Teresa recuerda como si fuera ayer cuando en 1957, siendo una niña, se asomó a una calle de Paiporta (Valencia) que da al barranco y vio una ola gigante que se le venía encima. Tuvo que correr para ponerse a salvo, algo parecido a lo que tuvo que hacer el martes cuando una nueva riada anegó el pueblo y obligó también a Salvador, 85 años y como ella superviviente de aquel desbordamiento de los años 50, a estar cinco horas subido en el quicio de la ventana de su estanco con el agua más arriba de las rodillas. “Tenía 10 años y fui a esa esquina porque era muy curiosa. Me acuerdo que se derrumbó todo lo que ahora es el ayuntamiento que antes eran unas escuelas y provocó como si fuera un tsunami. Una ola que llegó hasta el casino. Yo me salvé porque salí corriendo”, explica Teresa. Casi setenta años después, el martes volvió a vivirlo. “No nos dio tiempo a nada. Estaba en casa y salí un momento a la esquina y la gente venía corriendo y gritando que se sale, que se ha roto. Le dije a la peluquera que se había desbordado y cuando salimos ya corría por la calle del Convento. Me dio tiempo a entrar en casa, coger el bolso, la documentación, algo de dinero y subir. En el 57 en esta casa no entró una gota pero ahora ha sido horroroso”, explica. Sobrinos y amigos se han juntado para tratar de empezar a limpiar la planta baja donde vive y donde la marca del agua en los cuadros apunta a que el nivel llegó a ser casi de dos metros.
En el estanco de Salvador la marca muestra un nivel parecido pero él no tuvo tiempo de subirse a casa. “Había descargado hacía una hora la saca del tabaco y por si acaso entraba algo de agua lo pusimos un poco más arriba. Estábamos un empleado, mi hijo y yo. Cerré las puertas porque había empezado a chorrear, pusimos unas toallas pero empezó a entrar el agua y cada vez subía más”, recuerda.
“Cuando el empleado, que vive enfrente, fue a salir oímos un ruido tremendo, porque una furgoneta se estrelló contra la puerta. Logramos cogerlo, sacando fuerzas de no sé dónde. Pero ya no había forma de parar el agua. Yo estuve a punto de ahogarme. Me subí al altillo de la ventana. Estuvimos ahí desde las seis y media hasta las doce y pico, de pie y mojados. Yo tengo 85 años y estaba tiritando”, explica. Su recuerdo del 57 es claro y su diagnóstico también. “Más potente esta. Al menos para mí, aunque en las casas bajas de Valencia entonces, pasó lo que pasó”, señala.
“Yo tenia 17 años, soy de 1940. Vivíamos en Valencia aunque somos de Paiporta. Mi padre tenía un camión y cuando pudimos vinimos a Paiporta porque somos de aquí. En casa de mis tíos, que sí estaban aquí, llegó el agua casi tres metros pero mi familia se salvó. No me esperaba tener que volver a vivir esto”, reflexiona.
Dice que están “muy contentos” por una razón obvia. “Porque estamos vivos”, remarca. Pero también por la solidaridad que han vuelto a vivir. “En el 57 aquí se volcó toda España. Me acuerdo mucho que Radio Murcia levantó a toda España con una ola de solidaridad tremenda. Recuerdo que se movilizó al ejército pero que entonces no tenía medios y vinieron a sacar todo el barro de Valencia a pico y pala. Me acuerdo que vinieron los barco de la Sexta Flota y que fabricaron pan y suministros porque en Valencia no se podía trabajar”, rememora.
“Ahora en 24 horas han venidos todos, la Policía, Guardia Civil, la Unidad de Emergencias, que es el mejor invento que ha podido hacer quien la hiciera. Se lo merecen todo. Aquí nos ha sobrado comida porque todo el mundo ha traído. Esto es lo más grande que puede ocurrir”, asegura entre lágrimas.
“Un 10 para los voluntarios”
Teresa, que vive más alejada del centro, no tiene esa misma impresión. “Si no es para una situación así ¿para qué queremos al ejército? Aquí han venido a los cuatro días, hasta entonces ha sido una avalancha de jóvenes de Valencia. El ejército de voluntarios, un 10. Pero nuestro ejército, es decir, los mandatarios, se han encantado. No hay derecho”, lamenta.
Para ella los héroes son sus vecinos. “Cogieron a las personas mayores que no se podían mover y las subieron a los pisos de arriba. Otro vecino está todo amoratado de sostener una puerta para que los niños pudieran subir arriba”, explica. Otra vez igual, como en el 57, y en su caso, otra vez vivos por los pelos.