Esta semana se ha consolidado como la del despegue definitivo de la vacunación. Este viernes Euskadi batió su récord diario con 31.300 dosis inyectadas en un fin de semana de infarto. Con los viales de AstraZeneca que llegaron el viernes, Euskadi ha recibido 193.080 dosis y todas ellas van a ser administradas esta semana y durante los primeros días de la siguiente. Los vacunódromos echan humo, convertidos en un zafarrancho de combate donde reina la organización. En el pabellón de La Casilla, este sábado y domingo se ponen unas 4.500 dosis, "217 por box, en diez boxes en horario de mañana y tarde... Calcula", dice Matxalen Barcenilla, la enfermera responsable, echando números y con el recinto a reventar de personas que van a recibir su segunda dosis para conjurar el bicho.
"Esto es lo único que nos va a permitir escapar de este infierno en el que nos ha metido el covid. A ver si, cuanto antes, nos vacunan a todos y salimos de este agujero", cruza los dedos Amaia Martínez, mientras aguarda impaciente su turno. Allí reina el optimismo, sabiéndose todos prácticamente inmunizados ya que tocan segundos pinchazos de la vacuna de Pfizer-BioNTech, la que hasta ahora ha llevado el peso de la inmunización en Euskadi donde ya se han administrado unas 600.000 vacunas. La remesa llegada el lunes de 98.000 dosis de la farmacéutica estadounidense ha permitido a Osakidetza engrasar la maquinaria a tope y dar un acelerón definitivo a esta campaña masiva de vacunación, la mayor llevada a cabo en la historia.
Aunque sea de mala educación preguntar la edad, ayer te la decían sin ponerte una sola objeción "Yo, 78" "Yo 79... ¿A que me conservo como una rosa?", y la gente seguía dando una lección de buen comportamiento.
Aplausos y bombones
Porque el personal sanitario confiesa, emocionado, que la gente responde con mucha gratitud. "Aquí han llegado cartas de agradecimiento, nos han traído bombones, la ciudadanía quiere corresponder, y el otro día a última hora de la tarde, nos aplaudieron y nos gritaron gracias, muy buen trabajo", confiesa Barcenilla, sintiéndose doblemente recompensada.
Aunque desde que el pasado mes de marzo se abrió el recinto de La Casilla se han puesto todas las marcas de vacunas que hay en el mercado, ayer tocaba la más veterana, porque "intentamos no mezclar los grupos de edad", asegura Ascen Rodríguez, adjunta de la Dirección de Enfermería de la OSI Bilbao-Basurto y responsable de la organización de la vacunación que supervisa también otros puntos como el ubicado en Doctor Areilza.
En los boxes, el personal se afana en administrar sueros sin desperdiciar una pizca. "Esto es oro líquido y hay que cuidar hasta la última gota", señalan Patricia Prieto y Lucía Lorenzo en el box 10. Y eso que la de Pfizer es la más complicada de administrar ya que deben reconstruir la dosis mientras que AstraZeneca, Moderna y Janssen ya vienen preparadas, es decir, diluidas. "Cogemos 1,8 de suero, lo metemos en el vial, sacamos el aire, movemos el vial para que se reconstituya bien y luego hay que ir sacando 0,3. De cada vial, extraemos seis. Eso se lleva a rajatabla", explica Matxalen Barcenilla. Todo con una precisión milimétrica. "Hay que hacerlo con concentración y con muchísimo cuidado porque no se puede perder ni una gota. Tiene que ser un proceso perfecto", subraya Ascen Rodríguez.
Las profesionales no ocultan que la gente acude con más tranquilidad a ponerse Pfizer que AstraZeneca. "Los de Pfizer vienen muy confiados porque tienen la experiencia de haberse puesto la primera. En general, acuden contentos y con ganas, pero los de AstraZeneca, como han escuchado en los medios lo de los trombos, vienen y te preguntan", aclara Barcenilla. Es lo que sucede, por ejemplo, en el Centro de Salud Sáenz de Buruaga donde este fin de semana se ha puesto en marcha otro punto de vacunación, para inocular dosis del preparado de Oxford. "Si les toca AstraZeneca te cuentan más su historial médico que con otras vacunas. Quieren que les certifiques que no hay problemas, necesitan más explicaciones que con las otras marcas", matiza Rodríguez. Y eso que, entre los mayores, no hay excesivas reticencias. "¡Hija, a esta edad ya no estamos para tonterías, tenemos que ponernos la que nos toque y no andar con tantos remilgos", dice Faustina Castrillo mientras se remanga.
