Bilbao - La implantación generalizada de las sillas a contramarcha es frenada por dos ingredientes: la desinformación de los consumidores y las trabas de los propios fabricantes. Actualmente en España conviven dos homologaciones diferentes para estos dispositivos: la ECE R44 y la i-Size.

Cristina Barroso denuncia que los fabricantes utilizan estas homologaciones para confundir a los compradores. “Los fabricantes están haciendo de la normativa un folleto comercial”, advierte, “si yo te pregunto qué dicen las homologaciones del airbag, no tienes ni idea. Ni del espejo retrovisor, ni la de nuestro teléfono móvil. Como consumidor me importa tres narices lo que Samsung tenga que hacer para que su producto yo pueda cogerlo en la estantería de una tienda. Lo que pasa es que se está haciendo al consumidor partícipe de cosas que no son para consumidores”. El consumidor solo debe atender a que si su hijo mide menos de 135 centímetros y es menor de 18 años, lo debe llevar en un dispositivo homologado.

El problema es que los requisitos que deben pasar los fabricantes a la hora de crear los productos están redactados por ellos mismos. “Esa normativa de homologación es una mierda porque en los mercados estaban antes los dispositivos absurdos que la propia normativa”, protesta Barroso, “las sillas a contramarcha son una patada en los mismísimos al resto de productos inútiles que hay en el mercado. Porque esas sí que están fundamentadas en lesiones y en medicina. Las otras, no. No ha sido interesante para los fabricantes para no poner en evidencia lo que han vendido hasta ahora”.

Cambios en el mercado Irune Benedicto palpa en primera persona las impresiones de los padres en su tienda Txikitan de Getxo. “El mercado ha dado la vuelta en dos años y medio y se nota que las sillas a contramarcha se venden más. Las primeras pasaban de 500 euros y eso era una barrera que hacía a la gente pensárselo. Pero los fabricantes han reaccionado y han sacado modelos más competitivos”.

Irune reconoce los beneficios de llevar a los niños a contramarcha, pero también las dificultades de los padres para aguantar hasta los 4 años: “El niño al crecer puede estar inquieto, porque oye a sus padres a la espalda, porque igual empieza a marearse o a aburrirse. Si el niño va gritando o si se quita el arnés, no conduces tranquilo. Lo ideal es alargarlo, pero la realidad es que la gente no aguanta tanto como debería y como las sillas podrían soportar. Por eso triunfan las sillas que se pueden girar cuando el niño o los padres no aguantan más”. - A. Gondra