Las calles de Alfafar, con los pies hundidos en el barro, no se ven como en la tele desde el sofá. “No tiene nada que ver. Parece territorio de guerra, los coches unos encima de otros, incluso a tres alturas... La gente está desesperada por tener acceso a sus casas, por vaciar sus negocios... Te ven con la pala y te suplican que les ayudes”, explica Iñigo Díez, un bilbaino que viajó la madrugada del pasado domingo hacia Valencia, junto a una caravana de seis furgonetas cargadas de material, y que va a quedarse toda la semana, que tenía libre, echando una mano en la zona más afectada por la dana. “Lo que se respira aquí es una odisea. Se ve a la gente muy abandonada. Da mucha pena”.
Este vecino de San Adrián, que trabaja de asesor comercial, pensaba coger carretera y pala y presentarse solo en Valencia para colaborar, pero un amigo militar se lo desaconsejó porque igual no le dejaban entrar. “Me pasó una publicación de un chico que se estaba organizando para ir y me junté a ellos. Iban seis furgonetas y yo con mi todoterreno. Salimos a las doce de la noche del sábado de Bilbao y llegamos aquí sobre las seis de la mañana”, relata.
Mario Lecumberri, secretario del Centro Vasco Navarro Laurak-Bat de Valencia, había gestionado los permisos con el Ayuntamiento de Massanassa para que pudieran circular y aun así se encontraron con dificultades. “Un chico conocido en redes había hecho una colecta y había sacado en doce horas 12.000 euros. Bajaron seis furgonetas desde Bizkaia con el material y estuvimos recorriendo varias poblaciones de la zona cero. En Massanassa estaban sacando cadáveres delante de donde estábamos nosotros y no nos dejaron pasar. En el Barrio Orba había coches apilados por todos los lados, estaban sin agua, sin luz... Era una situación dantesca”, describe Mario, que el pasado domingo vio “a una persona andando en chanclas con el fango hasta el tobillo y habían pasado ya cinco días”.
Derivados de un lado para otro, hasta mediodía no consiguieron descargar la ayuda: comida, palas, botas, mascarillas, guantes, productos de higiene... “La gente se te abalanzaba a la furgoneta pidiéndote cosas”, recuerda Iñigo, que permanece en la zona devastada junto a un amigo, mientras que el resto de voluntarios retornaron a Bizkaia, dado que ayer tenían que trabajar.
"Los ciudadanos se han volcado"
“Deslomado” tras pasar horas y horas retirando barro, Iñigo no comprende cómo no han llegado antes “los camiones del ejército, los bomberos, algún camión cisterna...”. “Ha sido una locura en cuanto a gestión, un sinsentido. No me explico que esto se haya podido gestionar tan sumamente mal, el abandono que tiene la gente por parte de los responsables porque los ciudadanos se han volcado en ayudar”, aclara.
Aunque en principio pensaba dedicar la jornada de ayer al reparto de comida, las peticiones de los vecinos le hicieron cambiar de opinión. “Nos imploran que paremos a ayudarles y vamos a dedicar estos días a la gente que necesita vaciar sus casas y sus negocios”, señala, al tiempo que ensalza la labor de los afectados y los voluntarios. “Están todos barriendo el pueblo. El domingo veías el puente que conecta Valencia con esta zona afectada y había miles de personas cruzando a pie, que igual les lleva una hora y media venir, cargados con botellas".
Aunque hasta ayer Iñigo no había visto "a policías mancharse de barro", en la mañana de este martes él mismo se ha ofrecido para ayudar a unos agentes a sacar un coche de una lonja y ha comprobado la acuciante falta de medios. "Les digo: ¿Tiramos de ese coche? y me dicen: Es que no tenemos eslingas. Y yo: ¿Pero cómo que no tenéis? Les he regalado dos juegos", cuenta sorprendido.
"Es desolador ver a gente llorando"
Iñigo viajó a Valencia mentalizado, pero reconoce que lo que se ha encontrado “impresiona”. “Es desolador ver a gente llorando, desesperada, que no encuentran a su cuñada...”, lamenta. Y eso sin contar lo que está por venir porque “hay un montón de garajes a los que todavía no han conseguido acceder”.
Temiendo que el número de víctimas mortales vaya en aumento, solo encuentra una explicación para que se esté dosificando esta cifra. "Esto va mucho más lejos de lo que se está transmitiendo. No sé si es para no sembrar un caos en la gente", interpreta.
Tras reclamar “más medios” y “más organización” porque “hay muchas personas a las que no les dejan ni entrar a ayudar”, Iñigo insiste en que lo que se percibe a través de los medios es tan solo un pedacito de la descomunal tragedia. “No se está transmitiendo la gravedad de lo que hay aquí. Son calles enteras llenas de muebles, las puertas de los bajos arrancadas, todo destrozado, como si hubiese pasado un tsunami”.