Begoña contrajo matrimonio con 21 años, sin saber si realmente estaba enamorada o simplemente buscaba a alguien que la cuidara. "Al año de casarme sabía que me había equivocado e intenté separarme. Ahí empezó el acoso psicológico que dio lugar a que volviera con él. Estuvimos juntos 30 años más", revela esta mujer de 62 años, refugiada bajo un seudónimo. Su historia no difiere de la de numerosas mujeres que, llevadas por la inercia de una sociedad patriarcal, aguantan lo indecible antes de tomar conciencia de su condición de víctimas. "¿Cuántas veces habré ido por la calle pensando no hay nadie que me pueda ayudar, expone esta mujer que durante mucho tiempo pensó que ella era el problema. Diez años después de separarse, este miércoles, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Begoña reivindica su posición de superviviente para prestar apoyo a aquellas mujeres que se encuentran en esa misma situación que ella ya superó.

"Es importante que las instituciones vean el papel que podemos jugar las mujeres sobrevivientes en el acompañamiento", asegura por su parte Inma Mata, presidenta de la asociación Bizitu, formada por una veintena de mujeres sobrevivientes de maltrato. Ambas han participado, aportando su testimonio, en la campaña de Emakunde para evidenciar la violencia en las mujeres de entre 55 a 79 años. Bajo el lema Si la escuchas, la verás, el objetivo es visibilizar las particularidades del maltrato que padecen, que pueden ser sutiles, como la anulación o el aislamiento, hasta escalar a la humillación, el desprecio y el chantaje emocional. Porque el control hacia las mujeres existe mucho antes que las redes sociales. "La violencia física está a la orden del día, pero la violencia psicológica es sorda. Ni siquiera las propias mujeres somos capaces de verlo. ¿Cómo se va a dar cuenta la familia?", pregunta Begoña, que no se identificó a sí misma como una víctima hasta que inició su divorcio.

"Antes no se hablaba de ello, eran cosas privadas. Si te pasaba, te decían: es lo que hay. Porque ya le había pasado a tu madre o a tu abuela", apunta Inma Mata. "Simplemente aguantabas", añade tras reconocer que ello ha provocado mucho sufrimiento que ha sido somatizado. "Muchas mujeres han terminado tomando una medicación excesiva, en tratamientos de salud, cuando lo que han tenido detrás ha sido una situación de maltrato", apunta sobre una circunstancia que se agrava cuando los hijos dejan el hogar familiar. Por ello, la presidenta de Bizitu reivindica la Atención Primaria como vía para detectar la violencia. "Hay mujeres que van al médico diciendo que les duele la cabeza, solo para hablar con alguien", apunta Inma Mata, quien afirma que hay que romper con el miedo, la vergüenza y la culpa que muchas veces sienten las mujeres de cierta edad.

Calvario

"El apoyo, la compañía, te hace ver con más claridad cuál es tu situación. Porque muchas veces no queremos verlo", asevera Begoña, quien afirma haber nacido en el seno de una familia en la que hubo una carencia afectiva. "En periodos de cinco o seis años, que los psicólogos dicen que son muy normales, me surgían dudas. Y cuando las planteaba a mi pareja comenzaba el acoso. En terapia hacía ver que el problema era yo. Era una manipulación constante", relata sobre el infierno que padeció y del que sus dos hijos nunca fueron conscientes. "Gracias a que tenía mi trabajo y económicamente era solvente pude tener apoyo legal, pero mi ex lo utilizó para poner en contra a mis hijos", revela. "Hubo un episodio muy fuerte en el que mi hijo estuvo a punto de levantarme la mano y en ese momento lo eché de casa", expone sobre un sufrimiento añadido que nunca hubiera imaginado. "Cuando cerramos definitivamente la puerta de la casa familiar mi ex me dijo: ¿Querías estar sola? Sola vas a estar, indica. Actualmente la relación con su hijo, que ha repetido el patrón, es nula y, poco a poco, comienza a recuperarla con su hija, que también está recibiendo apoyo psicológico. "Mis hijos eran mi vida", confiesa esta madre, que con todo está convencida de haber hecho lo que tenía que hacer.

Inma Mata también se casó muy joven, a los 18 años, y embarazada. "Nos han enseñado que el amor lo puede todo, que ya cambiarán con los hijos y las responsabilidades", reflexiona ahora. La actual presidenta de Bizitu acudió a una trabajadora social cuando ya no pudo más. "Intenté hacer terapia antes de darme cuenta de que nadie cambia si no quiere. La que tenía que cambiar era yo", asegura Inma Mata, que puso fin a su matrimonio de diez años cuando la violencia psicológica fue escalando hacia la violencia física. "Vas perdiendo el control de lo que puede pasar", afirma esta mujer que no hizo una denuncia al uso, dado que en los años 80 no había una ley contra la violencia de género. "Ahí empieza otro calvario. Tanto antes como ahora, porque el sistema judicial no da una respuesta clara para solucionar estos asuntos", considera la responsable de Bizitu, que se vio inmersa en un pleito de años por reparto de bienes, deudas acumuladas, impago de pensiones...

Denuncia

"Solo el 20 o el 30% de las mujeres que sufren violencia ponen una denuncia para acabar con ella", revela Inma Mata, quien afirma que a día de hoy la mayoría de mujeres que se deciden a romper con una relación de maltrato ponen una demanda de divorcio. Es ahí cuando empiezan otra serie de problemas. "Muchas veces la violencia machista también consiste en negar la pensión, chantajear... las instituciones y la justicia son muy lentas", apunta Begoña desde su propia experiencia. "Cuando el maltratador ve que no puede hacerte más daño porque ya has tomado la decisión utiliza la vía económica. Hay muchas mujeres que dejan de pleitear porque ya no tienen recursos. Dicen: que se quede con todo, pero que me deje en paz", apunta Inma, quien considera que aunque haya más información y leyes que amparen a las víctimas, "hace falta mucho más acompañamiento a las mujeres que deciden dar el paso, y mucha más formación a la gente que las atiende".

Convertida ya en una activista, Inma Mata lleva años trabajando en favor de la erradicación de la violencia machista. "El otro día una chica me decía: Lo que necesitaba era alguien que me entendiera, no que me contara qué puedo hacer", explica sobre el caso de una mujer que ha vuelto en reiteradas ocasiones con su pareja, incluso habiendo agresiones y órdenes de alejamiento de por medio. "Hay una dependencia emocional que hay que trabajar para cortar esa relación tóxica", explica. La presidenta de Bizitu expone que cuando una mujer es consciente de que sufre violencia y no sabe qué hacer se debe analizar su situación. Si no hay un riesgo evidente, expone que, "a lo mejor, antes de romper tiene que recuperar el mundo laboral que dejó para dedicarse a sus hijos". O tiene que empoderarse para ser capaz de tomar la decisión. "Todo eso no se puede hacer llamando al 016 y poniendo una denuncia, creemos que en la mayoría de los casos se podría hacer de otra manera. Muchas mujeres estarían dispuestas a buscar soluciones que no pasaran por la denuncia", concluye.

"Ni siquiera las propias mujeres somos capaces de verlo. ¿Cómo se va a dar cuenta la familia?

"La violencia machista también consiste muchas veces en negar la pensión, chantajear..."

Víctima de maltrato bajo un seudónimo

"Nos han enseñado que el amor lo puede todo, que ya cambiarán con los hijos y las responsabilidades"

"Solo el 20 o el 30% de las mujeres maltratadas ponen una denuncia para acabar con ello"

Victima de maltrato y pta. de Bizitu