cierre masivo de centros de enseñanzared vasca de enseñanzaon line

El curso pasado el profesorado vasco hizo un máster en Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), pero en septiembre llegó otro embate cuando se planteó la vuelta a las aulas en medio de una incertidumbre máxima: ¿cientos de alumnos en espacios cerrados en el auge de la segunda ola del coronavirus? En vista del escaso número de contagios en los centros, los protocolos de seguridad y los planes de contingencia ideados en los centros han sido un éxito. En gran parte por el compromiso de los propios docentes que muestran orgullo de su capacidad de adaptación. Pero sobre todo destacan el comportamiento ejemplar del alumnado, su gran aliado para llevar a cabo la revolución digital en tiempos de pandemia y poder retomar las clases con seguridad. "Son unos campeones, han venido a clase y casi ni se acuerdan de la mascarilla", considera Aimar Ugarte, jefe de estudios de Artxandape Ikastola.

Confinamiento por sorpresa

Sin simulacro previo

13 de marzo. El Gobierno vasco anuncia el cierre de toda la red educativa mientras los nervios se extienden entre los docentes, que deben adaptar sus clases al formato on line sin ninguna experiencia previa. "Ni el centro ni los profesores estábamos preparados para hacer frente a una situación así", admite Adriana Martínez, maestra de Pedagogía Terapéutica en el Colegio Urdaneta, donde trabaja con un alumnado con necesidades especiales. "La situación fue súper complicada, los niños dependían de sus padres, de que controlaran el manejo del ordenador. Las clases se hacían muy difíciles y, al final, muchas veces, acabábamos hablado de la situación e intentaba tranquilizarlos". A pesar de los primeros inconvenientes, asegura que el centro fue facilitando distintas formaciones. Y recuerda también el compañerismo: "Algunos conocían mejor las TIC e iban encontrando metodologías que funcionaban".

Que el alumnado fuera mayor de edad tampoco garantizaba que la labor fuera más sencilla. "Los profesores no estábamos preparados para nada, teníamos una formación muy básica. Tuvimos que adaptarnos radicalmente", admite Javier Garaizar, quien explica que hay profesores con más capacidad de adaptación que otros. "Nos dimos cuenta de que en la plataforma de la Universidad, en eGela, hay unas opciones para videoconferencia que no usábamos. Fue la salvación. De repente se abrieron 20.000 aulas virtuales de forma simultánea", explica. Una cosa eran las clases magistrales, ¿pero las prácticas? "El profesorado ha tenido que ser muy creativo para suplir esa carencia y asegurarnos de que el alumno adquiere las competencias aunque sea de otra manera", expone.

Con todo, hubo centros que aprobaron con creces el trasvase educativo a lo digital. "El mismo lunes estábamos funcionando tan bien que mantuvimos esa misma estructura durante todo el curso, con pequeños cambios que íbamos añadiendo", revela Roberto Franco, profesor de Secundaria del colegio Alazne, donde habilitaron un horario para conectarse a través de Meet con los alumnos y a colgaban trabajo a diario en Classroom. Aimar Ugarte expone que "cada profesor comenzó a visualizar cómo podría mantener el contacto con su alumnado", pero terminaron diseñando "un sistema en coordinación con el resto de profesores". Como resultado, evidencia que consiguieron un sistema "muy eficaz" en pocos días. "Sin ser conscientes, estábamos preparados para hacer frente a una situación así", revela.

La brecha en la educación

No dejar a nadie atrás

Salvado el primer escollo, los profesores admiten que el sistema on line evidenció algunos problemas que, si no insalvables, son complicados de resolver. "En las clases on line entra en juego el factor familia. Nosotros podemos intuir cuál es la realidad de las familias pero no sabemos hasta qué punto. Hicimos un esfuerzo extra con los alumnos que no mostraban presencia digital, poniendo los recursos que hicieran falta", explica Ugarte. En la misma línea, Iñaki Ereño, maestro de inglés de Albiz Eskola, explica que a las familias que no tenían ordenadores se les repartieron portátiles y "pinchos" con Internet. "Con el wifi que proporcionaba el Ayuntamiento de Sestao se pudo hacer", revela. A pesar de ello, considera que durante el confinamiento "las desigualdades se han agravado". Y no solo por la brecha digital, sino también por los recursos socioculturales de los hogares.

