RA un año impensable en sentido negativo. 2020, a priori se presentaba bueno para la hostelería, el turismo... Nuestra idea era seguir creciendo, consolidarnos y contábamos a nuestro favor con eventos confirmados como la Eurocopa que hacían prever una llegada de visitantes que consumirían en nuestros bares, dormirían en nuestros hoteles y comprarían en nuestros comercios. De repente, todo se vio truncado por una situación inesperada y desconocida. Y lo peor es la incertidumbre que rodea el momento. No sabes cómo reaccionar. Cada día hay nuevas noticias que lo complican más y hacen más difícil vaticinar una solución con futuro. En hostelería, donde las empresas son micropymes con pocos trabajadores, no están preparados para soportar un golpe de estas características. Así, cuando llega la pandemia y las primeras consecuencias llevan al confinamiento de la población, todo se trunca. Los hosteleros pasamos a una situación de subsistencia, de supervivencia. Es difícil saber cuántos bares han cerrado o cerrarán porque estamos en medio de la tormenta. A algunos profesionales de la hostelería les ha pillado al final de una trayectoria laboral que preveían terminar con satisfacción y ahora tratan de salir como pueden. Otros han tirado de sus ahorros para capear este temporal y hasta de los de sus familiares tratando de parchear el día a día como pueden a la espera de que la situación mejore sin confiar a ciencia cierta cuándo ocurrirá. Todo se ha complicado y hasta los ERTE a los que se acogieron para poder salvar los primeros momentos se han convertido en una especie de trampa en la que muchos están atrapados porque tampoco pueden cerrar la persiana definitivamente ya que deberían devolver el dinero de los ERTE. El deseo de toda la hostelería es trabajar y este año más que nunca la salud y el trabajo son más necesarios. Es necesaria la salud de toda la sociedad para recuperar la situación que teníamos antes de la pandemia.

Gerente de la Asociación de Hostelería