Parte de los problemas de la cada vez más acuciante baja natalidad están relacionados con la infertilidad, pero no es la única razón para optar por la fecundación in vitro. Cada vez son más las mujeres sin pareja o parejas de mujeres que recurren a estos tratamientos. “El otro día leí que el 20% de los nacimientos actuales eran consecuencia de una donación. Es un porcentaje muy elevado y este debate hay que plantearlo ya”, asevera Zuriñe Burillo, que está en contacto permanente con la Asociación de Hijos e Hijas de Donantes, formada en Barcelona e integrada por nueve miembros. “Países como Portugal o Francia han abolido el anonimato recientemente”, ilustra esta vasca, cuya motivación principal, siendo realista, es abrir el debate para promover una reflexión a nivel social.

“Sabemos que si conseguimos la abolición del anonimato es muy improbable que sea con carácter retroactivo”, confiesa Zuriñe, quien expone que la asociación pretende que las nuevas generaciones dispongan de la información que requieran. “Está el derecho de la persona que donó, pero también están nuestros derechos como hijos nacidos que queremos poder decidir y saber de dónde venimos”, expone Zuriñe, quien defiende que quien tenga interés en conocer sus orígenes debería poder hacerlo. “Parece que no, pero la genealogía es muy importante”, asevera la vasca, que entró en contacto con la asociación hace cuatro años, a raíz de un artículo en el que el Comité de Bioética recomendaba la abolición del anonimato.

De hecho, el órgano consultivo del Ministerio de Sanidad emitió un informe en el que pedía una reforma del artículo 5.5 de la Ley de Reproducción Humana Asistida. ¿Cuál es el problema? “La industria de la reproducción asistida mueve mucho dinero. No quieren que se lleve a cabo porque el número de donantes bajaría. Es difícil luchar contra eso”, explica Zuriñe, con lo que argumenta por qué desde entonces no se ha tomado ninguna medida más encaminada a secundar el cambio de normativa realizado en otros países. “España es un país líder en reproducción asistida a nivel europeo”, asevera antes de exponer que no interesa. La propia Zuriñe afirma que de haber tenido algún problema de fertilidad habría recurrido a una clínica de reproducción asistida. “No estoy en contra, de lo que estoy en contra es de no tener acceso a la información de los donantes”, concreta.

Que de eliminar el anonimato el porcentaje de donaciones de gametos se reduciría no hay dudas. “Pero sería en un inicio, posteriormente se ha comprobado que el perfil del donante cambiaría. Serían personas dispuestas a que después se contactase con ellas”, expone Zuriñe, quien reitera que cuando acude a su centro sanitario y le preguntan sobre sus antecedentes familiares tiene un vacío informativo sobre el 50% de su origen. “No costaría nada que en un futuro cambiara”, afirma antes de considerar que ello propiciaría también otras motivaciones más altruistas en los donantes. “Serían menos jóvenes, probablemente ya con hijos y, a lo mejor, más conscientes de lo que hacen”, expone Zuriñe.

Actualmente, el interés de los donantes es, en su gran mayoría, puramente económico. “Según la ley de reproducción asistida las donaciones deben ser altruistas y gratuitas, pero se da una cantidad como compensación para los desplazamientos y el tratamiento que tienen que llevar a cabo en el caso de las mujeres”, evidencia Zuriñe, quien considera que los 1.000 euros de media que se dan en estos casos es “muchísimo” a pesar de los riesgos que comporta. “Hay personas que después han tenido problemas para ser madres o han tenido molestias. No se les informa bien”, asevera. Todo ello es, a su juicio, razón más que suficiente para poner el debate sobre la mesa.