Si no fuera por el coronavirus Ugo Mayor, investigador Ikerbasque adscrito al departamento de Bioquímica de la Universidad del País Vasco y doctor en Biología por la Universidad de Cambridge, seguiría trabajando en dar con la cura del síndrome de Angelman, un trastorno genético que afecta al desarrollo neuronal. Ahora es el coordinador, por accidente, del equipo de científicos vascos que ha validado en solo diez días un test para detectar el coronavirus que ha puesto en cuarentena a todo el planeta, como alternativa a los kits comerciales.

¿Cómo comenzó todo, quién se puso en contacto con su equipo?

—Creo que ese es uno de los puntos más bonitos de todo esto, nadie nos propuso hacer el test. El día en que se cerraron las clases en la universidad empezamos a hablar varios investigadores, previendo que se iban a cerrar también los laboratorios después de saber por la prensa que la OMS estaba pidiendo que se hiciesen más test para detectar el coronavirus. Al tiempo, a nivel local, solo se iban a realizar a las personas con síntomas muy graves. Entonces dijimos, ¿cómo puede ser que no se haga nada cuando solo en este campus tenemos diez máquinas capaces de hacer test similares a los que hace Osakidetza?

¿Cómo se organizaron?

—Al principio fuimos un grupo de cinco compañeros y luego fuimos ampliando la red hasta ser 55 investigadores e investigadoras. Diseñamos un plan de acción que contemplaba qué es lo que se necesitaba para poner esto en marcha, sabiendo que en el campus había un edificio que tenía un montón de espacio y que tenía la capacidad de trabajar con todos los niveles de bioseguridad necesarios. Internamente lanzamos un proyecto en la UPV/EHU, una acción especial, con un cronograma, puesta a punto del edificio, el contraste de varias técnicas y una validación en ciego con muestras de Osakidetza.

¿Y qué respuesta obtuvieron?

—Tuvimos una respuesta muy positiva por parte de la universidad. Nos dieron luz verde, nos facilitaron las instalaciones, el contacto con Osakidetza y con el biobanco para extraer las muestras y después tuvimos que cursar una solicitud al Comité de Ética. En un tiempo récord hemos conseguido superar todas esas barreras burocráticas que, en otras circunstancias, nos hubieran llevado meses superar y que ahora hemos podido superar en días porque hemos insistido. Insistimos porque creíamos que era algo importante y fuimos adelantando pasos sin saber si iba a ser posible, incluso previendo la adquisición de material sin saber al 100% seguro si iba a ser posible.

En diez días han puesto a punto los protocolos del test y parece que tiene una fiabilidad muy alta, ¿no?

—La especificidad, es decir, la capacidad de detectar los casos negativos es del 100%. Las muestras que estamos usando son remanentes, no son muestras frescas, y se nos están escapando algunos positivos, pero muy pocos. La sensibilidad que tenemos es del 92%, que está muy, muy por encima de los test rápidos que el Gobierno español ha facilitado esta semana a las comunidades autónomas, que tienen un 60% de sensibilidad.

¿El test está listo para entrar en producción?

—Lo bueno es que se podría hacer de forma descentralizada a nivel de 10.000 test al día en función de las máquinas PCR existentes en los distintos laboratorios de Euskadi. Nosotros en la UPV/EHU podríamos hacer entre 500 y 1.000 test al día, pero en Euskadi, con las capacidades que hay, y si alguien decidiese coordinar esto y dar la orden, se podrían llegar a los 10.000 test diarios.

Supongo que Osakidetza está al tanto de todo. ¿Ha habido algún movimiento en el sentido de comenzar con la producción de estas pruebas, teniendo en cuenta que se quiere hacer test masivos a la población en la fase de desescalaje de la pandemia?

—Ha habido contacto desde el primer momento y Osakidetza ha recogido este test en el plan de contingencia que tiene el Gobierno vasco como alternativa C en el caso de que falle el abastecimiento.

¿Hay alguna decisión formal sobre el inicio de la producción?

—No, que yo sepa, pero existe la posibilidad de usar todos los centros tecnológicos de Euskadi para no depender de los kits comerciales y hacer este test alternativo que es igual de válido.

En caso de que llegase la orden de producir, ¿cuál sería la capacidad de respuesta?

—Habría que estructurar todo, sobre todo en el resto de los laboratorios, porque nosotros tenemos ya un rodaje de diez días, los equipos dispuestos y los protocolos en marcha. Nosotros podríamos empezar ya la semana que viene con hasta cien test para pasar a hacer 500 o 1.000 test al día. El resto de los centros e instituciones tendrían que organizarse, asegurar los protocolos y hacer los pedidos de los reactivos porque, aunque no haya problema de stock de estos materiales porque la investigación está parada, habría que pedir los reactivos.

Los test garantizarían el autoabastecimiento de test de Euskadi en esta pandemia.

—Eso es. Con los reactivos necesarios estaríamos en disposición de garantizar el suministro.

Cada test costaría 15 euros gracias a las aportaciones altruistas de los agentes implicados. ¿Quién colaboran en estos test?

—La UPV/EHU, medio centenar de investigadores Ikerbasque, el Achucarro y la Fundación Biofisica Bizkaia y personal investigador de BioCruces y BioAraba. Los 15 euros sería por el gasto de los reactivos y los plásticos que se usan.

Este test se ha hecho de abajo a arriba, a iniciativa de un grupo de científicos. ¿Es una de las lecciones que cabría sacar de esta crisis?

—Lo ha definido perfectamente, el test ha sido un trabajo de abajo a arriba. Hay que poner en valor que hay muchas cosas que damos por sentadas en el día a día que son fruto de la investigación y la ciencia, incluso los test rápidos que luego se comercializan para sacar dinero. Pero es la ciencia y la investigación las que posibilitan que existan también esos kits. Hemos demostrado que desde el ámbito científico somos capaces de dar una respuesta rápida a los problemas porque tenemos las capacidades para desarrollar soluciones. Y hemos aprendido que desde abajo se pueden hacer cosas, insistiendo frente a ciertas resistencias del sistema, aunque no habría sido posible el proyecto sin el apoyo del vicerrector de Investigación de la UPV/EHU y de instancias superiores.