Llega septiembre y con él la temida vuelta al cole. Los días de sol, risas y juegos dejan paso a los madrugones, los deberes y las actividades extraescolares. Para muchos niños y adolescentes este cambio supone un auténtico desafío emocional difícil de gestionar.

El regreso a las aulas despierta en ellos emociones encontradas en los niños. A la ilusión por volver a ver a los compañeros o estrenar libros nuevos se suman, en muchos casos, síntomas como apatía, cansancio, insomnio, irritabilidad, pérdida de apetito o molestias físicas como dolores de cabeza o de estómago, reflejo de la tensión emocional por la que atraviesan.

Los especialistas remarcan que no se trata de ninguna enfermedad, sino de una respuesta natural del organismo ante el abrupto cambio de ritmo tras las vacaciones. Es lo que se conoce como síndrome posvacacional, una reacción emocional más habitual de lo que se cree y que afecta no solo a los adultos, también a niños y jóvenes. “Igual que los adultos, los niños, niñas y adolescentes necesitan apoyarse en rutinas y hábitos, eso les da seguridad en el día a día”, subraya la psicóloga Oihane Portuondo, miembro del equipo de Norabide Zentroa, centro de psicología y logopedia.

Durante más de dos meses, los menores han disfrutado de una libertad casi absoluta: rutinas flexibles, horarios de sueño desplazados, comidas sin reloj y ausencia de presión académica. Con el inicio del curso, la disciplina regresa de golpe. De ahí el desconcierto.

“Como mínimo se necesitan quince días para que los niños se adapten a la rutina”

Oihane Portuondo - Psicóloga clínica en Norabide Zentroa

Un cambio brusco que descoloca

“El verano les viene muy bien porque, después de todo el curso, necesitan un descanso. Durante las vacaciones los horarios son más flexibles: no se madruga, se come de forma distinta y el ocio se reparte de otra manera. Además, están más activos. Volver en septiembre y comenzar el curso implica reorganizar los horarios del sueño, la alimentación y la rutina diaria. Además, deben pasar más tiempo sentados, prestar atención y concentrarse, algo que durante el verano no ocurre tanto. Todo ello requiere un proceso de adaptación”, explica Portuondo.

Esa transición, añade la psicóloga Nerea Ortega, “suele ir acompañada de una mezcla de pena y nostalgia, porque a los niños les cuesta dejar atrás el verano. También puede aparecer cierta pereza por el hecho de tener que volver a clase”.

Periodo de adaptación

¿Cuánto tardan los niños en adaptarse a la rutina tras las vacaciones? “No hay un tiempo exacto. Cada niño tiene su propio ritmo. Depende de sus circunstancias, de su edad, y de cómo perciban el cambio. Algunos se ajustan rápidamente, mientras que otros pueden tardar más en retomar los hábitos y la rutina del curso”, reconoce Ortega.

Sin embargo, para Oihane Portuondo ese periodo de adaptación puede durar hasta finales de septiembre. “Por lo que suelo ver en consulta, como mínimo son necesarios los primeros quince días del curso para que los niños se ubiquen y se adapten tras las vacaciones. A veces, incluso, es necesario todo el mes de septiembre”, reconoce la piscóloga.

Durante este tiempo, los padres no deben alarmarse si a los niños les cuesta adaptarse a los cambios o a las nuevas rutinas, ya que es un proceso natural. No obstante, conviene prestar atención y hablar con los profesores si la apatía, la tristeza o la ansiedad se prolongan en exceso, ya que podrían indicar que necesitan un apoyo adicional para afrontar la situación.

Profesores reciben a los alumnos bajo la temática "Una escuela de cine" en el primer día del curso escolar 2024 - 2025. B. G. Blasco

El papel de los profesores

Los docentes juegan un papel fundamental en estos casos. “Profesores y padres deben actuar de manera coordinada para acompañar al niño en su adaptación a la rutina. Esto implica observar de cerca cómo afronta los cambios y estar pendiente a cualquier señal de dificultad o desajuste durante el proceso. La comunicación constante entre la familia, el propio alumno y el centro educativo resulta esencial para detectar posibles problemas, buscar el apoyo necesario y garantizar que la transición hacia la nueva etapa se realice de la manera más natural y tranquila posible, asegurando que cada niño reciba la atención que necesita para desarrollarse con seguridad y confianza”, explica Oihane Portuondo.

Los colegios también pueden facilitar la transición haciendo que la primera semana sea más flexible, con actividades de integración y espacios de diálogo. 

Si, pese a estas medidas, los síntomas persisten más allá del periodo inicial, los especialistas recomiendan buscar ayuda profesional. “La herramienta es la observación conjunta, desde casa y desde el colegio. Si un niño tiene dificultades para adaptarse, se verá en ambos contextos. En esos casos, la coordinación entre tutores y familias es fundamental para valorar si es necesario dar un paso más y buscar otro tipo de ayuda”, advierte Portuondo.

