Bilbao
Todas eras chicas "normales", de entre 18 y 21 años, que habían salido de casa para encontrase con sus amigos y que nunca volvieron. Sus familias lloran su ausencia, en algunos casos desde hace casi 20 años. Marta del Castillo, la joven sevillana estrangulada y que desapareció de su hogar hace hoy un año, arranca del olvido los asesinatos nunca resueltos de otras jóvenes vascas: Laura Orue, Leticia Temiño y Olga Casas. Sus familias no pierden la esperanza pero lo cierto es que cada día que pasa se está más lejos de encontrar a los culpables.
En el caso de la joven Marta, de sólo 17 años, hay un autor confeso y otros cuatro jóvenes están imputados por su desaparición. Pero un año después no se ha hallado el cuerpo, después de que los presuntos implicados en su muerte hayan toreado a policías y jueces, contradiciendo sus propias declaraciones dentro de una estrategia para demorar la investigación. Con todo, las circunstancias de su muerte, pero sobre todo lo que pasó desde el momento que la familia Del Castillo detectó la desaparición de Marta, tienen muchas semejanzas con lo ocurrió con las tres jóvenes vizcainas. Desprotección de las familias en las primeras horas de la desaparición, instrucciones deficientes, testimonios contradictorios y tardíos, ausencia de pruebas, detenidos que se tienen que poner en libertad, autopsias rutinarias... "Los forenses dicen que los cuerpos hablan; ¿por qué entonces aquí no hablaron?", clama Lucía Chapinal, madre de Leticia Temiño.
"Marta del Castillo viene a ser lo que fueron Laura, Leticia y Olga. Estos casos tienen un punto en común: todo está envuelto por una instrucción nefasta y una actuación judicial y policial en la que se han priorizado los derechos de los presuntos culpables sobre la investigación", sostiene Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la asociación Clara Campoamor, que ha sido acusación particular en los casos de las jóvenes vizcainas y aún acompaña a la familia de Laura Orue.
Los allegados de Laura, de 21 años y vecina de Zeberio, detectaron su desaparición en la madrugada del 29 de agosto de 1999. Unos voluntarios que batían un monte próximo, en Ugao-Miraballes, hallaron una semana después su cuerpo, enterrado semidesnudo en una fosa. La autopsia reveló que murió asfixiada. Nunca se hallaron pruebas incriminatorias sólidas. Meses después se detuvo al hijo del dueño de la sidrería donde trabajaba. Años después también se arrestó a otros dos jóvenes. A todos se les exculpó.
Cuatro años antes, Leticia Temiño, de 18 años y vecina de Portugalete, salía de su casa la víspera de la festividad de Reyes de 1995. Sus padres no la volvieron a ver con vida. El grupo de amigas se despidió al filo de la medianoche. Dos días más tarde una patrulla de la Guardia Civil halló su cuerpo desnudo en una cuneta de una carretera a su paso por la localidad cántabra de El Pontarrón de Guriezo, cerca de Turtzioz. Murió estrangulada, había sufrido una paliza y la habían violado. Apenas se hallaron pistas. Hubo tres detenidos, que finalmente fueron puestos en libertad. Callejón sin salida.
Más atrás en el tiempo, la desgracia se cebó con otra joven de Portugalete, Olga Casas, de 19 años. La estrangularon, le cortaron la yugular y la golpearon sin piedad. Su cuerpo desnudo apareció el 4 de noviembre de 1990, un día después de su desaparición, cerca de su casa, en el interior del patio del colegio de las javerianas. La noche anterior había estado celebrando un cumpleaños en un bar de la localidad. De madrugada se marchó en compañía de unos jóvenes para volver a casa. Un testigo protegido acusó del crimen a tres hombres pero se les liberó. Al hacerse pública su identidad, el testigo marchó fuera de Euskadi.
¿crimen perfecto? La importancia de los testigos es vital. Un sospechoso declara estar cazando en Burgos el día del asesinato de Laura Orue, mientras vecinos del pueblo decían que le habían visto allí. "El juez se tragó la mentira y la dio por válida", relata Blanca Estrella Ruiz. Una joven declara el primer día con quién estaba Laura antes de su desaparición. "Cuando varios años después se la llama para declarar, sin haberla protegido, dice que no se acuerda bien. El testimonio firme y contundente cae al saco de la basura, y el juez no hace nada"
"No hay crimen perfecto sino una mala investigación", reflexiona Lucía Chapinal. Y es que los errores de la investigación, a juicio de la asociación Clara Campoamor, se suceden. "Que la Ertzaintza le diga a la familia de Laura que pueden llevarse a casa el coche de la chica y meses después lo quieran recuperar para pulirlo de pruebas, o que el lugar donde apareció se pisara del todo son errores que han estado detrás de los cuatro crímenes".
Otro de los puntos coincidentes es que, al tratarse de chicas muy jóvenes, su entorno es reacio a desvelar cómo fueron los minutos previos a la desaparición. "Si las amigas son menores de edad tienen que declarar delante de sus padres, lo que es un problema, ya que no hablan libremente. Delante de los padres no declaran o no dicen dónde han estado concretamente, con lo que no se pueden investigar los últimos bares donde han estado", explica Blanca Estrella Ruiz. La demora en el inicio de las investigaciones tras la denuncia de la familia también puede dar al traste con la resolución del caso. "Si en las 72 horas primeras no se pone en marcha la investigación, es muy complicado después. No se puede esperar 24 horas para empezar la búsqueda".
Las familias de Laura, Leticia y Olga siguen buscando la verdad, igual que el resto de familiares de víctimas de crímenes sin resolver. Pero el tiempo corre en su contra. "La última noticia que hemos tenido de la Ertzaintza es de hace dos años -afirma la madre de Lucía Temiño-, ahora somos nosotros los que tenemos que llamar".