No hay mejor excusa que una sartén al fuego para juntar a cuadrillas enteras en plena Aste Nagusia. Este miércoles, desde primera hora más de doscientos grupos han participado en el concurso de tortillas de patata, uno de los certámenes gastronómicos más demandados y esperados de las fiestas. Familias, amigos de toda la vida, cuadrillas jóvenes e incluso representantes del Ayuntamiento de Bilbao —con el propio alcalde, Juan Mari Aburto, a la cabeza— han compartido risas y complicidad entre huevos, patatas y cebollas.
Lo que sucede de puertas para adentro, sin embargo, va mucho más allá de la competición. Lo que realmente se cocina no son solo tortillas, sino momentos compartidos, anécdotas y recuerdos que se guardan más allá del concurso. Los hay que han llegado con la receta perfectamente ensayada y otros, como ha reconocido Unai García entre risas, "hemos venido de resaca, sin dormir, pero esto es tradición y había que estar". Y es que para muchos, más que la perfección culinaria, lo importante es mantener vivo un ritual que cada verano se convierte en punto de encuentro. "Venimos todos los años. La tortilla es la excusa, lo esencial es juntarnos y pasar un buen rato", ha explicado Sergio Diaz que lleva más de una década participando.
Convivencia
La convivencia se palpa en cada detalle: una familia con tres generaciones trabajando en equipo —los nietos batiendo los huevos, los padres cortando las patatas y los abuelos supervisando la sartén— o las bromas entre cuadrillas para ver quién se atreve a dar la vuelta a la tortilla sin que acabe en el suelo. "El secreto no está solo en el punto de la tortilla, sino en las risas que echas mientras la preparas", ha mencionado Luis Álvarez sonriente.
La tortilla, claro, también abre debates eternos. ¿Con o sin cebolla? En una de las mesas la discusión se ha vivido con pasión: "La auténtica es con cebolla, no hay duda", ha defendido una participante, mientras desde otra cuadrilla han respondido al unísono. "¡Eso nunca! La de verdad es sin". El concurso, lejos de dividir, multiplica las bromas y convierte cada diferencia culinaria en motivo de unión.
Vivir la experiencia
Lo más llamativo, sin embargo, es la filosofía compartida por la mayoría de los participantes: aquí no se viene tanto a ganar como a vivir la experiencia. "El premio es lo de menos. Lo importante es estar con los amigos, brindar y comer todos juntos", ha reconocido Danel Ibarrondo junto a su cuadrilla mientras que se turnaban entre vigilar la sartén y repartir vasos de sidra y latas de cerveza. Mikel Aldama lo ha resumido de manera aún más sencilla. "Venimos a reírnos. Si la tortilla sale bien, mejor; y si no, también".
Así, el concurso vuelve a demostrar que en Bilbao la cocina también es una fiesta compartida. De puertas para adentro, lo que queda es la experiencia: un momento para reforzar amistades, unir generaciones y reírse de los pequeños fallos que, en el fondo, son los que hacen inolvidable la jornada. Porque más allá del resultado final, la verdadera receta del concurso de tortillas bilbaíno tiene tres ingredientes imprescindibles: amigos, tradición y muchas carcajadas.