iruñea. Y de colofón, un octavo encierro para gustarse, para hincharse de toro, de manual. Los astados de la ganadería gaditana de Núñez del Cuvillo cerraron los Sanfermines 2011 con una exhibición de buen tino. En su décima visita a Pamplona volvieron a pasar la prueba del algodón, con una carrera sin tacha, rectilínea, sin pausas y con espacios de sobra delante de los pitones. Un caramelo para los que entienden de esto, que se lo comieron a bocados.
Abundaron los huecos y sobraron los sustos, una auténtica gozada. Los cuvillos sólo amagaron en Santo Domingo, donde lanzaron algún derrote no muy descarado contra las aceras, pero el resto del recorrido lo hicieron de paseo. Ni pisotones dieron los bureles de Vejer de la Frontera, que hicieron dos carreras diferenciadas, una muy compacta hasta Mercaderes, y otra más allá de la curva, mucho más fragmentada.
De forma serena y pausada, y tapados plenamente por los mansos, iniciaron los morlacos la ascensión hacia el ayuntamiento, volcados contra el flanco derecho, mirando sin embestir. Apenas unas caídas sin consecuencias sazonaron este tramo, donde casi al final de la cuesta un mozo fue golpeado con el pitón de uno de los bureles, que no fue perforado.
La manada desfiló por delante del Consistorio aún agrupada, hasta que Relatero derrapó en la entrada de Mercaderes y dio con los huesos en el suelo, separándose así unos metros de sus hermanos, bien mezclados con los cabestros, pero sin causar sobresaltos. No obstante, pudo recuperar el bicho de la ganadería gaditana la verticalidad y, en vez de quedar suelto y complicar la mañana, se incorporó instantáneamente a la torada.
se estira la manada La entrada a la Estafeta fue algo más accidentada, con algún manso y algún bravo resbalando, lo que hizo que se estirase la manada. Fugitivo y Aguador asumieron el mando con un ritmo delicioso, muy celebrado por la muchachada, que disfrutó de forma exagerada. Tras ellos, Relatero, Barrilero y Pajarraco se juntaron para correr hasta la plaza, con Andadoso, ligeramente descolgado, pero sin perder la referencia de los que le precedían.
El colorao que "lleva o vende agua" quedó en solitario al frente, metros antes de alcanzar el vallado de Telefónica, con su compañero Fugitivo ya engullido por el resto del lote, que siguió permitiendo bastantes filigranas. Sin demorarse ni un ápice, los astados continuaron por el callejón de entrada a la plaza, que cruzaron en línea recta los cabestros junto a dos toros, mientras los otros cuatro morlacos se abrían hacia la derecha durante unos instantes, aunque rápidamente se enchiqueraron. Lazo de seda para la despedida. Hasta el año que viene.