La anorexia y la bulimia se inician en edades cada vez más tempranas, pero también en adultos. “Les genera mucha vergüenza y se preguntan: Si esto les pasa a los adolescentes, ¿por qué a mí?”, cuenta Ainhoa Arruabarrena, psicóloga de la Asociación contra la anorexia y la bulimia nerviosas de Bizkaia.

¿Cuál es el perfil de los menores con trastornos alimentarios?

—Sigue habiendo más tendencia a que las niñas desarrollen trastornos de conducta alimentaria, pero está habiendo un incremento bastante importante, especialmente de la vigorexia, en chicos por el culto al cuerpo que hay hoy en día.

¿Qué influencia tienen las redes sociales en estos trastornos?

—Se está viendo claramente el impacto que tienen las redes sociales en su desarrollo y como desencadenante. Es un factor que tiene muchísimo peso y se ve reflejado en los casos y en cómo han dado inicio. Se ve mucho también esta obsesión por la comida saludable. Hay más casos de ortorexia o vigorexia, aunque no se detectan tanto porque no hay tanto foco puesto ahí.

Modelos e influencers ponen el listón muy alto en las redes.

—En las redes también hay gente que hace activismo en contra de la gordofobia, pero lo que aparece por defecto no es ese estereotipo. Los cánones están muy marcados. Además hay personas que mandan mensajes que están haciendo mucho daño con dietas milagrosas. De repente está súper de moda el skin care, buscando un tipo de piel que no existe porque se fijan en unas caras que tienen filtros. Todo está editado y eso hace que tengan un imaginario poco cercano a la realidad. Y afecta a la imagen corporal porque se marcan mucho ese tipo de estereotipos.

¿Les perjudica el tallaje de la ropa en las tiendas de adolescentes?

—Tener en una tienda una talla y en otra tienda otra causa confusión y puede generar malestar porque hay una presión de tener que entrar en una talla concreta, en vez de adaptarse a cada cuerpo, porque todos son distintos. En su día se hizo un llamamiento para unificarlas, pero no se ha hecho.

¿Qué más factores pueden contribuir a desarrollar un trastorno?

—En todos los casos en los que hay trastornos de conducta alimentaria la autoestima está baja. Es interesante que se pueda hacer un trabajo de la autoestima y de estrategias de gestionarse emocionalmente lo más diversas posible desde que son muy pequeños para que luego puedan enfrentarse y tengan más manejo, porque ese es uno de los problemas que hay de base, aparte de otros eventos traumáticos o tipos de violencia que también hacen de detonantes para que algo así pueda desarrollarse.

¿El bullying puede desencadenar una obsesión por el físico?

—Es un factor que afecta, especialmente si el acoso va dirigido a algo corporal, que es muy habitual.

¿Hay diferencias entre las adolescentes que sufren anorexia ahora y las de hace unos años?

—Los desencadenantes, aunque las redes pueden hacer que ahora haya una presión más considerable, son parecidos, porque no deja de ser una dificultad de gestionarse emocionalmente o gestionar algunas emociones de una manera que no es saludable o no es adaptativa en este caso.

¿Cómo lo viven las familias, se sienten culpables por no detectarlo a tiempo, no poder evitarlo…?

—La culpabilidad suele estar presente. Suele haber mucho desconocimiento a nivel social con muchos mitos en torno a los trastornos de conducta alimentaria que se acercan poco a la realidad y se encuentran con estas dificultades también, aparte de esto de no detectarlo antes. Esas cosas están siempre y es normal que aparezcan, pero cuando acompañamos al familiar hay que hacer el cambio de qué se puede hacer ahora, desde dónde nos podemos responsabilizar.

El proceso no debe ser nada fácil.

—Las propias familias deben cuidarse porque el acompañamiento es difícil y puede generar mucha frustración. Estas enfermedades, que son psicológicas, tienen un proceso de recuperación habitualmente más largo que algo más físico. Es otro tipo de proceso. Se encuentran también con muchos miedos, con mucha soledad y con poco apoyo por parte del entorno, que desconoce cuál es la situación.

¿Qué mitos persisten sobre los trastornos alimentarios?

—Hay mitos en cuanto a la edad. Eso genera mucha vergüenza en personas adultas, que dicen: “Si esto les pasa a las y los adolescentes, ¿por qué me está pasando a mí?”. Porque puede desarrollarse en cualquier momento de la vida y de eso se habla poco. También en cuanto al género hay un mito de que solo les pasa a las niñas. Aquí hay una parte de verdad. Estadísticamente, excepto en el caso de la vigorexia, hay más casos de niñas que de niños. Eso se da porque las mujeres vivimos mucha más violencia en cuanto a los cuerpos y eso marca mucho la presión y el poder desarrollar una enfermedad así, pero hay otro factor, que es que los hombres no piden tanta ayuda por los estereotipos que hay vinculados a que eso implica debilidad por el sistema patriarcal y machista en el que vivimos, que en ese sentido les perjudica.

Hay quienes parecen ‘culpabilizar’ a las personas que sufren este tipo de trastornos.

—A la gente le suele costar empatizar con estas enfermedades porque les parece como un capricho, que están enfermas porque solo se fijan en lo superficial y quieren estar delgadas y va mucho más allá de eso. Ese tipo de cosas no ayudan a acompañar a las familias que están pasando por un proceso así.

¿La anorexia se puede curar?

—Otro mito es que no te puedes recuperar de ello, que te quedas con eso para toda la vida, cuando se puede llegar a tener una vida equilibrada. Todos tenemos tendencias, pero eso puede pasar.

¿Qué no hay que decirle nunca a una persona que sufre anorexia?

—Está muy normalizado en la sociedad, pero no habría que hacer comentarios sobre cuerpos ajenos ni siquiera en positivo porque puede generar una asociación de ideas que no interesa. Cuando le dices a alguien: “Qué guapa estás” y resulta que ha perdido unos kilos le estás transmitiendo que la delgadez implica estar más guapa o guapo y eso es muy peligroso.