“Establecer límites y rutinas de forma gradual ayuda a los niños en su proceso de adaptación”

Nerea Ortega - Psicóloga

Infancia y adolescencia, dos etapas diferentes

No todos afrontan la vuelta al cole de la misma manera. Los más pequeños se enfrentan a la dificultad de tener que separarse de sus padres y adaptarse a compañeros o profesores nuevos. Los adolescentes, en cambio, se miden a retos diferentes: mayores exigencias académicas, presión social y la necesidad de encajar en el grupo.

“Cuando son más pequeños, los niños están muy limitados y dependen de lo que sus padres les permiten, lo que influye incluso en cómo viven la vuelta al cole. En la adolescencia, ya tienen más libertad, pueden organizarse mejor, ver a sus amigos con más frecuencia y adaptarse con mayor facilidad a la rutina escolar”, expone Nerea Ortega.

Según Portuondo, la diferencia radica en cómo unos y otros expresan sus emociones: “Los más pequeños lo suelen focalizar en lo conductual, con quejas, irritabilidad o rabietas. En cambio, los adolescentes tienden más a interiorizarlo, a aislarse o a tomar distancia. Aunque no siempre, porque cada persona lo manifiesta de forma distinta”.

Varios niños vuelven al colegio en Vitoria el primer día clase. Pilar Barco

Claves para una adaptación feliz

Preparar con antelación la vuelta al cole ayuda a que el impacto no sea tan brusco. Ajustar poco a poco los horarios de sueño y comidas, organizar el material escolar o repasar de manera ligera los contenidos básicos son estrategias sencillas pero eficaces. En casa, conviene reforzar lo positivo: hablar del reencuentro con los amigos, de las actividades que más disfrutan o de los proyectos del nuevo curso.

“Es importante preparar a los niños para volver a los horarios habituales antes de que comience el curso, pero sin presión. Los más pequeños tienden a evitar el esfuerzo, por lo que establecer límites y rutinas de forma gradual ayuda a que aprendan que la vida diaria no siempre es ocio y libertad”, comenta Ortega.

En esta línea, Portuondo recomienda a los padres no esperar al último día y anticipar el regreso a casa tras las vacaciones, ajustar los horarios de sueño y comidas de forma paulatina, e involucrar a los niños en todo lo que implica la vuelta al cole: comprar el material escolar, forrar los libros, organizar su lugar de estudio... “También es importante hablar con ellos, darles un espacio para que puedan expresar sus sentimientos y recordarles que en casa tienen un apoyo”, señala Portuondo.

La paciencia y la escucha activa se convierten en las mejores herramientas. Forzar a los menores o minimizar sus sentimientos solo prolonga la resistencia. “La clave está en acompañar sin presionar, con comprensión y límites claros”, resume Nerea Ortega.

Consejos prácticos


Recupera horarios y rutinas

Se recomienda hacerlo una o dos semanas antes. Acuesta y despierta a tus hijos con 20 minutos de antelación. Amplía ese margen poco a poco para que se vayan habituando. Adapta también el horario de las comidas al ritmo escolar.


Actitud positiva

Destaca los aspectos positivos del regreso a clase, como reencontrarse con los amigos y retomar actividades que les gustan.


Preparad juntos la vuelta al cole

Haz una lista con las tareas principales: comprar material escolar, forrar libros, etiquetar ropa, preparar la mochila, rellenar formularios del cole y de las actividades extraescolares. Involucra en ellas a tus hijos.


Escucha sus inquietudes

Habla con tus peques y pregúntales qué tal les ha ido el día. Si ves que les está constando volver a la rutina dales confianza para que puedan expresarse con libertad y contar cómo se sienten.


Organiza actividades para después de clase

Diseña un plan atractivo como ir al parque, comer helado, ir al cine el fin de semana… Eso ayudará a que la adaptación sea menos dura.


Reduce el tiempo que usan las pantallas

Volver al cole implica menos tiempo para ver la tele, jugar a videojuegos o estar con el móvil. Acorta estos tiempos de forma gradual para evitar conflictos en casa.

El síndrome posvacacional no es solo un obstáculo. También puede transformarse en una oportunidad: la de enseñar a los niños a gestionar sus emociones, reforzar los vínculos familiares y cultivar la resiliencia.

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En este sentido, la labor de los padres es fundamental, ya que su comportamiento sirve de ejemplo para los más pequeños de la casa. Portuondo lo explica con claridad: “Si pedimos a nuestros hijos que cumplan rutinas y hábitos, pero en casa los adultos no lo hacemos, no vamos en la misma línea.  Al final, es un trabajo en equipo. Si queremos que los niños tengan unos horarios de sueño y alimentación, nosotros también debemos cumplirlos”.

La vuelta al cole supone, por tanto, un proceso, y el modo en el que se acompañe puede marcar la manera en la que los más jóvenes vivan el resto del curso.