OLD Trafford, el templo del Manchester United, muestra en su relato épico, desarrollado durante más de un siglo, el orgullo de los dos túneles de vestuarios, la mística del corredor del fútbol, el lugar común donde confluyen la emociones, los sueños, los miedos, hasta la liberación de sentirse libre en el césped. El túnel de vestuarios original, ese que parte en dos Old Trafford, el que necesita apenas ocho escalones para alcanzar la hierba fue el único elemento de la tribuna principal del Teatro de los Sueños que sobrevivió a las bombas de la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. La estructura, desnudas las vigas, lo atestiguan y recuerdan el dramático episodio.
A partir de 1993, cuando los vestuarios se mudaron hasta su actual emplazamiento, el túnel de vestuarios se trasladó con ellos. Era necesario para que las ambulancias pudieran acceder al césped sin necesidad de volantear y socorrer a los lesionados en el campo en caso de emergencia. Evidentemente, ambos pasillos poseen sus renglones en el libreto de la visita guiada a Old Trafford por su valor simbólico el primero y por su efectividad el segundo. El tercero, el Túnel de Múnich, es un pasadizo dedicado a la memoria de los jugadores fallecidos en el accidente aéreo de Múnich en 1958 y alcanza, por lo trágico y emotivo del suceso, para varios párrafos del pasado del club, que enaltece a sus héroes.
Existe en el Teatro de los Sueños un cuarto túnel, del que no existen referencias históricas ni magníficas leyendas que lo abracen porque su construcción tiene fines más espurios, a mil millas de la crónica inmaculada del club inglés. El cuarto túnel no encaja en el perfil mítico del Manchester United y su cuaderno de bitácora, no al menos en la librería de sus gestas. La construcción del cuarto túnel no ha soportado ningún ataque ni posee una utilidad tan noble como la salvaguarda de la salud de los jugadores. Tampoco guarda el reminiscencia de ningún trauma. Ese espacio es más prosaico, vulgar incluso en su escenografía, más próxima a la del subidón de una discoteca o la estética de un casino de Las Vegas que a la sensibilidad que produce el relato anterior.
Apagada la voz de Alex Ferguson con la celebración eufórica de los goles y la pose imperial de Eric Cantona, el guía introduce a los visitantes, embargados para entonces por el empacho de la acumulación de sentimientos y la fascinación por un club sacudido directamente por el puño de la calamidad, en un túnel final. En él los altavoces escupen el "¡campeones, campeones...!" del coro de la victoria a todo trapo. Adrenalina y ambientación para un pasillo iluminado por una luz roja que se confunde con la de un sala de revelado de fotografía o con el neón que iluminaba a Roxanne en la canción The Police, y un escudo del Manchester United en relieve como visión final. La excitación, el cóctel de la luz y de la música, es un invitación para abrir la última puerta que desemboca directamente, de bruces, con la tienda oficial del club, su Megastore.
Money is money El nombre, en rojo, abarca de punta a punta el significado de la tienda, un hipermercado del Manchester United. La superficie comercial resulta gigantesca y el surtido de productos expuestos daría para editar una pequeño listín de teléfonos entre camisetas rojas en manga corta, larga, para mujeres, hombres, niños, niñas. Lo mismo ocurre con las zamarras de la segunda equipación con listas azules y negras. Pantalones, medias, sudaderas, chándales, polos, brazaletes de capitán, prendas para el frío, rotuladores, guantes, gorros, balones, pelotas pequeñas, camisetas vintage, cazadoras, plumíferos, ropa interior, cuadernos, libretas, álbumes, material escolar, fotografías, pósters, espinilleras, botas … todo en cantidades industriales, obscenas. Una feria del Manchester United, donde imprimir el nombre y el número sobre la camiseta escogida cuesta 15 libras, unos 18 euros. También existe la posibilidad de personalizar las botas adquiridas en el mercado de abastos del United, a estas alturas una marca más que un club, un negocio boyante en sí mismo, una fábrica de hacer dinero que en días de partido habilita más de treinta cajas registradoras para despachar a los clientes.
