- Con el proceso de vacunación lanzado ya en la geografía vasca, no esconde su sorpresa ante el hecho de que, por miedo o desconocimiento, haya personas que vayan a rechazar su dosis. “Es doloroso que estén haciendo más caso a las creencias que a la ciencia”, resume Naveda.

Desde ciertos sectores sociales se plantean la disyuntiva de “salvar vidas o salvar la Navidad”. Le pregunto extrañada, ¿acaso puede plantearse tamaña disyuntiva?

—Entre una cosa y otra está clarísimo que lo que hay que priorizar es salvar vidas. La Navidad este año la pasaremos como buenamente nos indiquen y ya vendrá la del año que viene; no pasa nada porque esta Navidad sea diferente.

Mascarilla, gel, distancia, pequeñas reuniones, espacios abiertos, ventilación de lugares pequeños.… La eficacia de estas medidas está clara. ¿Cómo habría que presentarlas o insistir en ellas para que sean aceptadas de manera más estricta?

—Tenemos que hacer caso de ellas. Entiendo que hay que incidir, y luego aplicarlas. Al final, que la pandemia vaya mejor o peor depende de nosotros; nosotros somos los actores que si hacemos bien los deberes la pandemia no subirá o subirá poco. Esta será una época de bastante riesgo. De lo que hagamos nosotros resultará lo que nos venga.

Cuando vimos el 5 de diciembre inyectar la primera dosis de vacuna alguien pudo pensar que ya estaba todo solucionado. ¿Ese acto fue el principio del fin o el inicio del comienzo de la solución?

—Las vacunas son una parte muy importante del inicio de la solución; nada más. Hasta que no se consiga una vacunación amplia de la población, sobre el 70%, el virus seguirá estando entre nosotros; lo tendremos infectando hasta que no se consigue esa llamada inmunidad de rebaño. Mientras tanto habrá contagios y personas que deban ir al hospital y tengan que ir a la UCI y algunas fallecerán... Por eso insisto en que hasta que no alcancemos el porcentaje mínimo del 70-80% de personas con inmunidad seguimos estando en riesgo de tener brotes de infecciones por el SARS-CoV-2. Los especialistas indican que hasta después de verano no llegaremos a una cierta normalidad.

Descontado ese pequeño grupo habitual de antivacunas, las encuestas muestran que hay un grupo importante de personas que no negándose a vacunarse sí dicen que lo harán cuando lo hayan hecho otros. Desde el colectivo de médicos ¿qué se puede decir a este grupo de personas para ganar toda su confianza hacia la vacuna?

—Primero, que las vacunas son seguras porque están avaladas por la Agencia Europea del Medicamento y por la FDA americana; están científicamente comprobadas. Nosotros los médicos somos científicos y tenemos que confiar en nuestros pares que saben más de eso que el resto de la ciudadanía. Decimos claro y alto que estas vacunas son absolutamente recomendables y que tenemos que ponérnosla. Por otro lado, hay que decir a esas personas que dicen que todavía no se la pondrán y que esperarán a que otras se la pongan, que son unas insolidarias. Porque debemos vacunarnos todos para llegar a la cifra de inmunidad de rebaño y acabar con la pandemia. Quien deja correr el turno de vacunación es un insolidario. A los médicos nos sorprende que haya un sector de la población que, por miedo o por ignorancia, se esté dejando influir por los bulos. Es doloroso que se esté haciendo más casos a las creencias que a la ciencia.

Estas primeras vacunas son seguras y eficaces, pero no esterilizantes. ¿Cómo se puede explicar esto a la población para conseguir que aún a pesar de vacunarse no se confíen y sigan usando la protección, porque ellos no enfermarán pero podrían seguir contagiando?

—De entrada, hasta que te vacunas la inmunidad no la tienes hasta la segunda dosis. Así y todo, el virus sigue circulando. El que yo no me infecte no quiere decir que no tenga el virus y no pueda transmitirlo porque eso está todavía en debate. Podría ser un transmisor aunque no lo sufra. Sería muy egoísta eso de como yo no lo tengo, me da igual. Hasta que no se demuestre o se llegue a una inmunidad global hay que seguir usando las mascarillas.

¿Esto se está explicando bien?

—Creo que se está diciendo lo suficiente, otra cosa es que cale más o menos. Parece que asumimos más las cosas que no tienen base científica que las que tienen el respaldo de los científicos. Es la condición humana.

Seguramente las reuniones familiares de estas semanas sean algo que nos mueva a todos y probablemente entre los mayores sea más fácil que entiendan las limitaciones. ¿Qué se puede hacer para que también lleguen a los más jóvenes?

