Nuestro colectivo de discapacidad física y/u orgánica enfrenta a diario lo que denominados microconismos: actitudes discapacitantes que reflejan la falta de empatía y comprensión de quienes no se ponen en nuestro lugar. Son pequeños gestos que, sumados, generan un impacto devastador. Desde la oposición a instalar un ascensor en un edificio hasta la ocupación de plazas de aparcamiento reservadas, estas acciones reflejan un problema estructural: la incapacidad de entender que la accesibilidad, la adaptación y la inclusión no son privilegios, sino derechos.
Podríamos enumerar interminables ejemplos: falta de reconocimiento de la discapacidad por parte de Sanidad, puestos de trabajo no adaptados, carencia de apoyos en los centros educativos o normativas discriminatorias que nos impiden cuidar de nuestros seres queridos. La lista sigue, pero el mensaje es claro: estas barreras no solo limitan nuestra autonomía, sino que perpetúan un modelo social que nos excluye.
Hoy nuestro propósito es firme: reclamar nuestro espacio en los lugares donde se toman decisiones que nos afectan. La accesibilidad, la inserción laboral en una empresa ordinaria y el poder desarrollar nuestra vida en un entorno cercano son una inversión social, un beneficio colectivo que hace del mundo un lugar más inclusivo y humano. Necesitamos dejar atrás las etiquetas que encasillan y construir una sociedad que valore nuestras capacidades y habilidades.
Nos mueve la certeza de que nuestra valía no depende de una circunstancia física u orgánica, sino de nuestro empeño, nuestro esfuerzo y lo que aportamos al mundo. Por eso, este año decimos con orgullo: “Diskapower. Hemengaude”. No vamos a parar hasta que cada derecho, cada apoyo y cada oportunidad sean una realidad. Porque la discapacidad es solo una circunstancia, nunca un impedimento. l
La autora es Presidenta de la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y/u Orgánica de Bizkaia (FEKOOR)