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Gabino DiegoActor

“Mi debut en el cine tuvo unas críticas horribles: me fui a Australia y estuve a punto de quedarme allí”

Vuelve un año más a Bilbao en Aste Nagusia con un vodevil clásico, ‘Pijama para seis’, que se mantiene en cartelera en Euskalduna hasta el 7 de septiembre

“Mi debut en el cine tuvo unas críticas horribles: me fui a Australia y estuve a punto de quedarme allí”Miguel Acera

Es historia viva del cine y del teatro, y un habitual en la cartelera de Bilbao en Aste Nagusia. En Pijama para seis, junto a Isabel Gaudí, Amaia Vargas, Sabrina Praga y Jesús Cisneros. En ella interpreta a Carlos, el amigo que el protagonista utiliza como coartada para una cita con su amante. ¿Un pagafantas? Cuidado, que en esta función todos tienen algo que ocultar.

Un pijama para seis personas, ¿no es estirar mucho la tela?

Está muy bien escrita por Marc Camoletti, uno de los grandes del género. En los cinco primeros minutos ya sabes de qué va, algo muy difícil de conseguir.

¿Y de qué va?

Fernando ha decidido celebrar el cumpleaños de su medio amante aprovechando que su mujer se va. Trae a un amigo de coartada y contratan también a una cocinera. Se monta un lío porque al final la mujer no se va, el amigo también tiene cosas que ocultar... Está llena de sorpresas y es muy divertida, una maravilla.

¿Toda comedia tiene su moraleja?

Todas las buenas tienen siempre un drama por debajo. Esta habla del aburrimiento de la pareja, de las clases sociales…

Usted que ha tocado todos los palos, ¿hacer comedia es más relajado?

No. El vodevil es un género muy difícil; tienes que mantener el ritmo porque el texto no se puede ralentizar ni un segundo. Y esta es una pieza de relojería. Siempre que he hecho comedia he sentido que mi personaje se pasaba la obra sufriendo y eso provoca la risa en el espectador.

Qué crueles somos a veces.

El 90% de los gags de la comedia moderna están en El Gordo y El Flaco, unos de mis ídolos: el resbalón con la piel del plátano, la persona que se cae y se mete la cabeza en la tarta…

Y a usted, ¿qué le hace reír?

En el colegio no me iba muy bien y siempre me juntaba a gente que nos rebelábamos contra el orden establecido. De Laurel y Hardy me gusta esa rebeldía desde el clown, desde el niño, que también se ve en la función.

¿No acumula ya un poco de caspa?

Puede que haya quien lo piense pero Jesús Cisneros lo ha modernizado. ¿Son casposos Molière o Shakespeare? Las obras, si son buenas, van a funcionar por encima de los géneros.

La última vez que estuvo en Bilbao fue con ‘La Curva de la felicidad’. ¿Qué se la da a usted?

Estar en Bilbao, saber que tengo una función, que el teatro está lleno, que voy a darlo todo para que la gente se vaya feliz a casa… Me siento muy afortunado por poder dedicarme a esto.

Los pequeños detalles de la vida.

Exacto. No he podido traerles pero también me hace feliz ver jugar a mis perros.

¿Cuántos tiene?

Cuatro, entre ellos un pastor vasco que recogí de una protectora de Vitoria. Me encanta ir al campo, subir al monte y llevármela; eso es la felicidad. Seguro que aquí me entienden.

¿Y se llama?

Rona. Le tenía que haber puesto un nombre en euskera: Lau, Bat, Zuri… Son nombres maravillosos.

¿Es cierto que tocaba en el metro?

Sí; mi madre fue un día a echarme dinero. Tenía ganas de actuar y me iba con un amigo a imitar a a Elvis Presley. Quería emular a los músicos ambulantes que había visto en Londres; siempre me habían fascinado. Ya había hecho teatro en el colegio, surgieron unas pruebas y me eligieron para Las bicicletas son para el verano.

Con solo 16 años.

Parece que fue ayer…

Y de ahí, al estrellato.

No; tuve unas críticas espantosas. Todavía la recuerdo: “El gran fallo del film, tan fácilmente evitable, es la elección del adolescente Gabino Diego. Un joven sin gracia física y con una naturalidad irritantemente sosa para el personaje central de la película”.

Menudo debut.

Fue horroroso. Me largué a Australia y estuve a punto de quedarme allí. Me llamaron para hacer una prueba para El viaje a ninguna parte y tomé la decisión de volver. Me dieron la oportunidad de hacer un personaje maravilloso; si no me salía bien pensaba retirarme. Se estrenó en el Zinemaldi y fue la que me hizo seguir en esta profesión.

¿A qué se hubiera dedicado?

Yo he querido ser muchas cosas. Guía turístico me encanta: estar en contacto con gente de fuera y poder mostrarles lugares que a mí me gustan. Me gusta mucho el contacto con otras personas. Y enfermero me parece una profesión maravillosa: alguien que te trata con cariño cuando tienes un problema de salud.

¿Hay algún papel que se le resista, que siempre haya tenido en la cabeza y nunca le hayan ofrecido?

Llegará algún día, seguro. En general estoy feliz con los personajes que he interpretado, con que le hayan llegado a la gente; eso es lo más importante. Con todos he intentado hacerlo lo mejor posible.

Hace mucho que no le vemos en la gran pantalla. ¿Ha abandonado el cine?

No, son rachas y tengo proyectos a la vista. Ahora estoy haciendo teatro, que me gusta mucho.