Es oír hablar del uso compulsivo de internet y las redes sociales y pensar en adolescentes, pero la psicóloga Ana Estévez recuerda que "afecta a toda la población". Así lo dejó patente en el arranque de las jornadas sobre adicciones comportamentales que, organizadas por el Área de Salud y Consumo del Ayuntamiento de Bilbao, se desarrollarán hasta octubre en la Sala Bilborock.

En la recta final de la pandemia ¿ha bajado el uso de internet y las redes?

-Cuando empezaron las nuevas tecnologías, hubo un pico muy grande de actividad y luego todo se fue estabilizando. Durante el confinamiento y la pandemia la tecnología se ha utilizado como una manera de comunicarse, pero hay una parte de las personas que también están haciendo una lectura de que están cansadas de las pantallas y de todo lo que sucede a través de ellas porque echan más de menos las relaciones directas y otro tipo de comunicaciones. Estamos viendo que, incluso en el aprendizaje, hay una parte de comodidad, pero la gente prefiere la presencialidad. O sea, que hay una necesidad de vuelta a la normalidad en este sentido.

Se mira a los adolescentes y jóvenes, pero ¿solo ellos están enganchados?

-Como sociedad les miramos a ellos y parece que les hacemos depositarios de todas las cosas negativas cuando los adolescentes y jóvenes son producto de una generación, de un momento y de una educación. Nosotros y nosotras, las personas que les estamos formando, somos los responsables de alguna manera. Ellos miran cómo utilizamos la tecnología. Nos sorprende que ellos la consuman cuando a nosotros, como personas adultas, también nos está afectando. Yo no creo que a los jóvenes o los adolescentes les afecte más. Es algo transversal que afecta a toda la población y si ellos lo hacen es porque es reflejo de las cosas que hacen los adultos.

Los chavales ya no hablan ni por teléfono. Solo se comunican por Instagram o Whatsapp. ¿Merma esto sus habilidades sociales?

-Para decir que algo se merma quiere decir que existe una capacidad que luego se ve disminuida. Yo creo que a todas las personas nos cuesta relacionarnos con otras, la comunicación cara a cara, el mirar a alguien a los ojos. Nos da mucho miedo a veces decir algo a alguien directamente y este tipo de dispositivos lo que hacen es favorecer esto que ya nos cuesta. Si hacemos un análisis de por qué se consumen determinadas sustancias, en algunas ocasiones el discurso de los jóvenes es que se utiliza como manera de relacionarse, de poder decir cosas que de otra manera no se pueden decir. La tecnología lo que hace es facilitar que se produzcan determinadas cosas, pero no porque haya merma, sino porque la comunicación directa es complicada, hay mucho más miedo al otro, mucha más vergüenza. Este tipo de plataformas permite jugar al despiste, decir las cosas que no son tan sumamente claras, están fuera de un contexto y se escriben sin tener a la persona delante que te está mirando y estás viendo de manera automática su reacción.

¿Cuántas veces pueden llegar a consultar el móvil al día?

-No existe una cifra única que nos diga cuánto tiempo. Lo más importante es cuando la pantalla o todo lo que sucede en ella no te permite estar en la vida real. Puede ser que te interfiera porque puedes tener un accidente laboral o con el coche. La nueva normativa penaliza especialmente el uso de los móviles, que es muy importante. Cuando uno pasa mucho tiempo e interfiere con la vida, el aprendizaje, el trabajo o las relaciones, estamos hablando de un uso problemático, pero no hay un límite. No se puede decir cuántas horas. Depende también del contexto, de las personas.

Las notificaciones son una tentación a la que es difícil resistirse.

-Las redes sociales están diseñadas para que pasemos el mayor número de tiempo posible con ellas. Las notificaciones constantes interrumpen todo lo que estamos haciendo. Cada vez que suena un correo electrónico o un whatsapp o alguien hace algo, y las redes están moviéndose continuamente, ves una notificación, paras y te metes. Además, una vez que empiezas a consultar, encuentras un montón de información porque la propia página web está diseñada con contenido específico para ti. La huella digital, todo lo que hacemos y subimos, las fotos, las conversaciones más íntimas, están en plataformas, con lo cual saben todo de nosotras: cuándo nos despertamos, nos acostamos, en qué lugares estamos, qué compramos...

¿Qué aconsejaría hacer para no quedar atrapado en sus 'redes'?

