Donostia. El negocio se ha terminado para un joyero de Biarritz que se dedicaba a vender en su establecimiento rubíes bajo la explicación de que se trataban de Birmania (Myanmar), de los más cotizados del mercado de las piedras preciosas. Y es que un tribunal de Baiona dictó una sentencia este pasado martes contra este comerciante (cuyo local se encuentra frente al hotel du Palais), en la que le condenada a ocho meses de prisión y la obligación de devolver a sus clientes estafados 26.000 euros.
Expertos en gemología demostraron durante el juicio que las piezas vendidas no eran verdaderos rubíes birmanos sino que se trataba de una variedad de esta piedra preciosa, pero menos cotizado. Para engañar a los compradores, el joyero revestía las piezas con gran cantidad de resinas o vidrio, cuando no está permitido que estas coberturas superen el 50% de las joyas. "En ese caso se considera que se trata de un compuesto y no de un verdadero rubí", establece la normativa que regula este mercado.
El origen del descubrimiento de la trampa habría que encontrarlo, por un lado, en el exempleado que estaba tras el mostrador de la joyería, quien alertó a las autoridades sobre el fraude. Asimismo, un turista que compró uno de estos rubíes acudió con posterioridad a un joyero de confianza de su ciudad quien le mostró "que la factura y la calidad de la piedra estaban a años luz de los verdaderos rubíes", según expuso en el juicio.
Otra mujer adquirió un anillo por 10.000 euros, pero al poco tiempo regresó al establecimiento tras comprobar que una de las piedras estaba rota. El precio de venta al público rondaba los 1.500 euros el quilate, cuando un verdadero rubí de Birmania se negocia en torno a 3.000 euros el quilate.
Laboratorios El dueño del establecimiento argumentó que compraba los rubíes directamente en el país asiático a un precio de entre 300 y 350 euros y que carecían de certificado de autenticidad porque la realización de las pruebas en los laboratorios suponía un costo superior al del propio brillante. El propietario del negocio culpó a su empleado de los hechos, quien se encontraba tras el mostrador habitualmente, dado que el inculpado se dedicaba a viajar por Asia.
Además, el joyero acusó a su dependiente de querer sabotear su comercio para que le contratasen en un negocio de la competencia y de emitir facturas fraudulentas. Pero, en este último caso, era insoslayable la responsabilidad del dueño, dadas las menciones a él existentes en las facturas.
Además, el condenado no pudo demostrar que esté en posesión del título de gemólogo, como se anunciaba en su local, ya que, según explicó, lo perdió en una mudanza. El centro de formación que el acusado dijo haberle extendido el título tampoco pudo confirmar sus afirmaciones. La petición de seis meses de prisión condicional y 8.000 euros de multa fueron considerados por los jueces como insuficientes, por lo que le condenaron a ocho meses de cárcel y 26.000 euros de pagos a sus clientes estafados. El abogado de la defensa intentó que su cliente mantuviese la capacidad de ejercer como joyero, pero el tribunal no estimó esta petición y le condenó a la prohibición de estar al frente de un negocio de este tipo durante tres años.