Le ha bastado un lustro a Pello Reparaz, exVendetta, para reconducir su carrera y convertir a su proyecto Zetak, tirando por los circuitos de la electrónica, en uno de los proyectos más exitosos del presente musical euskaldun. En el Parque Europa, sin llegar a la locura desatada con Lola Indigo, el cuarteto navarro sí logró congregar a miles de fans de varias generaciones para bailar un repertorio que bebe de la música sintética y busca el baile entre estribillos pop de letras eufóricas y luminosas, en una suerte de akelarre masivo con la banda sonora de Hitzeman, Zeinen ederra izango den, Errepidean o Itzulera.

Como en todas las facetas de la vida, hay cosas inexplicables en el mundo de la música. Una de ellas, a la espera de la concreción de los avances acelerados de la inteligencia artificial, es cómo lograr crear un éxito masivo. Más fácil es saber cuándo se consigue aunque los criterios y fórmulas de medición se hayan reconvertido desde que no se venden discos. Basta con acudir a un concierto... y mirar a tu alrededor. Si hay gente de varias generaciones coreando las canciones del músico o cantante –de los jóvenes, los consumidores habituales de música, a los niños y sus progenitores–, la capacidad de arrastre popular está confirmada.

El criterio vale para AC/DC, Metallica, Shakira, Gatibu, ETS... Así sucedió con Zetak en el Parque Europa, que acogió a miles de personas, pero sin la saturación y problemas de la velada anterior con Lola Indigo. Con espacio, aire, sin agobios más allá de las primeras filas y espacio para sentarse en las laderas, el baile y el buen rollo se desplegó desde que Pello Reparaz, quien dejara el micrófono de los ritmos mestizos y caribeños de los exSkalariak Vendetta para rodearse de bombos, vocoders y sintetizadores hace cinco años, abrió fuego con Zoriontasuna.

No se puede empezar mejor que con “buena vibra”, una oda a la felicidad y a la vida, en la que Pello se hizo cargo también de los versos en castellano que interpreta en la versión original Li Saument, cantante de los colombianos Bomba Estéro. “Uooo, zeruan irria zoruan dantza, zoriontasuna/bailar agarrados para escuchar a tu alma cantar”, entonó. Y vaya sin cantaron debajo del escenario. Y lo mismo en la siguiente, Hitzeman, en la que, entre peticiones, se aboga por decir “te quiero” más a menudo.

Puede que sí, que los besos estén muy caros en 2023, pero no así los “uoooooh” en el repertorio de Reparaz, que encadenó en el inicio, con la solución de las percusiones, otro de sus éxitos más pop, Hegan, esos en los que la electrónica se muestra sencilla y eufórica en su desarrollo y crescendos, coronada por melodías prístinas y adhesivas, y coros paridos para ser coreados en los conciertos. Para hacer que el público vuele.

Y aunque el navarro tiene muchos coros pop de estadio, optó por rebajar el ritmo y el júbilo con dos de sus canciones menos políticamente correctas: Nirekin topatu naiz, balada que cantó de rodillas y con la manto en la entrepierna, ya que se refiere a una masturbación, y Pater Noster, en la que desplegó sus brazos como un Cristo para, entre ráfagas de electrónica oscura y repetitivos “doa, doa, doa”, denunciar una violación infantil en el ámbito eclesial.

Zetak son cuatro

Aunque proyecte la imagen de proyecto unipersonal, Zetak son cuatro. Reparaz, que salió vestido cómodo –entre granate o marrón oscuro, según las luces– y recorrió tantos kilómetros como un medio centro defensivo de Primera División–, se rodeó de sus colegas habituales: Gorka Pastor, lugarteniente principal y responsable de sintetizadores y programaciones, y Leire Colomo e Iban Larreburu, ambos a las percusiones electrónicas, que lucieron tribales en el instrumental Around Stelar.

Uniformado, el cuarteto se movió cómodo entre el rojo sangre de Zertan ari gara, de letra tan amenazadora como sus sintetizadores gruesos, herencia de su primer disco y que Kaliza hau volvió a desplegar con Reparaz bajando a cantar entre el público. El curioso collage que ofreció en Mashup 2023, con una remezcla de hits que incluyó hasta Another Brick in the Wall, de Pink Floyd, lanzó el concierto hasta la verbena colectiva desde que sonó Zeinen ederra izango den, en la que Reparaz habló de expectativas, dudas, preguntas y estar a la altura. El coro general, con los txikis al frente y la explanada iluminada con móviles, acabó con cualquier incertidumbre.

Los buenos deseos y la celebración de la fiesta, el amor, la amistad y el baile, de la vida, en definitiva, se concretaron, además de con la versión en catalán de Pa amb oli i sal y la de Pumped Up Kicks de Foster The People, en inglés, con un repertorio propio eufórico y pop, de bote y baile desaforado. De Errepidean, que abrió el bis, ya con el navarro de blanco impoluto y liberó ikurriñas al viento, a Akelarretan, que cantó tras pasearse entre los fans, subido a la plataforma de los focos y recordando con su trombón los años de Vendetta, y la inevitable Itzulera, su tema más escuchado. Sin Erramun Martikorena, claro, pero sí vivo su deseo de acercar Hegoalde e Iparralde: “unidos por la cordillera, tu herida es la mía”. El agur demostró que esta canción, como las anteriores, ya “es de los dos”. Bueno, más de su satisfecho público que de Pello.