IRUÑEA. Las dos caras ocultas de la luna, como diría el recordado donostiarra Paco Apaolaza, se dieron cita en el broche de la Feria del Toro de 2011. Por un lado, la oculta, en la que se enmarcó y mascó la tragedia de Juan Mora, corneado duramente en dos ocasiones por el malaje de Barrilero, 4º de Núñez del Cuvillo. La cara luminosa de la ilargi se pensará que fue la puesta en escena de El Juli, cortando otras dos orejas, que suman cinco en el serial, y otra salida a hombros por la Puerta Grande del Encierro, que suman dos. Mas, no. La luz de la torería, de la vergüenza profesional, de la clase y la dignidad también estuvo enfocada por el fino maestro de la ciudad cacereña de Plasencia. El Juli toreó, y bien, al toro que desorejó por partida doble, un tal Presidiario, que fue el único cuvillo de buena nota del sexteto y que había entrado a última hora como titular por la lesión de un hermano en la calle Mercaderes en el encierro matutino. Dato para pensar, aunque parezaca mera casualidad. El resto de la corrida fue dispar en presentación y con una primera parte con tres toros inválidos, sobre todo el 2º, Aguador, que hicieron sonar palmas de tango y auguraron bronca de las sonadas.

Pero llegó Juan Mora para hacernos disfrutar, en la cara amable de la luna lunera, de su pundonor, de su esencia, de su talento soñador, de su inteligencia y de su inspiración. Puso todas estas virtudes a la luz de sus sedosas muñecas, sabiendo que era un cara o cruz de un valor sinigual. Barrilero era un basto malaje que lucía una capa tan castaña como malas intenciones proyectadas desde sus ojinegra mirada. Juan Mora, que siempre luce hombría y valerosa dignidad, lanceó a pies juntos y descolgando su personalidad antes de soportar una cornada en el escroto. Remendado por pernera y cintura con un imposible vendaje, quiso seguir con un ensueño de torero y hombre cabal con el arte y desplegó su muleta para dejarnos para el recuerdo los pasajes más artísticos y emotivos de la Feria.