L Parlamento Europeo aprobó el 15 de diciembre una propuesta de la Comisión para que el 2021 sea el Año Europeo del Ferrocarril y promueva un medio de transporte verde y seguro. La decisión, adoptada también por el Consejo el 16 de diciembre, tiene que ver con los esfuerzos de la UE para promover formas de transporte sostenibles y alcanzar la neutralidad climática para 2050 a través del Pacto Verde Europeo. La apuesta, pues, por este tipo de transporte es radical y decidida, para reducir las emisiones de CO2. La clave no es otra que frenar el disparatado uso del transporte de mercancías por carretera por toda Europa. La imagen que recorre de Norte a Sur y de Este a Oeste el mercado interior de la UE con miles de camiones cargados de todo tipo de productos yendo y viniendo diariamente, es insostenible. Y la única alternativa de movilidad para este enorme problema medioambiental pasa por la consolidación de las redes ferroviarias europeas de alta capacidad.

El transporte representa el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el ferrocarril es responsable de tan solo el 0,4% de dichas emisiones en la Unión Europea. Al estar en gran medida electrificado, se trata del único medio de transporte que ha reducido considerablemente sus emisiones desde 1990, lo que justifica su papel fundamental en el turismo sostenible. Con unas cifras muy bajas de accidentes, es además el medio de transporte por tierra más seguro: entre 2011 y 2015 solo 0,1 muertes por mil millones de pasajeros/km son causadas por accidentes ferroviarios, frente a 0,23 por accidentes de autobús, 2,7 por accidentes de tráfico y 38 por motocicletas. Las redes ferroviarias conectan las áreas remotas y rurales, y aseguran la cohesión interna y transfronteriza de las regiones europeas, y sin embargo, solo el 7% de los pasajeros y el 11% de las mercancías viajan por ferrocarril en Europa.

Los obstáculos principales para un uso más intensivo del ferrocarril y la construcción de un espacio europeo ferroviario unificado tienen que ver las cuantiosas inversiones que requieren sus infraestructuras y en los obsoletos modelos de negocio de su explotación. Pero la cruda realidad es que hoy por hoy el 75% de las mercancías movidas por tierra se transportan por carretera. La UE trabaja para que una parte importante de las mismas debería trasladarse al ferrocarril y las vías fluviales interiores para ayudar a reducir las emisiones en este sector. Para lograrlo, se necesitan inversiones sustanciales y la implementación de la Red Transeuropea de Transporte (RTE-T), un conjunto planificado de redes prioritarias de transporte pensadas para facilitar la comunicación de personas y mercancías a lo largo de toda la Unión Europea. Se divide en dos subredes: Red básica (Core Network): es el componente principal y recoge las partes más estratégicamente importantes, formando el esqueleto de la red multimodal. Concentra los componentes con el mayor valor añadido europeo: enlaces transfronterizos, cuellos de botella y nodos intermodales. La red básica subvencionada con cargo a los presupuestos de la Unión Europea debe ser finalizada antes de 2031. Y la Red global (Comprehensive Network) que recoge todas las infraestructuras, existentes o planificadas, que cumplen con los requerimientos de participar en el transporte transeuropeo. Debería finalizarse antes de 2051.

Pero no nos engañemos, el problema de las emisiones de CO2 tienen mucho más que ver con el actual modelo de producción y consumo de usar y tirar, que con el tipo de transporte utilizado. Soluciones de compra de productos de cercanía, el llamado kilómetro cero, no solo potencian al productor local, sino que reduce costes de distribución, especialmente medioambientales. Por tanto, celebrar el año europeo del ferrocarril, no debería quedarse en un mero reconocimiento de las bondades de este transporte que acompaña al ser humano ya desde hace ya casi dos siglos y que dio pie a la primera revolución industrial. Es poner el foco de la movilidad en la manera de vivir que queremos tener para ser más felices y tener un espacio más confortable. El tren solo ganará la batalla por el transporte del futuro si convence a los ciudadanos europeos de que es la mejor opción que equilibra la accesibilidad, la comodidad y la sostenibilidad económica y medioambiental. Ese es su reto.