Al margen de los recursos, las clases no presenciales también presentan otros inconvenientes. "Detectamos algún caso de ciberbullying. Ellos tienen acceso a las aplicaciones y en algunas hay un chat. Es algo a tener en cuenta. Las nuevas tecnologías trasladan el bullying de las clases a las redes y para nosotros es difícil de detectar", confiesa Ereño. En el caso de la Universidad, por ejemplo, entro en juego la picaresca. "Tuvimos que hacer los exámenes a través de eGela. Era difícil demostrar que el alumno estaba solo cuando hacía el examen y hubo profesores que se quejaron de que habían copiado. Eso puede pasar sea presencial o no", revela Garaizar, quien asegura que él no noto la diferencia. "Hice un seguimiento del alumnado y ya sabía quiénes iban a aprobar", expone.

Septiembre presencial

Máxima incertidumbre

Incertidumbre es la palabra que más repiten al rememorar septiembre. "Pensábamos que en dos semanas íbamos a estar todos en casa. Pero nos hemos atenido al protocolo y las cosas han ido bien", expone Ereño. La misma impresión manifiesta Franco. "La sensación era de que iba a ser un auténtico caos y al final no ha tenido nada que ver", asevera el docente, quien ha compara el hecho de que algunos alumnos estén confinados, salvando las distancias, con los brotes de gripe que son habituales cada año. Evidentemente la magnitud de los centros también es un factor a tener en cuenta. En Urdaneta, con cerca de 2.300 alumnos, el reto era colosal. "A los niños les costó entender que no podían jugar con los compañeros de otras clases por tener que permanecer en los grupos burbuja, pero lo han hecho muy bien".

Cuando la apuesta por la presencialidad fue firme, cuenta Aimar Ugarte que lo primero fue adaptar el horario. "Al no haber extraescolares el espacio del mediodía era muy amplio y acordamos con las familias reducirlo", expone. Otra cuestión dentro fue organizar las entradas y salidas de forma escalonada y marcar el suelo para guiar los pasos de los alumnos. Incluso establecieron un horario para ir al baño para cada clase y seccionaron el patio para mantener los grupos burbujas. Los protocolos de otros centros han sido similares, ya que las directrices venían dadas por el Gobierno vasco. En el caso de Albiz Eskola, Iñaki Ereño revela que la higiene ha sido primordial. "Cada aula tiene que pasar cinco veces al día a lavarse las manos", concreta. ¿El resultado? "Bastante bueno, no ha habido contagios, los contagios han venido de casa", explica

Si durante el curso pasado se salvaron los muebles, Garaizar asevera que este curso la organización ha sido mucho mejor. "La UPV es muy diversa, hay titulaciones con muchos alumnos y otras con pocos. Al hacer una restricción de aforo en las aulas se ha tenido que pensar en el formato dual", explica el catedrático, cuyos alumnos de 5º de Farmacia, por ejemplo, siguen las clases una semana de forma presencial y la siguiente on line. "A las prácticas han venido todos de forma organizada", revela el docente, que manifiesta con orgullo que "ahora hay más asistencia que antes de la pandemia, el alumnado se ha dado cuenta de sus responsabilidades".

Preparados para otro embate

El valor de lo presencial

Preguntados si ahora estarían más preparados para enfrentarse a las clases on line responden que sí con rotundidad. Ello no implica que defiendan la presencialidad. "Te garantiza muchas cosas, es seguimiento es más fácil cuando ves al alumno in situ", admite Ugarte, quien a pesar de ello asegura que tienen preparados los planes por si se presentaran otros escenarios. Iñaki Ereño expone que "transmitir valores como compartir colaborar y cooperar" es más complicado con las clases on line. "Pero las nuevas tecnologías aportan un montón de herramientas, algunas muy útiles. Tenemos que darles cabida y alternarlo con lo tradicional", considera.

Por muchas herramientas punteras que se desarrollen, Adriana Martínez apunta que hay ciertos aspectos insustituibles. "Con mis alumnos valoro muchísimo el contacto físico, poder hacerles una caricia en el brazo y decirles que todo está bien en un momento determinado", asevera esta maestra que trabaja con niños, para los que la presencialidad es especialmente importante. Aunque también muy valioso es para los jóvenes. "Se ha perdido la cercanía, pero es inevitable hasta que tengamos la vacuna", admite Garaizar.