La realidad virtual ha llegado a las salas de extracciones de Pediatría de Euskadi y Ane, Oihan o Luken han sido algunos de los txikis en probarla esta misma mañana.

El hospital de Cruces ha iniciado un programa que contempla el uso de la realidad virtual en el proceso de extracción de sangre a niños y niñas con el objetivo de reducir el miedo, el dolor y la ansiedad que les produce el momento de pincharse.

Esta herramienta introduce al pequeño o pequeña en un entorno virtual lúdico que busca aliviar su preocupación y malestar para evitar el famoso terror a las batas blancas.

El pequeño Luken, de siete años, a primera hora de la mañana en el Hospital de Cruces Jose Mari Martínez

"Visualizando imágenes de entretenimiento, desde dibujos animados a fondos marinos o paisajes, pueden aislarse del temor a las agujas y al personal sanitario durante el momento de sacarles sangre", explica Verónica Ruiz, subdirectora de Enfermería de la OSI Ezkarrealdea-Enkarterri-Cruces.

Los profesionales deciden el momento del pinchazo gracias al apoyo de un monitor en el que se emite el contenido de las gafas al mismo tiempo.

Es ahí cuando si a Ane está a punto de rozarle un rosal o quizá Oihan está a punto de encontrarse con el tiburón, y se encuentran más distraídos, cuando reciben el pinchazo para reducir la sensación de dolor.

LUKEN, EL SUPERHÉROE DE LA AGUJA

Luken, de siete años, se muestra como un superhéroe, valiente y decidido. Había experimentado ya con las gafas en una prueba de quirófano y se comporta como un chavalote recio.

Espera su turno formal a la puerta y casi ni se inmuta cuando le meten la aguja. También es cierto que él es casi veterano porque le pinchan más o menos una vez al año por un problema hormonal.

"Suele liarla lo normal, pero estas gafas nos ayudan a todos para que la experiencia sea menos traumática", explica su aita.

ANE Y OIHAN CONTRA LA ADVERSIDAD

Más vergonzosa, y tímida, se muestra Ane, también de siete años. Pero recibe el pinchazo estoica, y sin un asomo de queja.

Con ella, ya habían hecho un trabajo previo importante de concienciación en casa. Y Ane se pone sus gafas de realidad vitual y va todo sobre ruedas.  

Oihan, que se ha librado de la clase de Gaztelania por ir al hospi, no está tan satisfecho. Para él, ha sido su primera vez sacándole sangre. Ha sufrido un rato, al igual que la amatxu.

Y eso que ver a los bebés (que también iban a hacerse pruebas) parecía calmarle. Sin embargo, cuando ha llegado el momento, le han entrado los agobios.

QUITAR TENSIÓN

"Cuando más tensos estén, lógicamente todo va a ir peor", indica Leticia Sáenz Esquerra, enfermera de Hospitalización Domiciliaria de Pediatría, al otro lado de la mesa.

Ella está haciendo el trabajo duro con las agujas, a veces también hasta canta y hace de maestra de orquesta para intentar distraer a los peques.

"Es una tarea complicada. No deja de ser una técnica agresiva. Algunos no han pasado por eso en toda su vida e intentamos crearles el menor trauma posible", asegura Sáenz.

"Con las gafas de realidad virtual procuramos que estén menos ansiosos, ganamos tiempo, e intentamos relajarles, pero la técnica no es infalible. Hay niños más difíciles y situaciones mejores que otras. Siempre hay de todo pero ocurre pocas veces que los niños se vayan sin pinchar y haya que volver a citarles", aclara.

La Dirección de Enfermería y la Subdirección de Innovación de la OSI Ezkerraldea-Enkarterri-Cruces lo tiene claro. "Nuestro objetivo es incorporar la tecnología, que ya está en la calle, en la búsqueda de soluciones médicas. Y, sin duda, estas gafas son una ayuda que aporta valor al paciente", indica Verónica Ruiz.

Y es que, por ejemplo, solo por Cruces pasan cada año unos 4.500 niños y niñas para sacarse sangre y 2.500 de ellos pueden beneficiarse de este proceso.