MAIA, habla con Pedro Sánchez, que queremos ir a Euskadi". Se lo ha pedido por WhatsApp Dasha, una niña bielorrusa, a la presidenta de Bikarte para que se reanuden las acogidas de menores afectados por Chernóbil que promueve la asociación y que llevan paralizadas desde hace más de año y medio, primero por la pandemia y ahora por una "grave crisis diplomática". "Otras fronteras están abiertas y casualmente las de Bielorrusia, país al que la Unión Europea ha impuesto unas restricciones, siguen cerradas. Pedimos a las autoridades que hagan unos corredores humanitarios para que esos menores puedan venir porque está en juego su salud", reivindica Amaia Aretxaga, presa de la "impotencia". "Hay muchos que te preguntan: ¿Ya no vamos a ir nunca más? y se te cae el alma a los pies".

El año 2020, por increíble que parezca, no pudo arrancar mejor. "Lo empezamos felices de la vida con los niños aquí y nos dieron en el Ayuntamiento de Donostia la medalla al mérito ciudadano", recuerda Amaia. "Dos meses después se truncaron todas las ilusiones". La pandemia impidió las estancias estivales y navideñas y este año no han corrido mejor suerte. "En 2020 estaban cerradas todas las fronteras y era lógico. Lo entendimos perfectamente, pero este verano teníamos la esperanza de que sí y resultó que no", lamenta.

Tras denunciar que "los menores no tienen por qué pagar unas restricciones que, en todo caso, son políticas", Amaia urge a buscar una solución para que cerca de 150 niños y niñas de Bielorrusia y las familias vascas que los acogen puedan por fin volver a abrazarse el próximo año. "Son menores que están muy afectados por la radiación. Cuando venían a muchos ya se les estaba tratando aquí de tiroides y de repente la asistencia sanitaria se les ha paralizado", advierte.

De hecho, no haber podido viajar a Euskadi para "recargar las pilas" ya les está pasando factura. "Se nota que no han ido de aquí con las vitaminas suficientes. Durante este año y medio sus familias dicen que se han puesto muchísimo más a menudo enfermos, han faltado muchísimo más a la escuela y alguno ya ha tenido que pasar por el hospital porque se le ha complicado un catarro", asegura la presidenta de Bikarte, a quien los padres y madres de los menores le han transmitido sus miedos. "Les preocupa la salud de los niños porque la radiación afecta bastante al cáncer de tiroides y sabían que aquí estaban supervisados médicamente, se les llevaba al dentista, al oculista e incluso muchos volvían a Bielorrusia con gafas. Están muy preocupadas, sobre todo, porque están comiendo todo el día alimentos contaminados de la huerta", explica.

El ánimo de los niños y niñas, dice, también se está viendo afectado por este parón de las acogidas temporales. "Cuando vienen aquí pueden estar en un ambiente tranquilo porque allí viven en unas condiciones extremas en todos los sentidos, tanto en pobreza y en salud, como en situación psíquica en casa", detalla.

Para revertir esta situación los impulsores de estos programas han solicitado reuniones en todas las instituciones, desde los ayuntamientos y el Gobierno vasco hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores. "Estamos dispuestos a ir a Vitoria, a Madrid o a donde sea, pero no hemos obtenido respuesta a ninguna de las cartas que hemos mandado. Yo creo que los políticos no son muy conscientes de lo que hay en juego, pero tampoco nos dan la oportunidad de explicárselo", censura Amaia, vicepresidenta también de la Federación Pro Infancia Chernobyl que agrupa a las asociaciones del Estado que acogen menores en Bielorrusia. "Estamos luchando todos juntos y no hay manera".

"Hemos mandado mucha ayuda"

A la espera de que su llamamiento obtenga respuesta, Bikarte no se ha quedado de brazos cruzados. "Hemos mandado muchísima ayuda. Enviamos a los colegios mascarillas, geles, termómetros digitales y material escolar y a las casas de los niños, comida. También hemos organizado un campamento en zona no radiada en Bielorrusia para que por lo menos pudieran tener un respiro, pero estar allí veinte días no es igual que estar dos meses y medio aquí en verano", señala.

Tampoco descuidan el plano afectivo. "Hablamos mucho con ellos para que entiendan que desde aquí estamos luchando para que vengan, aunque tristemente no es nuestra decisión. Ya lo saben, pero se lo seguimos recalcando", cuenta apenada. "Nosotros, como asociaciones, no nos vamos a meter nunca en las restricciones que se le impongan a un país por temas políticos, pero es muy injusto que unos menores se vean afectados por esto", reitera.

Convencidos de que "si los niños no viajan, las asociaciones no van a resistir mucho y los programas de acogida se acabarán", no escatiman esfuerzos para seguir echándoles una mano. "Les enviamos ayuda, pero llegamos hasta donde llegamos. Muchas veces son familias de mujeres solas con cinco hijos. Al no venir los niños en acogida tampoco recibimos subvenciones. Es la pescadilla que se muerde la cola", indica.

Menos mal que "la gente particular es solidaria y ha habido ayuntamientos que también nos han subvencionado algo. Hacemos muchas cosas para recaudar dinero y seguir ayudándoles, pero, sin ninguna duda, la mejor ayuda es venir aquí", recalca. En Bikarte tienen la esperanza puesta en poder celebrar el próximo verano, junto a los niños y niñas, el vigésimo quinto aniversario de la asociación.

"Hombre, si mañana nos dicen que pueden venir en Navidades, te aseguro que hacemos los papeles día y noche sin dormir para traerlos de la manera que sea y por donde sea, pero somos conscientes de en qué fechas estamos. Lo que nos da miedo es que lleguemos así a enero, febrero o marzo y otra vez se queden sin venir", se teme.

De cumplirse sus peores augurios, serían dos años sin pisar Euskadi. "Niños que venían con once años de repente van a venir con trece. Yo creo que esto está afectando también mucho psicológicamente a las familias, que tienen mucha ilusión por que los niños vengan, pero no se puede esperar mucho más tiempo, sobre todo, por su salud", subraya Amaia. Recuerda que "este programa de acogida de menores estaba totalmente avalado por todas las administraciones tanto españolas como vascas y ahora parece que nadie se acuerda de él".

Consciente de que cuando vengan lo harán con carencias, dice que harán "todo lo posible" para paliarlas. "Les costará, pero son supervivientes natos y se adaptarán. Tienen todos tantas ganas... Pero para todo eso necesitamos que vengan. Necesitamos que nos oigan".

"Pedimos a las autoridades españolas y europeas que hagan unos corredores humanitarios para que esos menores puedan venir"

"Las familias están preocupadas porque la radiación afecta al cáncer de tiroides y aquí estaban supervisados médicamente"