-Es fundamental limitar el número de redes sociales, eliminar las notificaciones y fijar un tiempo concreto de uso. También es importante tener en cuenta qué uso se hace. No es lo mismo el uso en un momento concreto que cuando estoy triste, aburrida, no sé qué hacer... Eso también favorece que pasemos mucho más tiempo ahí.

Muchos estudian con el móvil al lado. ¿Pasa factura en la concentración y el rendimiento escolar?

-Nos pasa, no sé si a ellos, seguro que también, a todos los adultos. Estás intentando hacer algunas actividades que requieren concentración y estás continuamente recibiendo notificaciones que cortan ese espacio. Si estás conectado, intentando hacer distintas cosas a la vez, seguramente el rendimiento y la capacidad de aprendizaje, que requiere una concentración y unas habilidades muy concretas, no van a poder darse.

Utilizan internet y las redes para evadirse, pero también les pueden acabar generando ansiedad.

-Hemos publicado recientemente una artículo sobre Instagram, una de las redes sociales con mayor volumen de personas activas. El hecho de que todas las imágenes que se vean en las redes sociales sean relativas a la perfección, a la idea sobre cómo tiene que ser tu vida, hace que se comparen y sientan que su vida no es lo suficientemente buena respecto a ese ideal, que no es real. Esa comparación está afectando porque son estándares de belleza inalcanzables o expectativas de la vida que no están fundamentadas en la realidad. Igual las personas adultas somos conscientes cuando vemos esas imágenes de que la vida real es mucho más compleja, que ocurren situaciones muy complicadas, como guerras, duelos o pérdidas, pero los jóvenes o adolescentes no lo son porque están en proceso de formación. No pueden ver las consecuencias que van a tener sus acciones a medio o a largo plazo, creen que esa es la posibilidad. Entonces, eso genera mucha frustración, un alto nivel de ansiedad y también de tristeza.

Muchos invierten su tiempo desde que llegan de clase hasta que se acuestan en las pantallas. ¿Debe encender esa actitud las alarmas?

-Hay situaciones en las que eso necesariamente no tiene que ser problemático y en otros niños y niñas o adolescentes sí puede serlo, es decir, hay que hacer un traje a medida para cada persona. En algunos casos puede facilitar la integración y en otros, generar más aislamiento o más malestar. Como personas adultas debemos ser conscientes del uso que nosotros hacemos, cómo están nuestras conversaciones con nuestros hijos, si en el momento en que suena el teléfono lo dejamos todo y lo postergamos por ese zumbido. Debemos generar espacios libres de tecnología para que sucedan cosas, para que nos aburramos y podamos conectar con otras cosas. También es cierto que a veces las cosas con las que nos conectamos no nos gustan tanto. Por eso la tecnología es una manera de evadirse de esa realidad que no nos gusta.

Retirarles el móvil o quitar el wifi conlleva una discusión sí o sí. ¿Es síntoma de que hay una adicción?

-Si a mí me quitas la chuchería cuando soy pequeña, claro que hay un enfado. Como padres y madres debemos estar dispuestos a afrontar ese enfado de ese adolescente y poner normas. En este mundo en el que estamos con dificultades para la conciliación y con vidas tan amontonadas a veces nos falta la energía que necesitamos para decir que no y lo entiendo. A veces se nos culpabiliza mucho a los padres y madres y hacemos lo que podemos en las circunstancias vitales que nos envuelven, pero es cierto que tenemos que poner límites para ayudarles a hacer un uso responsable de la tecnología y de la vida.

No es fácil que reconozcan que abusan de internet o las redes. ¿Cómo hacer que tomen consciencia?

-Esa es la característica propia de las personas que tienen un problema. En este caso se les puede retar a probar si pueden no estar tanto tiempo o estar sin la tecnología. Cuando ellos sean conscientes de que eso no es posible, seguramente empezará el debate de decir qué está pasando.

¿Qué pueden hacer los padres para que vayan reduciendo su consumo?

-Ante cualquier duda con respecto a si hay algún problema, consultar a las personas expertas en adicciones comportamentales. Segundo, que hagan un análisis del uso que ellos y ellas hacen de la tecnología porque también es importante. Para enseñarle a alguien que no consuma tanto uno tiene que hacer el trabajo previo de no consumir tanto y ser conscientes de que puede haber un problema de uso. No son temas inocuos.