Marzo de 2020 será recordado durante muchas generaciones como el mes del estallido de la pandemia del SARS-CoV-2 que ha dado un buen revolcón a todos los países, sin distinción de latitudes, ni credos, ni riquezas. Pero esa fecha, con todo lo desgarrador que entraña, también es un motivo de satisfacción para Ayoub En-Nejmi, un joven bereber de 21 años, porque coincide con su llegada a Bilbao medio año después de haber tocado tierra en Algeciras. Estaba en el albergue de Altamira cuando se confirmaron los peores presagios y, de urgencia, fue trasladado junto a otros chicos a un polideportivo en una primera medida para tratar de establecer burbujas sociales y, de paso, evitar la transmisión comunitaria del virus.

Aquel fue solo el primer paso en el renacer de Ayoub que a día de hoy estudia un curso "largo" de Electricidad en el centro de la Cooperativa Peñascal en Bolueta. Esta entidad, junto a otras del Tercer Sector, han sido claves durante todos estos meses para sacar de la calle a un buen puñado de personas en condiciones de exclusión y de vulnerabilidad social, y aprovechar las circunstancias para proponerles una nueva forma de encarar sus vidas, un proyecto vital o "un itinerario integral" como les gusta decir a educadores sociales como Gorka Novales, quien conoció a Ayoub también en marzo.

Lo hizo en uno de los dos espacios que Peñascal tuvo que habilitar por aquellas fechas deprisa y corriendo -pero con orden y sentido común- para confinar a 40 chicos. Una veintena en Montaño, en la parte alta de Uribarri, y otros veinte en Sarrikue, encima de Arabella. "Convivimos confinados como se pudo y nos conocimos [en Montaño]", recuerda Novales. "Pasamos el confinamiento con la incertidumbre de no saber qué iba pasar en junio, pero el Gobierno vasco puso en marcha Lehen Urratsapara dar continuidad a todas estas personas a las que se está dando respuesta y buscar un itinerario de inserción social. En nuestro caso, hacer cursos, buscar prácticas, trabajo, los papeles y una vida lograda", encadena el coordinador de este programa en Peñascal.

Y una decena de pisos

Y ese también fue un punto de inflexión para la entidad que, en colaboración con Agintzari, ha reforzado su programa con un proyecto similar pero en pisos. Mantienen las 40 plazas de Montaño y Sarrikue y, además, han habilitado otras 20 más en viviendas para facilitar la transición de otros jóvenes que ya llevan un tiempo formándose y conviviendo. "Los albergues-residencias son un previo paso para jóvenes que llevan menos tiempo, menos arraigo, o no tienen curso o están empezando y su emancipación la ven más lejana", apostillaba Novales. La respuesta ante este formato de los pisos es buena y Peñascal mantendrá este modo de trabajo buscando nuevos pisos.

De momento, una veintena de chavales ya han dado el salto. El modelo es sencillo y resultón: aprovechando que muchos estudiantes que han pasado por Peñascal se han emancipado y pueden ser referentes positivos, les proponen compartir piso con los novatos. "Cuesta encontrar habitación, prejuicios raciales.... Al principio, poner en marcha diez pisos nos parecía difícil", acentuaba Novales. Y en ese tránsito anda metido ahora Ayoub, el joven risueño que abandonó su aldea [Beni Mellal] a los pies del Atlas para tener "un trabajo que vale para toda la vida". Tiene las ideas claras: aprender para trabajar, conseguir los papeles, echar un cable a su familia y, de paso, ayudarse a sí mismo.

"No me falta nada. Tengo ojos, manos, cabeza, Tengo que sacar todo lo que tengo", telegrafía. "No vas a llegar al futuro con solo dormir. No pasa nada por levantarte temprano para trabajar. La gente lo hace", añade minutos antes de enfundarse su buzo y trastear con piezas y cables en el taller de enseñanza del centro Peñascal en Bolueta. Sus ganas no solo impresionan a sus profesores y al propio Novales. Su disposición para aprender también llamó la atención de Enrique, un voluntario de la Fundación Ellacuria que ha sido su cicerone. "Me ha enseñado mucha cultura de este país y de Bilbao para ver cómo es la gente", sintetizaba Ayoub.

Más hechos que palabras

Porque él, como otros muchos jenasque llegan al continente europeo, quieren ser las personas que por diversos motivos (pobreza, guerra, discriminación,€) no pueden ser en sus países de origen. Un par de compañeros de Ayoub que viven en Sarrikue tuvieron que abandonar sus estudios universitarios. "No podían pagarlo y trabajando a las tardes y lo dejaron a medias", subraya el joven bereber. "Algunos tienen FP hecha, pero cuesta mucho homologarlo. El título de la ESO es más fácil, pero también cuesta hacerlo", apostillaba Novales.

Sarrikue y Montaño son dos recursos básicos en el empeño de Peñascal por dejar atrás las palabras y predicar con hechos. Por ejemplo, en vez de albergues prefieren llamarlos residencias porque la palabra albergue trae recuerdos y experiencias malas para muchos de estos chicos que recalan en Bilbao buscando una oportunidad. Y como puntualiza el coordinador de Lehen Urratsa, la idea es "generar algún piso más" porque "no es cuestión de cronificar sino de avanzar hacia ese siguiente paso de autonomía, de aprender a vivir por su cuenta", ilustra mientras centra su mirada en Ayoub.

Y es que, ejemplos a seguir no les faltan. Omar, uno de los cuatro educadores que hay en la residencia de Montaño fue alumno del centro. La experiencia de los pisos en alquiler -al no tener avalistas es Peñascal quien garantiza el pago- depende mucho de los chicos: dos acogedores y dos acogidos, pero como subrayaba el educador, "al final, un referente que ha vivido y ha pasado por eso, que está haciendo las cosas bien, puede ser una inspiración y los resultados son bonitos. Es muy positivo. Se ven avances. Vemos personas que han sido acogidas que están ya en posición de ser acogedores...", valoraba Novales.

"Prefieren vivir en un piso, pero si no hay nada, la residencia es mejor que la calle"

Cooperativa Peñascal

"La calle son problemas. Encuentras a gente mala. Y te vas por un camino que no vas a llegar..."

Alumno de FP Electricidad