Sarai Montes vivió sin ser quien era hasta los 29 años, mientras que Mei Arregi ya ondeaba de pequeña su melena y sus vestidos al viento. Pese a que la primera sufrió un calvario y la segunda creció en libertad, ambas abanderaron ayer con idéntico orgullo los derechos de las personas transexuales en el Parlamento Vasco, cuya presidenta, Bakartxo Tejeria, firmó la insignia del colectivo, junto a otros representantes institucionales y de las entidades Errespetuz, Gehitu y Ortzadar LGBT, organizadoras del acto.

Con esta bandera, que viajará por todas las comunidades autónomas, exigen una ley estatal que garantice su igualdad y les permita cambiar su nombre y sexo en el DNI sin informes ni pruebas. "La única persona que puede certificar que yo soy una mujer soy yo, no ningún psiquiatra", defiende Sarai.

Vivir "dentro de un armario"

Sarai vivió su infancia y su adolescencia "dentro de un armario", en el que permaneció agazapada, sufriendo, hasta los 29 años. "Yo no lo dije. Si hubiese sabido que no iba a tener el rechazo por parte de la familia y demás, lo habría contado antes", confiesa. Ahora que, después de años de lucha, ve cómo otros niños y niñas transexuales crecen libres piensa en cómo hubiese sido su vida de haber nacido en estos tiempos. "Habría podido vivirla siendo yo de cara al mundo", anhela esta bilbaina de 43 años.

No hay marcha atrás, pero le consuela "la satisfacción" que siente cuando ve el respaldo social que arropa a estos menores. "Me encanta. Cada vez que veo a los txikis haciendo su vida, por un lado, me emociona mucho y, por otro, me muero de envidia", confiesa.

Aportación de las asociaciones

También siente "muchísimo orgullo" por los granitos de arena que han aportado desde la asociación Errespetuz, que preside desde que se creó, en 2008. "Ves que el trabajo tiene sus frutos. De hecho, Naizen nació de nuestra asociación. Llevábamos años atendiendo a gente que decía: Oye, a mí me pasa esto y de repente un día vino una amatxu y nos dijo: A mi criaturita le pasa esto. Pensamos: Algo ha cambiado", recuerda. También se ha avanzado, añade, en el ámbito educativo, "donde hoy hablamos de transexualidad, cosa que antes era totalmente impensable".

Colectivo discriminado laboralmente

Sarai no sufrió transfobia en la empresa donde llevaba años trabajando, pero una vez que se quedó en paro, a raíz de la crisis de 2008, no volvió a conseguir empleo de lo suyo, en el sector de la construcción. "Mi imagen y mi documentación ya habían cambiado. Empecé a mandar currículums y nunca llegué a una entrevista, cuando antes eran las empresas las que me llamaban a mí. A mí me han discriminado por ser chica, no por ser transexual", asegura.

Sea por una u otra razón, este colectivo no lo ha tenido fácil para ganarse la vida. "En 2009 el Ararteko hizo un estudio y se hablaba de tasas de desempleo superiores al 94% en el colectivo transexual. Ahora igual ha cambiado, pero en ese momento éramos el colectivo más discriminado laboralmente de toda la sociedad, por encima de los inmigrantes, el pueblo gitano, los expresidiarios o cualquier otro que te puedas imaginar", denuncia.

Problemas con la documentación

Que el nombre y la foto del carné de identidad no coincidan con lo que el entrevistador tiene delante de sus ojos no ayuda. "Cuando se enteran de que eres transexual les vienen miedos y no te contratan. Mi pareja, Ares, fue a una entrevista de trabajo de conductor de autobús, le dijeron: Nos gusta mucho cómo conduces, trae los papeles para hacerte el contrato. Cuando los llevó, no tenía el DNI cambiado, le dijeron: Ya te llamaremos y hasta hoy", relata.

Aunque en Euskadi existe "una documentación" que les "ayuda a evitar situaciones violentas en el colegio, los polideportivos o el transporte público", el carné de identidad les "marca en algo tan habitual como los títulos educativos o los billetes de avion". "El DNI afecta a mogollón de cosas en tu vida que ni te planteas si no tienes una historia de estas. A una amiga le dijeron al pagar con tarjeta en un supermercado: Perdone, pero me ha dado el DNI de su marido", recuerda.

Mei creció sin ataduras

"Muy femenina desde pequeña", Mei Arregi creció sin ataduras, pero también sin información. "Me gustaba llevar el pelo largo y mis padres no me ponían problemas para llevar vestidos. Me dejaban libre, pero no pude dar a conocer quién era hasta que vi en internet que existía la transexualidad y dije: Ostras, esto es lo que me está pasando", explica esta donostiarra de 21 años, integrante de la asociación Naizen.

El descubrimiento lo hizo con 15 años, se lo contó a alguna amiga y en 2017, al finalizar la ESO, se abrió a su familia. "Me atreví a dar el paso, lo conté en casa, y la verdad es que en mi entorno cercano se lo tomaron muy bien todos. Es como que se lo esperaban. No hubo ningún problema. Por esa parte no me puedo quejar", dice sabiéndose afortunada.

El periplo sanitario

Compartido su secreto, empezó su periplo sanitario, del médico de cabecera a la Unidad de Género de Cruces. "Entonces las cosas estaban un poco más difíciles que hoy en día porque pedían muchas consultas psiquiátricas y psicológicas. Tuve que pasar año y medio hasta conseguir las hormonas. La espera se me hacía muy larga. Tenía ya 18 años y no quería seguir desarrollando. Me pillaba en una época de estrés y me puse en contacto con el servicio Trànsit de Barcelona para poder facilitarlo", relata.

Los trámites burocráticos

Este mes hará tres años que comenzó con el tratamiento hormonal y desde hace aproximadamente dos cuenta con un carné acorde a su identidad. "Fui poco a poco reuniendo muchos documentos para cambiar el nombre en el DNI y, un poco más tarde, la mención de sexo", detalla. Hasta entonces fue resolviendo la papeleta "con la tarjeta del Gobierno vasco". "Como tampoco me he ido fuera a estudiar ni nada, me ha ido sirviendo. En Osakidetza también he tenido mi nombre y los datos cambiados. Entonces, tampoco me he visto en una tesitura mala", agradece. Cuando su antiguo nombre se ha colado en algún documento, lo ha corregido sin problemas. "Comparando con cómo era antes, la cosa está cambiando mucho, aunque todavía queda por hacer", matiza.

Echan en falta más especialistas

En concreto, en Euskadi, dice, "hacen falta más especialistas". "Los que hay en la Unidad de Género de Cruces lo están haciendo bien, pero que todos tengamos que ir allí para todas las consultas: psicológicas, psiquiátricas, endocrinos... Tendrían que tener alguna sede o algún profesional en cualquiera de las tres capitales vascas", plantea, al tiempo que reclama "ayudas para las personas trans migrantes", que tienen "mayores dificultades para cambiar su documentación".

Desde que entró a formar parte de Naizen, dice Mei que le ha "cambiado la vida completamente" porque ha conocido a muchas personas en situación similar a la suya. Por eso brinda a los menores transexuales que estén indecisos el "apoyo" de la asociación. "Es muy importante el acompañamiento de otras personas. Tienen que sentirse seguros. Necesitan comprensión y poder ser ellas y ellos mismos".