Nøgen: menos ukelele, más guitarra eléctrica
El grupo donostiarra triunfó en Abandoibarra con una propuesta que, sin abandonar el folk y el pop, se muestra más rockera sobre los escenarios
Duncan Dhu debutaron con Por tierras escocesas. 40 años después, Nøgen le cogen el testigo y pasean por los escenarios vascos un cancionero inspirado inicialmente en Dinamarca y en el folk pop juvenil y épico que, con el paso del tiempo y como se confirmó en Abandoibarra, sigue madurando y mutando. El quinteto donostiarra ha endurecido su propuesta y ofreció un notable y eléctrico concierto, en el que las guitarras eléctricas restaron espacio al ukelele aunque sin abandonar la épica y los coros compartidos.
Lo de la relación de Nøgen con Dinamarca –su origen a raíz de un viaje de Erasmus, su propio nombre, que significa desnudo y el título de sus discos: Lys, Liv til doden y Under Alt– tiene trazas de convertirse en una mera anécdota ante el salto ofrecido por los gipuzcoanos en ocho años, tal y como comprobamos en Abandoibarra. Aquellos adolescentes que arrancaron con un folk de arreglos pop, juvenil, saltarín y de sonido épico cerraron el lunes un verano inolvidable en Bilbao tras sendas citas en las fiestas de las tres capitales de la CAV.
En Bilbao, ante un público modesto en asistencia y mayoritariamente juvenil y euskaldun, Nøgen ofreció una veintena de canciones en 90 minutos clavados fieles a ese folk pop euskaldun y de leves incrustaciones rockeras que no le hace ascos tampoco al castellano y al inglés. Shakespeare escribió que algo olía a podrido en Dinamarca pero, en el caso del grupo, en 2024 tiene una sonoridad claramente eléctrica.
Aquel grupo emergente que todavía hoy reivindica su origen familiar y modesto en un garaje –lo evidenció la escenografía del concierto, un salón de estar con un sofá en el que llegaron a tocar juntos y apretujados– ofreció un concierto maduro, capaz de defenderse en grandes espacios tras visitar recintos como el Bilbao Aretoa y festivales como el Bilbao BBK Live, y que arrancó con la vocalista principal buscando en el dial de una radio imaginaria de la que surgió Guztia edo zer.
Así arrancó el ofrecimiento de Nøgen, con Ane Negueruela, vocalista hija pródiga que regresó al grupo después de acabar el MIR, pisando fuerte y mostrando, orgullosa, los temas de su último disco, que sonó casi íntegro. Orein y Glanstonbury solo confirmaron el estado magnífico –llegó muy bien a las notas altas– de su garganta y un sonido con más cuerpo, rugosidad y potencia que en disco.
Entre el todo o nada, la banda optó por dejarse la piel, escudriñando bajo ella para ofrecer unas canciones de textos juveniles y autobiográficos, entre la euforia del camino que se les abre y las sombras que proyectan la incertidumbre, los miedos y los primeros reveses y dolores. Entre el pop, el folk y el rock, con leves espacios para el ukelele de Markel Idigoras y las bellas armonías vocales dobladas de Enarak, con solo de guitarra incluido de Alex Irazusta.
Disfrutar y vivir a tope
“Gabon Bilbo, ¿ondo?”. Así, animando a disfrutar de la fiesta tras la pregunta arrancó Zuek, con sus deseos utópicos de vivir para siempre y el refuerzo de un quinteto de metales en varios temas que ofreció una versión más robusta de su sonido, al modo de dos de sus bandas predilectas: Mumford And Sons y Of Monsters and Men. Ya con los fans en combustión, el listón de la entrega se aceleró con Ez da ondo aterako, su éxito compartido con otra banda amiga, La M.O.D.A, y Markel ocupándose del texto en castellano.
Ya con los teléfonos móviles y las gargantas calientes, Nøgen, siempre bien espoleado por el ritmo de la bajista y corista Olatz Cuevas y el batería Jokin Guilisagasti, vivió un recital cuesta abajo, con la entrega constante de sus fans, con más guitarras eléctricas que ukeleles, saltando de la introspección de baladas como Oxigenoa, entre un mar de luces, al sonido acústico de Galdu duenari y al pasaje rockista de Zeri begira hartu nahi duzu.
No faltaron la alternancia de la voces masculinas y femenina, el pellizco folk y la combinación de una sonoridad acústica e intimista con armónica con la creciente de los arreglos eléctricos de temas como Summer, siempre entregados con pasión juvenil entre crescendos épicos y “ooh ooh” y “lalalás” compartidos. Jóvenes, demostraron que no sienten rubor al reconocer sus influencias, como demostraron sus versiones de Dog Days Are Over, de Florence + The Machine, con Ane finalizándola bajo el escenario y rodeada por el público, y de Ezpainetan odola, el himno que compartieron con Skakeitan.
En la recta final ofrecieron un bis incontestable. Arrancó entre un mar de sintetizadores y entregaron tres dardos que dieron en la diana del corazón –y las piernas– de sus fans. Keari sonó remozada, sin los atisbos country folk originales, Maleta fue un aluvión –“no serás tan joven como hoy”, cantó Ane– y qué decir de la bilingüe Nora, donde público y grupo se fundieron en una comunión épica de “lalalás” y “gora, gora, gora”. Sonó el Lemak, aingurak de Berri Txarrak y ellos tenían ya las maletas dispuestas para tocar en Helsinki y Tampere en unos días. Otra muestra más de su crecimiento imparable.