Irene Carrera asegura que la consulta de la matrona en Osakidetza está abierta a las mujeres “para que puedan contarnos esas circunstancias de maltrato”. Porque estas profesionales atienden no solo el tema ginecológico sino que también “les vamos a conectar con los recursos existentes. Si necesitan que seamos esa puerta de entrada, aquí estamos”, dice.

¿Cuáles son las señales de alarma que se activan cuando las embarazadas sufren violencia machista?

—Las señales de alarma son un poco independientes al embarazo. Cuando una mujer acude a consulta previamente revisamos la historia clínica, y ahí, hay veces que ya tenemos alguna pista de qué puede estar pasando algo. Luego, también nos fijamos en el comportamiento de la pareja en consulta, cómo vemos a la mujer, si tiene una actitud muy sumisa hacia él, y delega toda la conversación. Son algunos de los signos.

Parece impensable que alguien agreda a su pareja cuando está gestando a su propio hijo. Y sin embargo para algunos maltratadores eso no es un impedimento.

—No, de hecho, la violencia machista suele crecer durante el embarazo. Ocurre porque ellas son más frágiles, más vulnerables. Las mujeres se encuentran en una situación de mayor desprotección y, entonces, los casos tienden a aumentar.

¿Qué papel juegan las matronas?

—Durante todo el seguimiento del embarazo y el posparto somos el personal de referencia. En ese proceso, la mujer acude a nosotras entre ocho y nueve veces, y por tanto creamos una relación de confianza. Le das espacio para que ella pueda valorar qué le ocurre y empezar a contarlo.

Pero ahora mismo no a todas se les pregunta si sufren violencia.

—No, los protocolos actuales de Osakidetza no recomiendan que a todas les preguntemos si viven violencia. Solo cuando tengamos sospechas y eso hace que estigmaticemos. Porque si yo solo pregunto cuando sospecho, ¿en qué momento lo hago? ¿Cuando le veo un semblante diferente? ¿Cuando veo más precariedad económica? Entonces estoy poniendo filtros. Mientras que si pregunto a todas, ya no sospecho de ninguna y los casos que tienen que salir, saldrán.

Porque no hay un retrato robot, un perfil de las maltratadas.

—No hay un perfil. Cualquier mujer es susceptible de ser víctima de maltrato. Y cualquier hombre puede ser candidato. Independientemente de los estudios, de la condición económica... Hay situaciones que la fomentan más. Si además hay irregularidades administrativas, tiene varios hijos a cargo, no trabaja... Pero eso no quita que alguien mejor situado esté pasando por esa violencia.

¿Se escapan muchos casos? ¿Hay un problema de infradetección?

—Yo creo que la falta de ese cribado universal hace que no sospechemos de todas las que debemos porque muchas no son conscientes de que sufren esa violencia. La tienen tan normalizada que piensan que es lo habitual. De hecho, empiezan a pedir ayuda a los diez años de estar sufriéndola, sobre todo cuando es violencia psicológica. Se enmascara en frases como él es posesivo, es celoso... y no son conscientes hasta que hay algo que les hace abrir los ojos.

¿Qué testimonios les trasladan?

—Cada una tiene el suyo. Los casos que más vemos son los de violencia física. Situaciones en las que ha habido una agresión y ella no sabe cómo salir. Siente fundamentalmente miedo, y es urgente sacarla de ahí.

Están tocadas psicológicamente.

—Sí, claro, sobre todo si no tienen red social, la situación de desamparo es muy alta. Estás embarazada y no sabes dónde vas a poder quedarte.

Además de esa afectación psicológica de la madre, ¿el feto puede sufrir algún tipo de secuela?

—Suele ocurrir que puede haber más abortos, abortos de repetición, puede haber incluso partos prematuros o retrasos en el crecimiento del bebé.

Una embarazada que sufre violencia, ¿era ya una víctima previa?

—Puede ser que fueran víctimas de violencia psicológica y durante el embarazo derive en violencia física o violencia sexual. A veces debuta con el embarazo pero generalmente ya existía una violencia larvada aunque podía estar más oculta. Pero al final, detrás, siempre hay manipulación, celos, y personas muy posesivas y muy controladoras.

Cuando ustedes les tienden la mano, y les acompañan, ellas verán el cielo abierto.

—Nosotras, fundamentalmente, intentamos que se sientan comprendidas, que tengan un espacio donde expresar lo que ocurre y les ofrecemos los recursos a su disposición, ayudas económicas, estudios... Pero siempre respetando mucho los tempos. Si metemos presión, a veces no siempre están preparadas y sus tiempos son intocables. El objetivo es que denuncien y salgan de esa situación.