Bilbao - Por supuesto que la queja razonada es un derecho y, en no pocas ocasiones, hasta una válvula de escape. Sin embargo, hay quien la convierte en su único modo de relación con el mundo. Esos individuos que no se cansan de rezongar por una cosa y por la contraria resultan altamente tóxicos y, de propina, evidencian un nivel de insatisfacción muy preocupante.

J. V.: Quejarse no es, en sí mismo, algo censurable. Empecemos por ahí.

-I. Q.: Estoy de acuerdo. En la vida diaria hay muchas razones para quejarse y está bien expresar las quejas de forma correcta. También hay que ser insistente si es preciso. La expresión de una queja de forma documentada y correcta es la mejor herramienta para inducir mejoras en cualquier servicio y en cualquier relación.

J. V.: Pero, incluso teniendo razón, la queja debe tener una cierta medida.

-I. Q.: Claro. Debe ser bien expresada y sobre todo, con la voluntad de hacer algo bueno y no con la de generar un mal clima y desahogar la mala uva que algo nos pueda haber inducido. Es frecuente que personas que no consiguen algo concreto que desean se dediquen a hacer quejas solo para desahogar su propia amargura y sin interrupción. Una queja real y bien expresada solo necesita ser emitida una vez.

J. V.: En estos casos (cuando se tiene razón), saber expresar la queja es un tanto a favor.

-I. Q.: Ya te decía antes que sí, especialmente, porque quien la tiene que recibir no se va a sentir agredido, y hay más probabilidades de que repare en lo que le transmiten y en la necesidad de modificar algo y/o de mantenerlo con una buena explicación. Para conseguir algo es imprescindible crear un clima favorable al entendimiento sin que esto quiera decir que hay aguantar cualquier cosa.

J. V.: Es sorprendente la capacidad de algunos para quejarse de una cosa y la contraria.

-I. Q.: Sí. Hay incluso personas que se quejan de aquello que escogen, como si se les hubiese impuesto esa elección. Yo suelo decir que esta cualidad, que no virtud, suele asociarse con una gran disponibilidad de tiempo.

J. V.: Los que se quejan por todo y a todas horas, ¿es porque tienen un altísimo nivel de exigencia o porque padecen una brutal insatisfacción?

-I. Q.: Los que se quejan por todo y a todas horas, además de tener mucho tiempo como te decía en la pregunta anterior, es más frecuente que sufran de una gran insatisfacción y, muy probablemente, de muchas carencias afectivas. Las quejas continuadas suelen asociarse con ánimo depresivo y una tendencia a ver el lado negativo de todo.

J. V.: Sospecho que quienes tienen esta facilidad para encontrar lo que está mal no la tienen para lo contrario. Vamos, que un elogio suyo, ni por casualidad.

-I. Q.: Hombre, es difícil que nadie sea incapaz de hacer un elogio. Lo que sí suele ocurrir es que los elogios los guardan única y exclusivamente para aquellas personas que les secundan y que alimentan sus quejas, muchas veces de manera interesada. La verdad es que muchas veces se dejan convencer por quienes alivian esas carencias de las que he hablado en la pregunta anterior, aunque los estén utilizando.

J. V.: A estos de los que hablamos les suele costar un congo hacer una crítica constructiva.

-I. Q.: Mucho, y cuando la hacen, suele ser sesgada por aspectos puramente emocionales. Quien les secunda es bueno y lo que hace es bueno, y quien no, es malo. Para criticar algo hay que conocerlo bien y estas personas suelen ser de primeras impresiones.

J. V.: Los que se quejan sobre los demás y siempre a sus espaldas merecen un capítulo aparte.

-I. Q.: Pues sí, y no son pocos. Pero en este segmento hay muchas clases de personas, aquellas de las que venimos hablando, que se quejan también de eso, y otras que se quejan de forma más electiva y dirigida, con la insana intención de ofender o descalificar a quien no les ríe las gracias. Son personas cobardes y desleales.

J. V.: Ante un quejica profesional, quizá convenga dejarse de modales y decirle cuatro cosas a la cara.

-I. Q.: Pues sí, siempre y cuando consideres este patrón de conducta como una posibilidad más y no como la única. Te diré más: llega un momento en que es necesario obrar de esa manera. Lo digo porque quien se queja de todo de alguna manera miente, a sí mismo y a los demás, y lo que ocurre con quienes mienten regularmente es que se creen sus propias mentiras. Llegado ese punto, hay que bajarles a la cruda y sana realidad.

J. V.: Sin embargo, hay situaciones en las que habrá que morderse la lengua. En un trabajo cara al público, por ejemplo. ¿Cómo evitar una úlcera frente a estas personas que lo encuentran todo fatal?

-I. Q.: Lo primero, no tomarse las cosas demasiado en serio con ellas para no enfermar, pero, si es con buen humor mejor, aprovechar la trastienda para corregirles con todo el amor del mundo su poco productiva tendencia. Y si no es posible con el buen humor, un dedo índice puesto en la punta de la nariz de quien te escucha diciéndole al mismo tiempo que sufrir es una elección en la vida y no una obligación (en una frase, que se vayan a buscar hierba más verde en otros sitios) puede ser un triunfo definitivo. Y es que las personas que más se quejan de un sistema son las que no lo dejan ni con agua hirviendo.