesionó.

Ya me había lesionado en pretemporada jugando con el primer equipo en Gobelas. En Sevilla reaparecí y volví a caer con un problema de ligamento lateral interno de la rodilla izquierda. En verano estuve entrenando arriba con Andrinua y Elgezabal. En el Bilbao Athletic coincidí con Sarriugarte también y antes con Patxi Salinas...

Y algunos más de esos que anteriormente decía que se quedaron por el camino.

Sí claro. Me acuerdo de Iñaki Egileor, jugaba de medio también y yo decía: Este llega seguro. Y no llegó, y cómo jugaba. O Joseba Agiriano, que también jugó ese partido de Sevilla. Joseba era una pasada, un futbolista diferente, hacía cosas que no hacíamos los demás. Solía tener problemas de lesiones, pero es que después de salir del Bilbao Athletic no creo que llegó a jugar más en Segunda A. Es bueno recordar a toda esta gente. Me gustó mucho el detalle que tuvo Joseba Etxeberria en la final de Mestalla cuando habló de los que no podían estar allí. Que esa es otra, cuántos jugadores con un montón de años no han tenido el privilegio de llegar a una final.

Mediada la temporada siguiente, estamos en la 85-86, juega con asiduidad a partir de febrero.

Le echan a Clemente, le ponen a Iñaki Sáez y empiezo en San Mamés, en Liga contra el Cádiz. Creo que salí por Txema Noriega y con un córner a favor. Sáez me dijo que me pusiese al rechace. Se saca el córner, despejan y la pelota me viene, empalmo y un defensa la saca de la línea. Casi meto el primer balón que tocó en San Mamés y ahí debí de gastar todos mis cartuchos porque luego ya no metí ni uno.

Metió cinco, pero usted hacía otras labores.

Un día me cogió Clemente y me preguntó a ver cuántos había hecho el último año, yo le dije que uno, y entonces me preguntó por el anterior y había hecho otro, y cuántos en este, uno también le contesté. Entonces fue y dijo: Joder, goleador no eres, pero eres regular de cojones.

¿Qué tipo de futbolista era?

La gente te acaba catalogando de una manera y a lo mejor no eres tan técnico como crees, pero sí más de lo que se dice de ti. La prensa de entonces hablaba sobre todo de lo que bregaba y con esa etiqueta te quedas, aunque ganases un año el trofeo al último pase o algún otro premio individual. Yo diría que era un jugador de club.

Que no es en absoluto peyorativo.

En absoluto. Hoy en día hay jugadores de ese corte que están muy considerados, cada vez se les da más importancia porque son necesarios, aunque lógicamente se siga destacando lo espectacular. Pienso en gente como Busquets, que no hace florituras y es básico en una estructura tan impresionante como la del Barcelona.

Usted completó varias temporadas a muy alto nivel.

Tuve un par de años o tres muy buenos, de los que estoy muy satisfecho. Las cosas me salían, pero creo que disfruté cada año que estuve de rojiblanco, si bien en los tres con Kendall me sentí muy a gusto. Jugamos alguna vez la UEFA y hasta metí un gol al Beveren. No sirvió de mucho, pero ese día provoqué el penalti que marcó Argote, marqué y di otra en el palo al final, que era el empate de la eliminatoria. Esto fue con el Txopo de entrenador.

Una temporada dura, pero usted ingresó en el equipo en plena fase de transición.

Empiezo a jugar con el equipo que acaba de ser campeón, donde era el pipiolo, y llegamos a la semifinal de Copa, con aquel famoso partido con el Barcelona en San Mamés, cuando la gente saltó al campo. Ese fue uno de los disgustos más grandes de mi carrera, teníamos la final tan cerca...

Ese partido no se puede olvidar fácilmente.

La armó buena García de Loza. Se equivocó y pasó lo que pasó. Para mí fue toda una experiencia compartir caseta con gente como Dani, al que había visto desde la grada en la final del 77 contra la Juventus. La transición propiamente le tocó al Txopo, que tuvo una labor complicada porque se había marchado bastante gente y a quien le tengo un aprecio especial. Bueno, la verdad es que no tuve problemas con ningún entrenador.

Sería por su forma de ser porque habrá conocido de todo.

Ni siquiera los tuve en el Burgos, donde me crucé con Theo Vonk, que sí debía tener algún problema conmigo, quizá porque era un fichaje recién llegado. Con el Txopo empezamos muy bien, pero al final tuvimos que entrar en un play-off para eludir el descenso. En el Athletic es inevitable pasar por épocas difíciles para que haya otras positivas. La prensa y la afición se habían acostumbrado a los títulos y hasta se dejó de valorar el hecho de clasificarse para la UEFA. Luego sí, después de varios años de sequía, sí que se valoraba. En esos momentos en que no salen las cosas deberíamos tener en cuenta lo que es el Athletic, pensar en que somos lo que somos. Al que está en el campo le duele que la gente se revuelva por un mal resultado. Si se reflexiona un poco, es la hostia lo de este club en el mundo en que nos movemos, a dónde se ha llegado con esta filosofía. Si nosotros no ponemos esto en valor, quién lo va a hacer. Desde luego que yo no sería del Athletic si no fuese como es. A mí lo que me gusta del club es el sentimiento de la gente, el de mis padres.