—Los jóvenes tienden a ser rebeldes. Lógico. Pero la mayoría siguen las recomendaciones. ¿Qué hacer? Los que no somos tan jóvenes se supone que debemos dar ejemplo con más sentido común y cabeza, forzar a que se use la mascarilla, se ventile la casa en las reuniones familiares. Si todos siguiésemos las recomendaciones no harían falta leyes.

Aunque todos los sectores se han visto afectados, el ocio y la hostelería es el que más aparece. ¿El ocio nos condena?

—Los vascos somos sociales y sociables. Sí que es cierto que en algunos momentos en los que podemos estar de ocio tendemos a relajarnos un poquito más, pero lo que nos condena no es la hostelería sino nuestra propia relajación, nuestras actitudes en estas situaciones. No les echaría la culpa a los hosteleros que están cumpliendo bien las medidas; somos nosotros. Tenemos que seguir las mismas actitudes en este entorno que las que mantenemos en otros ámbitos.

¿Cómo transmitir que la prioridad es la salud sin que nadie se vea atacado?

—Todo el mundo asume que la salud es primordial; sobre todo nos damos cuenta cuando nos toca en primera persona o le falta a alguien de nuestro entorno. De todas maneras, en la salud sigue habiendo enfermedades. El covid no ha abandonado el resto de patologías que había y siguen presentes. Hay un conjunto de padecimientos que van ligados a cómo es nuestra vida. Como consecuencia del covid se cierran empresas, aumenta el paro, el estar encerrados en casa genera un tipo de problemas socioeconómicos, familiares, de estrés personal que acaban produciendo problemas de estrés diario. Y esas alteraciones pueden derivar en cuadros de ansiedad. Eso también hay que tenerlo en cuenta.

Si las vacunas avanzan a buen ritmo y las medidas se mantienen. ¿Para cuándo cree que la presión sobre los centros de salud y hospitales será la habitual?

—Cuando se normalice la situación de la infección comunitaria por el virus. Cuando eso ocurra nos encontraremos con otra serie de patologías que se han ido quedando relegadas y que tendremos que asumirlas. Por ejemplo, cirugías y control de crónicos que intentamos mantener pero no siempre se puede.

La responsabilidad que tienen nuestros gobernantes es tremenda; tienen que sopesar y calibrar cada una de las situaciones sanitarias y las consecuencias en temas sociales que van a repercutir en la población; será muy complicado también cuando se normalice la situación. La pregunta se la hago por los pacientes y la atención, pero también por los profesionales, desde el médico hasta el celador, porque ¿notan que hay cansancio asistencial pandémico?

—Sí. Partimos de la base de que la Atención Primaria estaba tensionada antes de la pandemia; que tiene mucha carga habitual y si a esto se sume la derivada de la pandemia, de la tensión de cómo ha ido y va todo esto, la frustración es tremenda. Seguimos teniendo una gran presión. La Atención Primaria y toda la profesión médica está cansada, saturada. Además, ahora vendrá la vacunación y veremos cómo se desarrolla; tenemos que tener la atención, tanto la presencial como la telefónica, porque consultas presenciales se hacen.

Con razonamiento exclusivamente científico y sobre todo clínico, ¿para cuándo cree razonable que las relaciones sociales puedan volver a un cauce similar o parecido a antes de 14 de marzo? ¿O este retorno no sucederá nunca?

—Cuándo no sé. Será cuando se empiece a normalizar la situación a finales del verano próximo; luego habrá que ver qué normalidad se aceptará como correcta. Se hablaba de que la telemedicina ha venido para quedarse; en parte puede quedarse, pero una pequeña parte. La relación médico-paciente tiene que ser como siempre. Mirarle a los ojos, tocarle, escuchar el tono de su voz. Es mucho más fácil empatizar y generar confianza en persona que a través del teléfono o de la videoconferencia.

¿Les tienen en cuenta a los profesionales en sus recomendaciones?

—Creo que es lo que tienen que hacer las administraciones. Nosotros desde el Colegio vamos a seguir marcando pautas para la población y para la Administración. En febrero habrá elecciones en el Colegio y espero poder seguir en la organización para continuar indicando referencias para nuestros colegiados y para la ciudadanía. Me meto en mi mochila lo que dicen los expertos y las comunico; este es mi mejor contribución a la ciudadanía.

“Hasta que no se demuestre o llegue a una inmunidad global hay que seguir usando las mascarillas”

“Alto y claro: estas vacunas son absolutamente recomendables y tenemos que ponérnosla”

“Lo que nos condena no es la hostelería, sino nuestra propia relajación, nuestras actitudes”

“La Atención Primaria estaba tensionada antes de esta situación y a eso se suma la derivada de la pandemia”

“Es mucho más fácil empatizar y generar confianza en persona que a través del teléfono”