Bermeo. "Estoy aquí porque quiero que venga mi aita". De todas las personas que alrededor de las once de la mañana hacían tiempo hasta la hora de la concentración llamaba la atención una cuadrilla de imberbes que aguardaba con ansia el momento de que el reloj marcase las doce. Entre ellos, se encontraba el hijo de uno de los arrantzales del atunero secuestrado Alakrana. Apenas superaba los 16 años, pero su mirada reflejaba el dolor y la impotencia de un adolescente que lleva demasiados días sin poder abrazar a su aita. "Lo único que pido y deseo es que esto se acabe ya y que todos regresen a casa sanos y salvos", explicaba con evidente gesto de preocupación. Una pancarta enorme colgada del balcón del Ayuntamiento de Bermeo acuñaba el lema gure arrantzaleak askatu. Una frase que todo el pueblo costero hizo suyo. Mientras, el fuerte soplido del viento ondeaba la ikurriña a lo más alto de la plaza.

Día gris. Llueve. Caras tristes. La tripulación del Alakrana lleva tres semanas en manos de los piratas somalíes. Todos quieren estar con la familia. A medida que avanzan los minutos, el gentío que se aproxima a la concentración va dejando a su paso calles vacías. Asfalto mojado. Por un momento, Bermeo se convierte en una ciudad fantasma, donde todos los comerciantes de la zona van cerrando las persianas de sus establecimientos para acudir a la plaza Sabino Arana y, de este modo, mostrar su apoyo a las familias.

Sin dudas Eguskiñe, una de las dependientas de una panadería cercana a la Casa Consistorial, miraba con inquietud el tiempo que faltaba para las doce. No pensaba perderse la concentración. "Por supuesto que cerraré la panadería. Es una manera de mostrar el apoyo a las familias y a los arrantzales". El dueño de una pequeña tienda de pintura, situada frente a la panadería, tampoco mostraba dudas: las persianas de su establecimiento permanecerían cerradas para acudir a la concentración. Siguiendo por la calle paralela al Ayuntamiento, a la altura de la calle de Talaranz, una mujer recogía con mimo las frutas y hortalizas expuestas fuera de su frutería. Tras cerrar la persiana del establecimiento, avanza con paso firme en dirección a la zona del encuentro.

La lluvia amaina. Se percibe que nadie quiere llegar tarde a una concentración que, como una y otra vez repetían los vecinos, "nos afecta a todos". Al volver de nuevo a la concentración, la imagen está compuesta por miles de personas que abarrotan la plaza. Bermeo entero está en la calle. Nadie se ha querido quedar en casa. Las sirenas empiezan a sonar. Son las doce. Un silencio sepulcral se adueña de cada rincón del municipio. La canción de Benito Lertxundi Itsasoari begira desata las lágrimas contenidas a duras penas hasta entonces.

Por un instante, un pueblo entero se funde en un abrazo y alza la voz al unísono para pedir el desenlace de una situación que dura ya demasiado. Por un instante, un pueblo entero traslada su solidaridad a unos familiares que están lejos de sus seres queridos. Por un instante, un pueblo está a bordo del Alakrana.