ASAR una prueba PCR y, tras dar negativo, tomarse la temperatura, desinfectar el calzado, ponerse dos mascarillas, echarse desinfectante en las manos, guantes, un protector en la zona de los brazos, un delantal, un gorro y una visera protectora. Ese es el procedimiento necesario para visitar a los residentes de la residencia Clece Vitam Altos Hornos de Barakaldo. Allí, han logrado blindarse ante la covid-19 gracias a un concienzudo y estricto protocolo de seguridad y desinfección continuo. “Ahora, tenemos que tratar de volver a la normalidad, pero sin bajar la guardia ni un solo instante”, declara Eva Díaz, directora de esta residencia que abrió sus puertas el pasado mes de enero.

Por ello, desde el viernes los familiares de los residentes pueden acudir a realizar visitas a este centro. Para ello, han creado un espacio específico para las visitas, alejado de donde se vive el día a día de esta residencia. En dicha estancia, el gel desinfectante está muy presente, al igual que la luz que entra por las ventanas y que ilumina la mesa en la que Arantza Pegalajar pudo volver a ver a su madre, Mari Carmen Fernández tres meses después. “Ha sido un momento muy emocionante y esperado. Han sido tres meses muy duros en los que no nos hemos podido ver de cerca, pero sabíamos que era lo mejor para poner freno al virus. Ahora tenemos muchísimas ganas de abrazarla, pero hay que contenerse”, reconoció Arantza. Su madre, Mari Carmen Fernández, es una persona muy cariñosa y besucona, lo cual hace más duro y complicado reprimirse, decir no a ese gesto que casi sale instintivo al ver a una madre tres meses después. “Seguro que más pronto que tarde podremos volver a abrazarnos”, apunta Arantza

3 MESES SIN VISITAS EN LA RESIDENCIA

Durante estos tres meses en los que las visitas no han estado permitidas al centro para así cerrar la puerta a cal y canto a la covid-19, cosa que han logrado, han tenido que innovar las formas de comunicarse entre los residentes y sus familias. Así, las videollamadas, las llamadas telefónicas y los mensajes de WhatsApp en los que las operarias enviaban fotos de los residentes a sus familiares han sido una constante. “La comunicación ha sido muy fluida, pero, quieras o no, no es lo mismo que poder verla aquí cerquita”, reconoce Arantza. Durante estos meses, también ha aflorado el ingenio para poder reducir las distancias entre residentes y familiares. Así, se han podido ver desde algunas ventanas que dan al exterior. Mientras los residentes se encontraban en el interior, los familiares, desde fuera les saludaban y hablaban con ellos.

Pero nada igual a lo que vivieron ayer Arantza y Mari Carmen. El encuentro avanza y el tiempo se agota porque Mari Carmen tiene que irse a comer. Llega el momento de la despedida, sin besos ni abrazos, pero con miradas llenas de cariño. Arantza se quita todos los elementos de protección y se despide de las operarias de la residencia. Se volverán a ver la semana que viene, porque Arantza y Mari Carmen volverán a verse y a abrazarse con la mirada.

La residencia se blindó y suspendió las visitas de familiares a los residentes antes de que se decretase el estado de alarma

Antes de entrar al centro, además de ponerse varios elementos de protección, hay que pasar una PCR y tomarse la temperatura