EL claustro de la más que centenaria Universidad de Deusto es un cuadrado de unos 20 metros de lado flanqueado por un corredor formado por arcos de medio punto. Todo de piedra. Sólido. Y con la manifiesta voluntad de parecer milenario. Cualquiera diría que las tres altas palmeras que extienden sus penachos verdes en el centro llevan allí desde que el tiempo se mide. Hace ya unos años que ese claustro cuenta con una cubierta rígida y trasparente. Parecía un invernadero en el que debía fructificar el porvenir.

Porque ya ha florecido. Haciendo honor a los balbuceos de la primavera, el porvenir mostraba sus pétalos en forma de maquetas, presentaciones en tablets, esquemas y todo tipo de soportes. Decenas de estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria y bachiller pululaban de unos mostradores improvisados a otros. Lo mismo que el personal docente que les tutelaba. Como suele suceder en todo tipo de concursos abundaban los nervios y la ilusión por ganar alguno de los premios de la presente edición, la segunda, de Making Cities 2030.

Aunque la realmente ilusionada debiera ser la comunidad en general puesto que es la ganadora segura. “Es importante que la conciencia por el desarrollo urbano sostenible vaya más allá de las grandes conferencias internacionales y se extienda a toda las personas”, defiende Roberto San Salvador del Valle, catedrático de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad de Deusto, director de Cities Lab e impulsor del evento.“Con Making Cities 2030 conseguimos que el desarrollo sostenible forme parte de las conversaciones de los estudiantes”, recalca el profesor.

Formaban parte del grupo de importantes personalidades que constituyen el jurado del certamen el viceconjero de Desarrollo Territorial y Agenda Urbana, Miguel de los Toyos; Iñaki Garcinuño, empresario y expresidente de Cebek; Begoña Guzmán, responsable de Cultura para la Transformación Social en Unesco Etxea; Aitor Acilu, arquitecto y profesor en la Universidad de Navarra, y Raúl Sainz de la Maza, responsable de Comunicación, RSC y Relaciones Institucionales del BBVA. Conversó con el jurado Kike Hermosilla, director de desarrollo de DEIA, diario que colabora con la iniciativa.

FAMILIAS

Expectantes del veredicto se hallaban también las familias de jóvenes que presentaban sus proyectos. Era el caso de Ainhoa Gómez e Iñigo y Maialen Maguregui, padres y hermana de Irune Maguregui, quien, con compañeros de Askartza Claret, había diseñado un sistema de difusión del euskera en las ciudades.Marijose Ureta y Fernando Escaño, padres de Lucía Escaño, que formaba parte de un grupo de 3º de ESO creador de cúpulas geodésicas en Urduliz para utilizar como espacio cultural, se encontraban en las mismas. Igual que Isabel Eguía, Óscar Fereiro o Javier Palacios.

Entre los docentes andaban atareados Carmen Pérez Rasilla, Lucila Larragán, Jaione de la Puerta, Garazi Beldarrain o Álex Ruiz.

Presentaron sus propuestas Ekain Fernández, Martín Barrondo, Julen Llano, Nora Escribano, Lucía Nieto, Elene Gurtubay, Xiomara Justiniano, Inés Fernández de Bilbao, Constanza Giráldez, Sofía Alfonso, Elene Pino, Sofía de la Puerta, Ager y Paule Laka, Asier Tellitu, Eneko Valbuena, Asier Padilla, Nadia Peña, IkerMartínez, Julen Velasco, Brenda Guevara y Jing Xuan Yu.

También defendieron sus ideas para un futuro sostenible Iván Calvo, Kattalin Ibarreche, Paola Córdoba, Elina Boira, Paul Bilbao,Izaro Palacio, Ezekiel Ikoko, Mikel Díaz, Nerea Lacha, Sofía Cuétara, Oroitze Villa, Amaia Talegón, Andrea López, Alejandra Etxebarria, Haizea Bridet, Lucila Cacho, Lucía Álvarez o Gabriela Bengoetxea.

Todo este hervidero de futuro lo bendecía, desde el centro del claustro, un paciente Cristo tallado en arenisca n cuya peana figura la fecha 1890. Verá los frutos de alguno de los proyectos presentados ayer. Quizá los de varios de ellos.

Puede que el que se centra en la formación vial para ciclistas, o el que propone una original campaña contrael acoso callejero, o ese que defiende la conexión de las ciudades con poblaciones próximas poco habitadas pero con abundante espacioverde y arbolado.

2030 está ahí. A la vuelta de cualquier hoja del calendario.