Bilbao - Navegaba a vela desde niña y fantaseaba con surcar los mares a lomos de un arco iris, pero no de uno cualquiera, sino del que lleva pintado en su casco el buque insignia de Greenpeace. Marinera de cubierta del tercer Rainbow Warrior, Maite Mompó ha visto cumplido su sueño de batallar en la mar en defensa del medio ambiente. Una experiencia vital que ha plasmado en el libro Rainbow Warriors. Historias legendarias de los barcos de Greenpeace. ¿Qué le lleva a una licenciada en Derecho como usted a reconvertirse en una marinera profesional a bordo del Rainbow Warrior?

-He estado siempre vinculada a organizaciones de derechos humanos, paz y medio ambiente. Estudié Derecho con vistas a trabajar en alguna organización internacional. Aunque luego la vida me llevó por otro lado algunos años, trabajar a bordo del Rainbow Warrior era un sueño que siempre estuvo ahí. He seguido a Greenpeace y sus campañas prácticamente desde la infancia.

¿Por dónde está navegando ahora?

-En estos momentos estamos en el Pacífico sur, trabajando en una campaña centrada en todas las ilegalidades que tienen lugar, incluyendo graves violaciones de derechos humanos, a bordo de algunos barcos que pescan atún en estas aguas. Hay una parte de la flota atunera que está totalmente fuera de control.

¿Cuánto tiempo pasará a bordo?

-Lo normal es pasar tres meses embarcado y otros tres en tierra, de forma que se trabaja medio año y el otro medio son vacaciones, pero esto puede ser muy flexible. La última vez que estuve en el segundo Rainbow Warrior, en lo que fue el último viaje del barco, pasé cinco meses a bordo. Y ahora, por circunstancias de la campaña en la que estamos trabajando, estaré tres meses y medio, porque no puedo bajarme del barco si estamos en mitad del Pacífico.

¿Es duro? ¿Qué echa de menos?

-A veces es muy duro cuando pasan cosas en tu familia o a tus amigos y estás muy lejos de ellos. En esas circunstancias te encuentras muy sola. Cuando se convierte en tu estilo de vida, es también duro llevar dos vidas paralelas en mundos tan diferentes: la vida en la mar y la vida en la tierra. Se echa mucho de menos a los seres queridos en ambos lugares.

¿Cuál es la experiencia más emocionante que ha vivido a bordo?

-Aunque es difícil escoger, me quedo con el momento de la liberación de los cuatro detenidos de la cumbre sobre el cambio climático que tuvo lugar en Copenhague en 2009 por colarse en la recepción a los jefes de gobierno que la reina de Dinamarca ofrecía en su Palacio. Permanecieron en la cárcel durante 20 días y el Rainbow Warrior se quedó en la ciudad esas Navidades constituyéndose en la base de operaciones para conseguir su liberación. Entre los detenidos se encontraba Juan López de Uralde, entonces director ejecutivo de Greenpeace España, al que conocía desde hacía años. También es muy emocionante estar en Nueva Zelanda-Aotearoa a bordo del Rainbow Warrior.

¿Y la vivencia más dolorosa?

-La campaña contra los balleneros japoneses en las aguas de la Antártida a bordo del Arctic Sunrise, otro de los barcos de Greenpeace, en el verano austral de 2005-2006.

Las imágenes de matanzas de focas o ballenas en la tele ya impresionan. Presenciarlas en vivo tiene que ser muy impactante.

-Para mí la campaña de ballenas resultó la más dura vivida hasta el momento porque tienes lo más bello de la naturaleza teñido de rojo con la sangre de los seres más magníficos del planeta. Cada vez que sonaba el disparo del arpón era como si la granada alcanzara tu corazón y este parara de latir por unos segundos. En contrapartida, cuando conseguíamos que una ballena se zafara de la muerte haciendo de escudo con nuestros botes la felicidad era inmensa. Todas esas emociones estarán conmigo de por vida, incluyendo el ojo de la ballena enfocando hacia nosotros un instante antes de ser abatida por el arpón.

¿Vio peligrar su integridad física o incluso su vida en esta acción?

-Hubo una ocasión en que el arponero disparó cuando nuestro bote estaba entre su barco y la ballena. El arpón voló por encima de nuestras cabezas y el bote quedó enganchado con el cuerpo sin vida de la ballena, siendo ambos arrastrados durante muchos metros hacia el barco cazador. Si el ballenero hubiera errado el tiro, la granada que lleva el arpón nos habría hecho saltar por los aires y si la ballena solo hubiera resultado herida, nos habría descuartizado tratando de luchar por su propia vida. Luego tiraron del cabo de golpe y el compañero que conducía el bote fue arrastrado por él y quedó suspendido en el aire por unos minutos hasta que fue descolgándose hasta el agua, desde donde lo recogimos. El cabo nos podría haber arrastrado a los tres tripulantes del bote y entonces nos habríamos encontrado en una nueva situación de peligro en las heladas aguas antárticas hasta que alguno de los nuestros o los balleneros nos hubieran podido rescatar. Aparte, en unas cuantas de las acciones en las que he participado ha habido algún momento de cierto riesgo.

¿La han detenido alguna vez?

-En unas cuantas ocasiones y en diversos países, pero nunca he pasado más de una noche en una celda.

¿Qué acción llevada a cabo desde el Rainbow Warrior recuerda con mayor cariño y por qué?

-Me viene a la cabeza la acción contra el hotel del Algarrobico en 2007 en que pintamos Hotel ilegal en enormes letras sobre la fachada. Fue una acción muy emocionante que comenzamos partiendo en botes neumáticos desde el Rainbow Warrior y que estuvo plagada de pequeñas anécdotas. Los tripulantes del barco que participamos pintamos la letra G, por ser los guiris, aunque nosotros a bordo bromeábamos con que íbamos a pintar el punto G. Personalmente, yo le tenía muchas ganas a ese hotel por ser el paradigma de todas las ilegalidades y barbaridades que se han cometido en nuestra otrora maravillosa costa mediterránea.

¿Qué tres objetos del Rainbow Warrior rescataría por su valor simbólico si hubiera un naufragio?

-La campana del puente de mando del primer Rainbow Warrior -también en el puente del segundo y ahora en la sala de conferencias del tercero-, el delfín de madera Dave que estaba a la proa del segundo Rainbow Warrior y ahora está en la proa del nuevo, y la kata (bufanda tibetana) bendecida por el Dalai Lama para el tercer Rainbow Warrior.

¿Hay alguna otra experiencia vivida a bordo o recogida en el libro que considere digna de destacar?

-Creo que lo ocurrido en las islas del Pacífico, convertidas en tierras de ensayos nucleares estadounidenses -en las Islas Marshall- y franceses -en la Polinesia Francesa- durante las décadas de guerra fría es un episodio que jamás debemos de olvidar y constituye un terrible capítulo de la historia de la humanidad que aún no se ha cerrado. Lo más terrorífico de todo hasta el momento, por supuesto, es lo ocurrido a los habitantes de Rongelap, que tras recibir una lluvia radiactiva en su atolón pasaron a convertirse en cobayas de laboratorio para los científicos estadounidenses y que, aún en nuestros días, siguen pagando las consecuencias de la locura nuclear.