Para poder poner en marcha esta apisonadora de vacunas, hace falta un equipo de sanitarios ingente. De hecho, solo para las 4.500 dosis de La Casilla, se necesitan unas 55 personas trabajando cada día. "Once enfermeras y 26 auxiliares por turno, cuatro celadores... Para nosotras esto es un día normal", resumían, sin ser excesivamente conscientes que esta semana, Euskadi batirá un nuevo récord de vacunas y superará con creces su marca de Semana Santa.
Logística
El problema de la logística tampoco parece amilanarles. "Respecto a la conservación y al frío, la más delicada es Moderna porque una vez que se descongela hay que moverla lo mínimo posible. En ese sentido, es más difícil, pero luego no tiene ningún problema porque se carga como el resto", indica Rodríguez.
Los viales se reciben diariamente. "A las 8 estamos ya levantando la persiana para empezar a vacunar. La última cita es a las nueve y media pero se puede complicar y te dan las diez o las diez y media tranquilamente", destacan. La programación y la marca de la vacuna se organiza según las remesas que van llegando, pero puede haber cambios de última hora. "Janssen iba a entrar el viernes y lo que entró fue Pfizer", precisan mientras el movimiento en el pabellón no desciende. En las improvisadas salas de espera, decenas de personas esperan los quince minutos de rigor por si hubiera una reacción, algún mareo... "Además están también los de la DYA que, a la mínima, atienden cualquier incidencia", resaltan.
A pie de box, Patricia Prieto y Lucía Lorenzo saben lo que es trabajar con las agujas y con fármacos completamente desconocidos. "Pero hay gente que se ofrece a que le pongamos cualquiera", señala Prieto.
Lucía empezó a vacunar en Basurto y desde que se habilitó La Casilla, siempre al pie del cañón. "Vamos por edades y también por vacunas. Depende del día, tenemos un rango de edad y una vacuna". "Todas son seguras y todas, fáciles de administrar. Pero como son agujas especiales, esta de Pfizer requiere un procedimiento más largo porque tardamos más tiempo en cargar. Sin embargo, todo compensa. Caramelos, bombones... De todo nos han traído", dice Lorenzo, sonriendo.
"En mi entorno nos llamamos por teléfono; 'eh, que ya me han puesto la segunda dosis' y eso es una fiesta"
Vecina de San Ignacio (Bilbao)
Con 81 años, Pilar Goiri recibió ayer la segunda dosis. "Espero estar muy pronto completamente inmunizada, porque como luego oyes que a lo mejor hay que repetir con otra vacuna... Cuando vine el primer día, pregunté cuál me iban a dar porque la de AstraZeneca no me ofrecía demasiada confianza. Pero si hay que ponérsela se pone, ¡mejor eso que coger el covid! Aunque mejor que no hubiera venido el bicho ese". Nacida en Bilbao y residente en San Ignacio, esta viuda desde hace cinco años revela que la gente de su entorno está ya toda vacunada. "Nos llamamos por teléfono, 'eh, que ya me han puesto la segunda' y eso parece una fiesta".
"Ahora que ya estoy vacunado, en cuanto nos dejen cojo y me escapo a Castellón a ver a mis hijas y mi nieta"
79 años
Confiesa que la primera dosis de Pfizer le ha sentado fenomenal. "Pero me daba igual la marca; como hay que ponérsela, la que toque. Me daba igual ponerme AstraZeneca. ¡Como cuentan tantas batallas no sabes a quién hay que creerle! Pero yo me fiaba porque mi hijo pequeño es sanitario y me recomendaba estar tranquilo y pincharme". "Yo, desde luego, estaba deseando vacunarme y tener el certificado para poder salir. A ver si nos abren ya, que tengo unas ganas tremendas de marcharme a Castellón para ver a mis hijas y a mi nieta. En cuanto nos dejen, me escapo".