BERMEO

un barco de pesca tiene que funcionar como una auténtica máquina en la que todos sus engranajes han de responder a la perfección al esfuerzo exigido. La mayoría del tiempo se consume en la localización de los cardúmenes de pescado y nada puede fallar en el momento en el que se acomete el lance de pesca. En la mar no hay repetición de la jugada y cualquier error se paga muy caro.

El patrón es el alma-mater de la embarcación. De sus decisiones y de su destreza en el desarrollo de la actividad pesquera dependen todas las familias de la tripulación. En la flota de bajura, habitualmente, el patrón suele ser armador del pesquero. Y es que en estos barcos, al contrario de lo que sucede en las flotas de altura, los propietarios forman parte de la tripulación.

El patrón vive un tanto aislado del resto de la tripulación, sin tiempo apenas para salir del puente, pendiente siempre de que el sonar y la sonda delaten la presencia de pescado. El patrón no realiza esfuerzo físico alguno pero se estruja el cerebro analizando e interpretando la información que recibe desde múltiples canales para finalmente adoptar la decisión que propiciará, o no, la obtención de capturas.

El maquinista es otra figura clave en cualquier barco de pesca. Es la figura responsable de que todo funcione correctamente en el pesquero, desde la maquinilla que tira de la red hasta la calefacción de la bodega de proa, pasando por el horno de la cocina. La del maquinista es una labor dura e ingrata en la flota de bajura. Y es que su trabajo en la máquina no le exime de realizar otra serie de labores en cubierta, en el marco de la actividad de pesca propiamente dicha. El maquinista ha de ser un hombre con recursos, capaz de responder rápidamente ante cualquier contratiempo en la mar. Cualquier cosa antes de que la embarcación se vea obligada a suspender la actividad pesquera y retornar a puerto, más aún cuando la pesquería se desarrolla en alta mar, a cientos de millas de puerto.

la importancia del cocinero En los barcos de pesca existe una figura sin galones que, sin embargo, desempeña un papel determinante para que la actividad pesquera se desarrolle en armonía. Se trata del cocinero. Es el hombre del que depende la felicidad y el buen humor de toda la tripulación, y ya se sabe que si la tropa está contenta se pueden esperar buenos resultados. "La vida en un barco es complicada. Tenemos que convivir en un reducido espacio y en un medio hostil. Tener un buen cocinero a bordo es fundamental para la convivencia", asegura un arrantzale bermeano.

Al igual que sucede con el maquinista, el cocinero también participa en las labores de pesca. "Lo fundamental es pescar. Cuando hay tiempo siempre tratas de hacer alguna cosa especial pero cuando la faena no lo permite no queda otro remedio que sobrevivir con lo que se pueda", afirma un cocinero. La labor del responsable de cocina se ha complicado en los últimos años con la incorporación a bordo de marineros nativos de África, que en la mayoría de los casos profesan religión musulmana. "Al arrantzale de aquí le gustan mucho los cocidos con todos sus sacramentos procedentes de cerdo. A los musulmanes les preparo lo mismo pero sin ninguna carne de cerdo. No hay ningún problema". Los musulmanes tampoco pueden consumir alcohol. En los barcos de pesca está desapareciendo una figura, la del txo o grumete. Se trata del tripulante más joven del barco cuyo principal cometido es ayudar al cocinero y realizar labores de limpieza. Colabora en las labores pesqueras pero es el único tripulante que puede dormir durante toda la noche. Es un puesto por donde han pasado la práctica totalidad de los tripulantes de la flota vasca de bajura en su proceso de aprendizaje. En la actualidad, sin embargo, los barcos carecen de txo. Los jóvenes no incluyen la mar en su abanico de posibilidades profesionales y la medida de edad de las tripulaciones aumenta año tras año.

Durante la campaña de la anchoa en los barcos existe un puesto tan importante como arriesgado. Se trata del hombre encargado de tripular el bote auxiliar provisto de potentes focos con el que se pretende concentrar las anchoas dispersas en las inmediaciones. Sólo, a bordo de un embarcación de apenas cuatro metros de eslora, provisto de tan sólo un par de remos, en medio de la oscuridad y a merced de las olas, el hombre del bote informa del proceso de concentración de anchoas a su alrededor hasta que el patrón decide largar la red. "La inmensidad del mar impresiona, mucho más aún en la oscuridad de la noche", asegura un arrantzale jubilado.

En la maniobra de largado de la red durante la campaña de la anchoa, el patrón ha de confiar ciegamente en la destreza de los hombres destacados en la proa y la popa de la embarcación. El responsable del aurrie tiene la responsabilidad de cerrar la red con el cardumen de pescado dentro. Por otra parte, el marinero que se encarga de estibar el corcho ofrece valiosa información al patrón para evitar que la red quede enganchada en la hélice de la embarcación. Otro de los puestos de responsabilidad en una embarcación es el de neverero o responsable del almacenamiento del pescado en la bodega. Durante la campaña del bonito los barcos permanecen en la mar entre 15 y 25 días y pueden llegar a almacenar decenas de toneladas de pescado en la bodega.