Cuando su padre falleció como consecuencia de una enfermedad neuromuscular degenerativa, el temor de Zuriñe Burillo ante la contingencia de heredar la misma dolencia y trasmitirla en un futuro la llevó a un neurólogo. El resultado negativo de las pruebas no la tranquilizó tanto como escuchar lo siguiente en boca de su madre un año después: “Tu padre era infértil y naciste con semen de donante anónimo”. Ese alivio que sintió con 23 años al conocer que no compartía la carga genética con su padre, años después se ha transformado en inquietud y motivo de lucha ante la imposibilidad de averiguar cualquier dato referente a los donantes de gametos en el Estado español. “Me gustaría tener unas fotos, saber cuáles son sus intereses y sus gustos. Y un historial médico actualizado. Con eso, a mí, me bastaría”, afirma esta vasca, que está en contacto con otros jóvenes gestados por donación de gametos que solicitan abolir el anonimato de los padres biológicos.

“Me gustaría tener unas fotos, saber cuáles son sus intereses y sus gustos. Y un historial médico”

Según la narración de su madre, fue una de las primeras mujeres en hacerse un tratamiento de inseminación en el Hospital de Cruces en 1982. “Ellos vivían en Vitoria y se trasladaron a Bilbao para hacer el proceso tras tener conocimiento de ello a través del periódico”, relata Zuriñe, quien concreta que fue el primer centro público estatal en llevar a cabo estas técnicas de reproducción asistida. De hecho, el médico que llevó su caso fue José Ángel Portuondo, pionero en la fecundación in vitro que falleció en el accidente aéreo del Monte Oiz en 1985. “Fueron cinco tratamientos y, al quinto, se quedó embarazada”, expone esta trabajadora de una empresa de patentes, que nació en Vitoria y actualmente reside en Madrid.

“Siempre me habían dicho que no me parecía a mis padres y de pequeña incluso pensaba que era adoptada”, reconoce Zuriñe, quien salió de su error a los 23 años. Su primera reacción fue de incredulidad: “No puede ser... ¡hace tantos años no existían esos tratamientos!”. Pero su madre le contó todos los pormenores del proceso. “Y fue un poco más allá”, matiza Zuriñe, ya que fue la primera en plantear que quisiera interesarse por conocer la identidad del donante. “Se puso en mi lugar desde un principio. Incluso se llegó a preguntar: ¿Y si mi hija termina con un medio hermano?”, añade, ya que existía la posibilidad de que el semen del mismo donante hubiera sido empleado para fecundar también a otras mujeres. Durante cerca de una década, Zuriñe no preguntó nada más al respecto. Sin embargo, todo cambió cuando tuvo a su primera hija, hace siete años: “Al ver a quién se parecía y de dónde viene pensé que yo no iba a poder conocer mi origen del todo”.

La esterilidad, un tabú

“Siempre me habían dicho que no me parecía a mis padres y de pequeña pensaba que era adoptada”

Es muy posible que si su padre siguiera con vida, Zuriñe nunca hubiera sabido que no tenían una unión biológica. “En aquella época la esterilidad era tabú. De hecho, mi padre no quería que lo supiera”, explica esta vasca, quien está segura de que hay muchas personas de su generación que actualmente desconocen que son hijos de donantes de gametos por ese mismo motivo. Hace unos años, Zuriñe relató su historia en un canal de televisión estatal. “Se lo tuve que consultar a mi madre porque sabía que no le haría gracia. Aunque a ella le gustaría que pudiera conocer de dónde vengo, nadie de mi familia sabía que se había sometido a un tratamiento”, revela antes de concretar que optó por no nombrarla. “Es de agradecer que nadie de mi familia tuviera conocimiento de ello, porque me hubiera sentado fatal si todos, salvo yo, lo hubieran sabido”, afirma.

Ilustración: Pablo Viñas

En 2019, Zuriñe escribió al Hospital de Cruces buscando respuestas. “Quería saber si podían decirme de dónde era el donante anónimo, su grupo sanguíneo, sus rasgos... Cualquier información que dispusieran, además de un historial clínico actualizado”. La contestación fue que no existían registros, ni siquiera un historial clínico de su madre y que, por carácter general, en aquel entonces, los donantes solían ser españoles, con una altura y peso similar al padre. “Me dijeron que no me podían revelar la identidad del donante salvo que estuviera en peligro de muerte o tuviera algún tipo de problema. Que no estaban obligados a darme ninguna información más”, expone Zuriñe, a quien le trasladaron que tenían 1,5 millones de muestras microfilmadas y que, en el caso de encontrarse en unos de los supuestos de peligro, procederían a investigar si tenían alguna información relevante.

“No tengo información sobre el 50% de mi carga genética; para algunos puede ser importante; para otros, no”

Zuriñe entiende que la persona que hace más de cuatro décadas donó el esperma que utilizaron para fecundar a su madre lo hizo en unas circunstancias que garantizaban su anonimato, pero aún así, cree que debería tener acceso a más información. “Una de las chicas con las que estoy en contacto ha conseguido saber que del mismo donante nacieron otras cinco personas; es decir, que tiene cinco medio hermanos”, asevera. Tratando de saltar el muro de hormigón informativo que ha encontrado en los cauces oficiales, Zuriñe se hizo unas pruebas de ADN en My Heritage, una plataforma que muestra las personas con las se comparten características genéticas que también están dadas de alta. “De momento no he obtenido ningún dato importante, solamente he podido contactar con una prima tercera. Es una persona que desconoce sus orígenes, porque a su abuelo le dieron en adopción”, agrega.

Es consciente de que la motivación para conocer la identidad del donante que propició su nacimiento puede no ser la misma que tenga cualquier otra persona gestada en esa situación. “No tengo información sobre el 50% de mi carga genética; para algunas personas puede ser importante y para otras, no”, indica Zuriñe, a quien también le gustaría conocer las características físicas o de carácter de la persona que permitió su nacimiento. “No estoy buscando un padre ni nada parecido, pero tengo esa curiosidad y me gustaría conocer el historial clínico de esa persona”, expone esta vasca afincada en Madrid, que desconoce la predisposición que podría tener a padecer enfermedades hereditarias como Alzheimer, por ejemplo.