Ahí está la clave de todo, en lo que se transmite en casa.

De chavales estábamos todo el día jugando al fútbol en la calle, y no siempre con un balón porque entonces no era como ahora, balones había pocos. Mi padre compraba la Hoja del Lunes y me tragaba el periódico entero. Iba mucho a San Mamés y como no había dinero, pues nos colábamos. Estaban haciendo la A-8 y desde Rekalde hasta el campo era un paseo porque todavía no se había abierto a la circulación.

Así que se colaban.

Íbamos dos horas antes y había unas puertas que tenían un muelle que forzábamos, se abría un triángulo por el que nos metíamos. A veces también escalábamos por las paredes que daban a los palcos aquellos que había en los córners. El día de la Juventus me colé en Gol Sur y comí pizza por primera vez porque me puse al lado de unos italianos que me invitaron. Tenía 13 años. Luego empezamos a ir a la piedra, en General, que costaba 25 pesetas. Si de críos teníamos esta afición, se puede entender lo que se siente cuando llegas a ser jugador del Athletic.

En sus tres últimas campañas en el club tuvo a seis entrenadores, dos al año.

Eso siempre perjudica y se refleja en un ambiente enrarecido y en clasificaciones flojas. Luego me marché del Athletic, pero sin quererme ir.

Explíquese.

Tenía un año más de contrato y me fui de vacaciones tranquilo, aunque me dijeron que Jupp Heynckes no iba a contar conmigo. Esto es algo que ya había escuchado antes y sí es verdad que hubo años en que me costó entrar en el equipo, pero luego acababa jugando muchos partidos. Pequé de inexperto porque entonces me llamaron con una oferta del Burgos que, la verdad, era irrechazable porque me daban tres años, bastante dinero y además porque pillaba cerca de aquí. Recuerdo que cuando fui para allá estuve llorando todo el viaje. En Burgos me esperaban Joseba Agirre, Loren y unos cuantos más. Me precipité, el Athletic no andaba bien y aquellos rumores sobre mí... en fin. Para colmo, luego fue todo un desastre, el Burgos desapareció y ni cobramos lo acordado, yo solo media temporada.

Todavía era joven.

Sí, me fui para Burgos con 27 años. Si fuese hoy digo que no, que me quedo a hacerme un sitio con el nuevo entrenador. Desde el primer día que pisé el vestuario del Burgos me di cuenta de que no tenía nada que ver con lo que conocía. Es ahí cuando pierdes un ingrediente indispensable que es el de moverte por sentimientos. Eres profesional, pero el contexto importa, la grada no me transmitía lo que sentí en San Mamés y me desanimé pronto. Tuve ofertas por la zona del Levante y del Valladolid, pero ya tenía una hija y decidí volver a casa. Todavía jugué un año en el Gernika porque me convenció Juanjo Elgezabal.

Vamos, que lo dejó pronto y dice que por falta de alicientes.

Fue más el desánimo que otra cosa porque físicamente estaba bien. El fútbol me gusta mucho para jugar y también está bien el dinero que se gana, pero todo lo demás es complicado, como una jungla donde cada cual va a sacarse sus castañas. Eso lo vi en el Burgos. Pero, en general, estoy satisfecho con mi vida de futbolista, cumplí un sueño que no está al alcance de la mayoría. Te queda un poco la espina de no haber ganado algo con el Athletic, pero bueno, eso les ha pasado a tantos y tantos.

Ha mencionado antes el aspecto económico.

Por ser jugador de Primera ya eres un privilegiado, yo pude comprar un piso cuando ninguno de mis amigos podía hacerlo, pero si comparamos nuestra época con la actual, no hay color. Los anteriores a nosotros también se quejaban. Pienso que a partir de la entrada de las televisiones este asunto se disparó, casualidad más o menos cuando yo lo dejé.

De niño se colaba en San Mamés, ¿ahora es asiduo o no?

No voy tanto como me gustaría, aprovechas el domingo de otra manera porque tienes familia, pero cuando crezcan un poco creo que sí iré habitualmente. Después de retirarme lo pasaba de pena cada vez que iba al campo. Como conocía a los jugadores, muchos habían sido compañeros y había compartido mucho, pues sufría por ellos. Esto me duró hasta que la plantilla fue renovándose y ya no te sientes tan partícipe.

¿Quiere decir algo más?

Igual que antes he hablado de los jugadores que conocí hasta llegar arriba, quisiera referirme a los entrenadores que tuve en Lezama. A mí me tocó estar con Gonzalo Beitia, Nico Estéfano, el Txopo, Iñaki Sáez, y esa gente y otra que trabaja allí es la que te va abriendo el camino y hace que vayas descubriendo las cosas que te servirán para el día de mañana. Evolucionas gracias a ellos. Y Manolo Delgado, que hacía una labor del copón. Esa gente tiene una gran importancia en el Athletic y no siempre se le valora como se merece.