El escenario de La Pérgola se despidió de Aste Nagusia con una sesión de baño y masaje, tranquila y relajada que, fiel a su filosofía, ofreció un viaje nostálgico a los guateques de los 70 con un repertorio baladístico de pop de la época a cargo de la pareja de septuagenarios formada por Jeanette y Juan Bau. Él, en la estela de Nino Bravo, calentó el ambiente antes de compartir dos temas con ella, que rejuveneció a la madura audiencia con el repaso y los bailes –al agarrao, claro– arrancados por himnos seminales pop como Soy rebelde o ¿Por qué te vas?

Bonita es, pero extraña también. Me refiero a esta profesión de escriba musical que, de día, te impele a analizar el disco del grupo alternativo de rock del momento, los irlandeses Fontains D.C., y de noche, en La Pérgola, te convoca a una especie de sesión de espiritismo que te retrotrae, más o menos como en Regreso al futuro, a los tiempos en los que nuestros progenitores eran jóvenes y se iban de boites –búscalo, sí, jovencito/a– o guateques.

Maltratado físicamente en la última noche tras tanto concierto diario, mis piernas estaban en peor estado que las de la mayoría de la veterana audiencia que, al final del pase, casi llenaba la carpa de La Pérgola. Un video hortera con derroche de corazones que finalizó con la frase “no hace falta gritar para que se te escuche”, dio paso a la actuación de Juan Bau y Jeanette, que les ha juntado para celebrar sus 50 de carrera en el Estado y hasta en recintos solemnes de países latinoamericanos y Estados Unidos.

En Bilbao, fue todo más sencillo y popular. Como una verbena retro que arrancó el cantante valenciano, similar en timbre vocal a Nino Bravo y visual a Camilo Sesto, que empezó con el grupo Modificación y cuya voz potente le asentó como cantante melódico en los 70. Sin la melena de entonces, pero con pelo, y manteniendo la figura y la voz de barítono, se arrancó con Devuélveme el amor. “A tu lado yo aprendí…”, empezó. Y a mi lado, una señora le ponía una mueca de extrañeza a su marido.

Y no la abandonó con Dama del amanecer y Hoy me llamarás. “Pues pensaba que iba a conocer las canciones”, le indicó a su hierática pareja, que seguía sin decir ni mú el show, con el fondo visual de unos videos de esos que te golpean cuando pierdes la conciencia y la vergüenza y visitas un karaoke. Con el fondo de imágenes de parejas enamoradas jóvenes y perfectas, puestas de solo, playas y corazones, Bau lo intentó –animado y pronto sin chaqueta– con Penas, de la que dijo que era “un himno” en Latinoamérica, pero que siguió sin levantar el ánimo de la chavalería.

No ayudó el sonido del sexteto que le acompañó, con un exceso de teclados que, por partida doble, opacó al resto de instrumentos, principalmente al saxofón que portaba una corista cuya voz también se perdió en algún lugar de la sesión de espiritismo. Bau, con su aspecto de galán maduro de telenovela, no decayó en su intento con Raquel, la casi disco Fantasía o Te quiero cada día más, pero no logró despertar a la audiencia hasta su despedida con La estrella de David, éxito que el franquismo intentó censurar y que provocó el bajón de algunos al recordar las acciones sionistas en Gaza.

Abuela pop

Bau le pasó el testigo a Jeanette... y todo cambió. El público despertó y se lió a dar palmas y a cantar desde que se arrancó con ¿Por qué te vas?, banda sonora de la inquietante Cría cuervos, de Saura. Hasta algunos de los más previsores, quienes habían madrugado como esos jubilados que cogen espacio aparcando tumbonas o toallas en las piscinas y playas costeras antes de la salida del sol, abandonaron los peleados bancos. Al grupo, maravillas de la mesa de mezclas, se le empezó a escuchar moderadamente bien y la vocalista inglesa asentada en Madrid puso todas las ganas con El muchacho de los ojos tristes.

Y el público respondió porque ella sí cuenta con varios himnos pop –algunos de otro histórico, Manuel Alejandro– que han resistido el paso del calendario, como prueban los rescates de sus canciones realizados por Bunbury, Tulsa o Albert Pla. En formato semi acústico sonó la reivindicación de sus inicios al frente del grupo Picnic, cuando ella no había cumplido 20 años y llevaba calcetines altos blancos, con ese Cállate niña de letra lóbrega y No digas nada, la cima del bolo, con una preciosa guitarra hippie de los 60.

Con el ambiente efervescente se produjo la reunión de Bau y Jeanette, que, cara a cara, compartieron Toda la noche oliendo a ti y Acaríciame, ambos con alto contenido sexual. Con el recuerdo de viejas brasas juveniles activo, ella interpretó su éxito Frente a frente, elogió a Bilbao, su gente y sus pintxos, se atrevió a emular a Nancy Sinatra en la country These Boots Are Made for Walkin´ y lo rompió con Soy rebelde, “la que todos estáis esperando”, dijo, antes de repetir ¿Por qué te vas?,  con su voz de terciopelo, nada rebelde y dulce, de adolescente eterna, y prometer “volver muy pronto”.