bilbao - Juan A. Durán de la Colina es una eminencia en el área de la oftalmología. Además de ser catedrático de esta área en la UPV, es director médico del Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología y miembro de la Real Academia de Medicina. No tiene problema en defender a capa y espada la eficacia y seguridad de la cirugía Lasik.
¿Desde cuándo es habitual este tipo de intervenciones?
-La cirugía Lasik se realiza desde hace unos 25 años. Desde entonces, se ha mejorado en precisión y seguridad gracias a la experiencia y a nuevas tecnologías. La incidencia de complicaciones es escasísima. De otra forma y con las cifras de intervenciones, estaríamos hablando de una epidemia de problemas oculares que no ha tenido lugar. A largo plazo han aparecido algunas complicaciones muy infrecuentes como la ectasia o deformidad corneal. Los casos de molestias y síntomas de sequedad se conocen pero rara vez se prolongan más allá de seis meses.
¿Cuáles son los efectos secundarios más habituales?
-Muchas personas que optan por estas técnicas sufren previamente problemas de sequedad que les impiden llevar lentes de contacto. Las mismas lentes de contacto, portadas durante años, provocan sequedad. Si son intervenidos, el problema puede empeorar por la propia manipulación del ojo, pero vuelven a la situación previa en unos meses, como mucho. Sí es cierto que algunos pocos casos desarrollan un dolor crónico. Dicho dolor es similar al de la fibromialgia y difícil de solucionar. Aparece más ligado a personas con tendencia a la depresión o a la ansiedad. El dolor es un problema creciente en todos los ámbitos de la Medicina. Existen dolores de difícil explicación en muchas cirugías del cuerpo. Es lo que se ha venido a denominar dolor neuropático. Sus mecanismos no están del todo bien explicados y son consecuencia de una disfunción nerviosa, más que de una alteración en el órgano operado. Estos casos requieren planteamientos terapéuticos más complejos. En el caso de las cirugías láser en el ojo, la intervención puede estar técnicamente bien realizada y, sin embargo, presentarse esas molestias crónicas. Insisto en que la incidencia es bajísima, pero también en que el tratamiento es complejo.
¿Antes de la operación se informa debidamente al paciente de todos los riesgos?
-Hoy en día siempre se entrega un consentimiento informado. Este incluye riesgos. Es posible que en algunos lugares no se haga mucho énfasis sobre las molestias crónicas. Al ser poco frecuente, se entiende que en un consentimiento informado no se incluya todo lo que puede ocurrir. Tendemos a incluir más los posibles efectos sobre la visión: deslumbramiento, halos, dioptrías residuales... Lo curioso es que la población trivializa el uso de lentes de contacto sin saber que es una causa más frecuente de ceguera que la cirugía. Digamos que hay una paradoja en todo ello.
¿Cuáles son los indicadores o requisitos más básicos a los que hay que atender para optar por este tipo de operaciones?
-La cirugía refractiva esta muy protocolizada. Existen unos criterios con margen de prudencia para reducir las incidencias y complicaciones, que lamentablemente nunca se pueden evitar al 100%. Las técnicas láser tienen un límite en unas 6-8 dioptrías para la miopía, depende del tipo de ojo. La instrumentación permite el análisis ocular muy pormenorizado y los instrumentos quirúrgicos son cada vez más precisos y menos agresivos. La edad idónea para estas intervenciones se sitúa entre 22 y 42 años. Antes no es aconsejable, pues puede tratarse de una miopía en evolución y más tarde comienza la vista cansada y los resultados son más limitados.
¿Hay alternativas más modernas a estas intervenciones?
-Las técnicas evolucionan y es previsible que se sigan realizando en los próximos años. Han surgido alternativas, pero con escaso éxito. Lo cierto es que el Lasik lleva 25 años y se trata de una cirugía con millones de personas satisfactoriamente intervenidas. Esta técnica ha ido incorporando mejoras que incrementan sus buenos resultados y hay, además, técnicas alternativas prometedoras. La variable que no podemos evitar es el propio ojo y, como cualquier parte del organismo, puede tener en ocasiones respuestas inesperadas. La mejoría de técnicas y materiales también incluye a las lentes intraoculares o a las lentes de contacto.
¿Qué le trasladaría usted a las personas que están valorando hacerse esta operación?
-Las personas vienen a operarse porque alguien operado se lo ha recomendado. La inmensa mayoría de las personas está satisfecha. Nosotros explicamos la esencia de la operación y las posibles consecuencias. Lo que ocurre es que las estadísticas valen de poco cuando las trasladamos a casos personales. Que un problema sea rarísimo no le consuela a quien lo sufre. Entre las millones de personas operadas en España sería un hito en la historia de la Medicina que no hubiera casos con malos resultados. La alarma está muy lejos de poder justificarse. Fíjese, de un estudio sobre más de 78.000 personas operadas en Japón, no hubo ningún caso de complicación moderada o grave. Los criterios de los afectados, si se aplican a otros ámbitos, harían que se suspendiese el uso de coches, por los accidentes y muertes, o de las lentillas, que ocasionan ceguera en varios casos al año en España, o hasta de las gafas progresivas, que son un factor de riesgo de caídas en personas de cierta edad.