Bilbao. "En Bilbao me enseñaron a comer". La conversación con DEIA le sirvió a José Manuel Llaneza (Puçol, 1948) para rememorar una parte de su pasado desconocida para el gran público. Y es que el consejero delegado del Villarreal cursó sus estudios universitarios en la Universidad de Deusto, donde se licenció en Económicas en 1971. "Llegué a Bilbao con 17 años. Fue una experiencia vital muy importante, sobre todo en el Colegio Mayor en el que residí, aunque también viví en la calle Amistad", rebobina antes de desvelar que se derrite "por un buen chuletón con pimientos y por la merluza", y pone un matiz: "¡Sí que he comido mis chuletones en Berriz!", exclama.
Siempre que regresa a Bilbao dice que le maravilla la transformación urbanística que ha sufrido la capital vizcaina, lo mismo que su Villarreal, club al que llegó tras el verano de 1993 de la mano de Pasqual Font de Mora, el presidente entonces de la entidad amarilla. "Entonces ni podía imaginar en el mejor de mis sueños que llegáramos a donde hemos llegado", confiesa.
Los fichajes se cerraban entonces en el bar Juani. Todo era muy doméstico en una localidad de apenas 50.000 habitantes, interior y ajena al boom turístico de la costa castellonense. Hasta que en 1997 Fernando Roig, dueño de Pamesa, cogió las riendas del Villarreal. "El verdadero artífice del crecimiento del club es Fernando. Él ha arriesgado y ha invertido muchísimo dinero", indica su mano derecha, que prefiere refugiarse en la humildad y en una tarea que le entusiasma casi con fervor enfermizo. Trabaja durante doce o trece horas diarias y no ve cerca la fecha de su jubilación, pese a sus 61 años. "Me gustaría estar hasta los 70", subraya.
A este ex empresario valenciano le atrapó del Villarreal la posibilidad de ejercer en el fútbol profesional, "un reto que lo veía muy atractivo". En sus tres primeros años, tiró de una política austera para llegar a final de mes, pero con la incursión de la familia Roig todo cambió. El primer gran éxito llegó en 1998 con el ascenso a la máxima categoría por primera vez en la historia de la entidad. El regreso a Segunda "fue un momento duro. Entonces pensábamos que nuestro futuro se limitaba a volver a subir y mantenerse como fuera".
No fue así. De vuelta a Primera División, en 2000, el Villarreal no paró de crecer. Se hizo un nombre en Europa con el señuelo de jugadores con mucho pedigrí (Riquelme, Palermo, Forlán?). Llaneza, por entonces, ya era el hombre fuerte del club, pese a que insista "en un trabajo colectivo". El fichaje de Diego Forlán "es la operación que mejor sabor de boca me ha dejado", afirma este conocedor del fútbol suramericano, donde ha pescado con descarada asiduidad.
Admira la filosofía del Athletic, si bien manda un recado al recordar "que fichan jugadores riojanos", y cuestiona que se trate al Barcelona y Real Madrid como clubes grandes. "¿Qué es un club grande?, ¿el que no está al corriente de sus pagos? Nosotros sí lo estamos", sorprende Llaneza, que reconoce que al Villarreal le falta conquistar un título "para culminar el proyecto".
Llaneza, mientras, cierra una reunión en la Ciutat Esportiva del Villarreal, un complejo "funcional" con ocho campos, 800 jóvenes bajo su supervisión, una residencia donde conviven 90 chavales? Unas instalaciones para degustar. Como el chuletón de Berriz, la otra debilidad de Llaneza. P. Ruiz