Bilbao - Bilbao recibió ayer la visita del nieto del célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien revivió los pasos de su abuelo por la villa allá por 1959. El hotel Carlton, donde el Nobel solía alojarse en sus visitas a la capital vizcaina, la plaza de toros de Vista Alegre o el Museo de Bellas Artes, que alberga un cuadro del pintor José María Ucelay en el que aparecen Hemingway y su amigo Juan Duñabeitia, fueron los lugares que tuvo ocasión de visitar John Hemingway (1960) durante su estancia en Bilbao.
La visita del nieto del célebre escritor se enmarca en la fam trip de dos periodistas chinos de la revista National Geographic Traveller, interesados en seguir las huellas por todo el Estado del autor de obras imprescindibles como Fiesta, El viejo y el mar o ¿Por quién doblan las campañas? La visita, con la que Euskadi ha promocionado el destino Basque Country siguiendo los pasos del escritor de fama mundial, comenzó el pasado sábado en Donostia y culminó ayer en Bilbao. “Me llama la atención la pasión que tenía por la cultura del norte de España, por la gente, sus fiestas, su cocina, la bebida, casi todo, en realidad. También por su historia, vivió la Guerra Civil. Era un hombre inmerso en la vida social de España y el País Vasco”, cuenta en el hotel Carlton su nieto , quien, junto a su novia, el concejal Xabier Ochandiano y el escritor Edorta Jiménez, evocó ayer la fotografía de su abuelo en la entrada del hotel.
John Hemingway reconoce que hasta ahora desconocía el vínculo de su abuelo con Euskadi más allá de su pasión por los Sanfermines. “La primera vez que visitó Pamplona fue por consejo de Gertrude Stein, su mentora, ahí nació un amor muy fuerte para él”, sostiene. Y su nieto ha heredado ahora esa pasión: “Desde el principio comprendí por qué le gustaba tanto San Fermín, también experimenté ese sentimiento de alegría, de libertad, de amistad, es único”. En ese momento, John recuerda, entre risas, el Premio Guiri del Año que recibió en 2011.
Primer contacto
El también escritor y traductor tenía 11 meses cuando murió su abuelo. De hecho, hasta los 13 años Ernest Hemingway era casi un desconocido para él. “Le conocí a través de sus obras y su hermano Leicester, con el que viví durante cuatro años. Él solía hablarme de mi abuelo”, rememora. Al contrario que su padre, que “jamás hablaba de él”. “Existía una especie de amor odio entre los dos”, sostiene. John publicó Los Hemingway, una familia singular (Planeta, 2012) como homenaje a su progenitor, Gregory, tercer hijo del célebre escritor que, al igual que su padre, sufría trastorno bipolar. “Para mí es difícil hablar de mi padre, todavía hoy, su vida era una tragedia”, señala John. Su progenitor falleció en 2001 de un infarto en una cárcel de mujeres de Miami -a principios de los 90, Gregory se sometió a una operación de reasignación de sexo y adquirió la identidad de Gloria-. La infancia de John Hemingway y sus dos hermanos no fue precisamente fácil. A las depresiones y el alcoholismo de su progenitor, se sumaba la grave esquizofrenia que sufría su madre, Alice Thomas. “El libro es una biografía sobre mi padre, pero para comprender a mi padre era necesario comprender más en profundidad a mi abuelo”, sostiene. Y ante la creencia extendida de una mala relación entre ambos, John aclara: “Mi padre se parecía mucho a su padre. Mi abuelo era conocido como un gran cazador. Y, mi padre, con 12 años venció en un concurso de tiro en Cuba compitiendo contra adultos. Era fenomenal en esto. Y él me lo transmitió a mí. Eso es algo que nos une a mí, a mi padre y a mi abuelo, y para nosotros es más importante que la escritura”. La enfermedad y el acoholismo eran otros nexos de unión entre ambos, así como el fuerte carácter.
John destaca que la ambigüedad de género y la homosexualidad eran temas muy comunes en los escritos de Ernest Hemingway ya desde los años 20. “A mi abuelo le apasionaban cuestiones como qué define a un hombre y qué define a una mujer, dónde existe un punto de encuentro entre ambos. Le apasionaba ese tema. En primer lugar, por la amistad que tenía con Gertrude Stein y también porque era así. Era macho, sí, pero un macho que necesitaba conocer su lado femenino”, subraya.
Según John, estas cuestiones quedaron plasmadas en algunas de sus obras, como El jardín de Eva, en la que trató el intercambio de roles en la pareja, o Un cambio de mar, en la que habló de la homosexualidad. Pero sus obras predilectas son dos cuentos: La breve vida feliz de Francis Macomber y Las nieves del Kilimajaro. “Ambos están escritos en la época en la que estaba casado con mi abuela -Pauline Pfeiffer-. A mí me gusta el modo en que era capaz de terminar el cuento, te sacude, es alucinante, una poesía de acción”, asegura. Para John, Ernest Hemingway era “un poeta, un hombre enamorado de las palabras, un artista”. Y si le tuviera enfrente, en este mismo momento, en Bilbao, tiene claro de lo que le gustaría hablar con él: “De la Guerra Civil”.