Las Navidades y su extrarradio alcanzan para milagros y misterios insondables, como los del Ciutat de Valencia, donde un Athletic inerme, menguante, encogido, apocado, desordenado y sin apenas migas de fútbol sobre las que posarse tras la lesión de Fernando Llorente, fue capaz de noquear a pie quieto, de dos directos al mentón, a un Levante que superó la propuesta rojiblanca punto por punto salvo en el resultado. Conquistó semejante cumbre el Athletic al volante de la estrategia, donde la pericia de este equipo es incontestable. Igor Gabilondo, simulando el gol de la pasada semana de David López, de falta directa y el espléndido cabezazo de Javi Martínez, recuperado con incontestable brío, habemus Javi, para la causa, rescataron de la guillotina a los bilbainos, que cierran el año liguero con una gozoso e inopinado triunfo ante el Levante -el segundo a domicilio-, que les embarca hacia el sueño europeo, aunque probablemente no siempre les acompañará, como ayer, el espíritu de la lotería.

A pesar de lo parcheado de la alineación, con la defensa entablillada por tanta lesión, discurrió el Athletic con cierto desahogo en las primeras bocanadas ante el Levante, que no lograba comunicar a sus medios por el enorme tráfico que propuso Caparrós, apelotonando a medio equipo en la zona ancha. Mezclaron en diferentes dibujos Orbaiz, Gurpegi, Javi Martínez, Gabilondo y David López. En medio del embudo, aunque a empellones, funcionó mejor la muchachada rojiblanca porque sabe manejarse en escenarios que apenas necesitan trazo en la sala de máquinas. Al Athletic le bastaba con abotonarse el abrigo alrededor de una zaga de meritorios, el único con plaza de funcionario era Iraola, para resistir los afeitados pitones del Levante, al que le costaba mezclar entre líneas, donde los rojiblancos más palidecen.

Tomada la temperatura del duelo, Llorente apareció en el balcón del área. También asomó Ballesteros, la añeja sombra de Urzaiz, el Moriarty de los centrales. Ballesteros, que conserva su aspecto pugilístico, tumbó a Llorente y al Athletic se le encendió la luz porque las faltas próximas al área son un manjar para el equipo. Si David López rescató a los suyos con un emboque por la escuadra ante el Espanyol, esta vez fue Gabilondo quien enroscó con el guante que calza en el pie izquierdo al ángulo de Reina, al que solo le quedó la queja ante el ensayo de Igor.

DEL TODO A LA NADA El lujoso gol de Gabilondo acreditaba la pizarra de Caparrós, que partió con un solo delantero hasta que Llorente se quebró en un combate con Nano corriendo tras una pelota. Fernando, el artillero, el gol del Athletic, abandonó cojeando. Toquero le reemplazó, pero la cojera se había extendido. Se gangrenaron los rojiblancos sin el norte de Llorente, el muchacho que soluciona problemas. Perdió el paso el Athletic y el Levante corrió con zancada de galgo sobre los hombros de Juanlu, Rubén, Xisco Nadal y la pólvora de Caicedo, muy dinámicos y amenazantes para la trinchera rojiblanca, cada vez más exigida, sin pócima para desconectar el juego al pie de los granotas. Se elevó el Levante ante la crisis nerviosa que sufrían los zagueros rojiblancos, retratados en varios lances, como en el empate de Caicedo, un despropósito.

Golpeó mal Iraizoz, que no empaló en toda la tarde, y entregó la pelota a los dominios de Xisco Nadal en el costado derecho. No tardó en activarse Xisco, que observó el sprint de Caicedo por el desfiladero. Para cuando Ocio y Ustariz trataron de cerrar la cremallera, el ecuatoriano les había ganado en aceleración y se presentó ante Iraizoz. No le duró nada Gorka, al que facturó con la punta del pie. El portero se quedó tieso ante la cuchilla de Caicedo, el trampolín del Levante. Los granotas adquirieron jerarquía antes del descanso explotando la duda que era el Athletic, sin flexo que alumbrara los planos para la construcción y con la mandíbula de cristal en los cuartos traseros. A pesar de todo, arribó al vestuario sin mayores daños colaterales, una magnífica noticia teniendo en cuenta los antecedentes.

LA SUERTE Y JAVI Fueron incluso mejores las nuevas de la reanudación cuando el árbitro obsequió a los bilbainos acortando el área varios palmos. Ocio había cometido un flagrante penalti despejando la pelota con las manos desde el suelo, pero González González señaló falta fuera del acotado para alivio de los bilbainos. Rubén se encargó con saña, pero Iraizoz embolsó la metralla. Encajonados los rojiblancos, guareciéndose en la esquina, afortunados en la ruleta rusa -Rubén estrelló en el larguero el córner que impulsó- hallaron un cáliz de oro cuando suspiraban por un cuenco de latón.

Javi Martínez, un futbolista para el que no existen imposibles ni paradas en el establo aunque se debata sobre su capacidad pulmonar, resucitó para cabalgar hacia el triunfo a lomos de un corcel alado propulsado con el motor de un caza. No le quedó otra al Levante que derribar el arranque de Javi. Ocurrió que Pegaso como es, se impulsó al cielo con su poderoso tren inferior y rescató al Athletic del crematorio al martillear de cabeza a la red la seda de Gabilondo, que a balón parado, le enseñó la pelota donde Javi Martínez y el Athletic la reclamaban para cerrar el año entre celebraciones. Y es que ganar en la lotería bien merece semejante festejo.