Donostia - Tras una vida larga y plena en experiencias, trabajo y resultados que han dejado huella imborrable en el paladar de los más golosos, el martes falleció Joxe Mari Gorrotxategi, maestro de maestros entre los confiteros, referente innegable en el universo más dulce. 90 años de trabajo incansable que lega a sus descendientes. Es casi impensable visitar Tolosa sin pasar por el templo del dulce de Gorrotxategi, imposible no pecar. Es difícil conocer a alguien que no haya probado y disfrutado de sus xaxu, emblema de la casa, ni de los cientos de tentaciones que hacían de su establecimiento un tesoro.

Joxe Mari Gorrotxategi Picassarri era un apasionado de su profesión. Tanto, que no dudó en embarcarse en la ingente tarea de investigar, ordenar y dar forma a un museo en el que se recogen los más de 400 objetos que, él y su familia, fueron atesorando hasta poner en marcha el Museo de la Confitería que lleva su apellido y un nombre inevitable: Xaxu. Un recorrido por la historia del dulce y de su fabricación y manipulación, desde el Paleolítico hasta la actualidad.

Hijo de confiteros y padre de confiteros, Gorrotxategi -que comenzó a trabajar a los 14 años- completó su formación en Iruñea, Catalunya, Francia, Alemania? siempre dando un paso más, avanzado en un terreno que conocía palmo a palmo, en el que fue sembrando y recogiendo frutos. Por su trabajo de investigación y de creación, Joxe Mari Gorrotxategi fue nombrado Maestro Pastelero de Honor en 2015 por el Basque Culinary Center, en un acto al que no faltaron las primeras espadas de la cocina vasca como Luis Irizar, Pedro Subijana, Elena Arzak o Eva Arguiñano, entre otros muchos nombres a los que se unieron los y las mejores profesionales de la pastelería. Fue, sin duda, un merecido y emotivo homenaje a un artesano que cuando hablaba de su profesión transmitía algo especial, eso que solo pueden trasmitir quienes hacen de su trabajo el centro de su vida.

Más allá de reconocimientos, Joxe Mari Gorrotxategi fue un hombre vinculado a Tolosa de forma muy estrecha y de distintos modos. No dudó en ser jurado en concursos, como el de brazo de gitano, y participar de forma activa de la vida de su pueblo del alma. Fruto de su espíritu emprendedor y didáctico es su libro Confitería y repostería vasca. Juan Garmendia Larrañaga, también fallecido, fue el encargado de prologar este libro, un prólogo contagiado de añoranza, al haber vivido él también su infancia en un obrador.