El Manchester, conocedor de la profundidad de su pisada y del magnífico impacto de su imagen, vigila el negocio al milímetro. Nombrada como el segundo club más reconocido en el mundo solo por detrás de los afamados New York Yankees, el equipo de béisbol, el United cuida el becerro de oro hasta el paroxismo, tanto como para educar a los jugadores a que en lo posible eviten firmar sobre camisetas ni balones para que nadie emplee esos autógrafos para rentabilizar las rúbricas. Los caza autógrafos deben conformarse con firmas sobre fotografías o en papel tal y como advierte un cartel en el centro de entrenamiento del conjunto inglés. En la explanada que da acceso a la entrada a Old Trafford también reposan unos carteles en varios idiomas explicando a los aficionados que se acercan al estadio que eviten comprar productos que no sean oficiales.
El segundo en valor Ese celo sobre la impronta que genera el Manchester United, sumado a los sobresalientes éxitos deportivos acumulados en las últimas décadas y la presencia de jugadores sumamente mediáticos -el fenómeno de David Beckham abrió de par en par las puertas del pujante mercado asiático- han logrado que el United se sitúe en el podio de las entidades deportivas más importantes. De acuerdo con la revista Forbes, algo así como la Biblia para conocer el músculo financiero de personas y entidades de distintos ámbitos, hasta finales de 2011 el Manchester United poseía un valor de 269 millones de dólares, convirtiéndose así en el club con mayor éxito financiero del fútbol, seguido por el Real Madrid y el Bayern de Múnich.
Asimismo, el cálculo realizado por la revista Forbes le coloca como el segundo club deportivo más valioso de cualquier categoría tras los Yankees de New York. Un informe fechado en 2009 medía el valor de las marcas y las propiedades intelectuales asociadas al club en 329 millones de libras y calificando la mancheta del Manchester United con un triple AAA. Se estima que el United ocupa el tercer cajón del podio de clubes adinerados según el informe de Deloitte Football Money League. El Real Madrid y el Barcelona aventajan al United, cuya imagen de marca global es atribuida en numeras ocasiones a la reestructuración emprendida por Sir Matt Busby, probablemente el personaje más influyente en el desarrollo del club y su exponencial crecimiento.
La tragedia aérea de Múnich, un suceso que atrajo la atención mundial por la conmoción que supuso, se unió al atrevido discurso de un equipo que contaba con figuras como Bobby Charlton, otro de los prohombres del Manchester, Nobby Stiles, Denis Law y George Best, estos últimos pertenecientes a la Trinidad del United junto a Charlton. La querencia por el juego ofensivo y por el riesgo como contrapunto del encorsetamiento que desarrollaban las escuadras italianas enganchó a los aficionados. Además, el conjunto dirigido por Busby también se asoció a la liberación de la sociedad occidental durante los años 60. George Best, un extraordinario extremo, un bailarín de la banda, apodado como el quinto Beatle por su imagen, su vida, su pose y discurso, más próximo al de una estrella del rock&roll que al de un futbolista, añadieron un ingrediente más al reconocimiento del club y su aura cada vez más atractiva.
La senda de icónico Best la continuó años más tarde Beckham, un jugador de póster que envolvió el producto del United, que ya en 1991 cotizaba en bolsa. El éxito en el parqué bursátil, su conquista de mercados, su fortaleza en las negociaciones en los despachos (Nike, su principal patrocinador firmó un acuerdo por el que abonará más de 360 millones de euros hasta 2015) , además de una visión expansionista y su potencial en el césped, donde se ha convertido en un referente imprescindible en las dos últimas décadas, han contribuido a su enriquecimiento y a que los tres túneles de Old Trafford, los que enlazan su historia, terminen en el cuarto.