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Una imagen vale más que mil campañas

Juan Mari Aburto, el hombre del cuaderno rojo

Juan Mari Aburto, el hombre del cuaderno rojoOskar González

La mayoría de los partidos optaron ayer por pensar en la salud de quienes organizan los actos políticos. Las convocatorias lo dejaban claro con indicaciones como “bajo el puente de Euskalduna” o “en la explanada del Museo Marítimo”. La explanada la protege el mismo puente. Cero estrés. A cubierto. Imaginen un resoplido de calma. Pues eso.

Otra de las alternativas escogió la Plaza Nueva; aquí, si no se monta esa carpa que casi forma parte del mobiliario urbano, son las arquerías las que garantizan una bóveda clemente. A nadie le agrada la idea de tener que salir en rogativa, descalzos y dándose golpes de pecho, dos horas antes de la cita, para pedir a Santa Isobara del Anticiclón que, por misericordia, deje de llover.

Pero el hombre del cuaderno rojo compareció a cielo raso. Acompañado por los concejales Iñigo Zubizarreta y Pablo Olabarria además de Ane Miren Ibañez y Eider Inunciaga, el hombre del cuaderno rojo se fotografió, desgranó su speech y completó su acto de campaña.

La mayoría vió a Juan Mari Aburto, el alcalde. Pero no, se trataba del candidato. El alcalde suele vestir traje azul marino y corbata tirando a roja sobre una camisa de un azul más claro que la chaqueta. El candidato, el del cuaderno rojo, se presentó con unos chinos color toffe, un plumífero delgado en tono verde oscuro y camisa blanca de sport.

El alcalde toma decisiones, preside organismos, clausura conferencias, entrega premios, pronuncia discursos muy formales y está sujeto a un protocolo. El candidato es otra cosa. Bromea con naturalidad. Y eso permite retratarle como hizo ayer Oskar González. Cerca de la escultura El Casco Urbano, del artista valenciano Miquel Navarro.

El candidato suele señalar que apunta las peticiones y sugerencias de la bilbainía de a pie en un cuaderno rojo. Ayer también lo recalcó. Empezó con el cuaderno hace dos mandatos, allá por 2015. Cabe deducir que el que porta ahora sea el tercero.

Produce vértigo pensar cuánto ha cambiado el mundo desde que Aburto caligrafio aquella primera línea en su cuaderno rojo primigenio y hoy. Por aquel entonces, la clausura del centro de las ciudades a la mayoría de los vehículos con motor a combustión era una quimera; la Inteligencia Artificial, un tema raro de las películas de ciencia ficción; un ordenador cuántico, casi imposible. El cuaderno rojo que ahora lleva Aburto terminará guardando apuntes sobre esos tres temas. Seguro.

El hombre del cuaderno rojo eligió para su comparecencia de ayer el círculo de adoquines colorados del parque de Ametzola. Se trata de un lugar con su significado en Bilbao. Un barrio moderno que une dos zonas urbanas que se desarrollaron en la misma época: Indautxu por un lado y Rekalde, Peñascal y Uretamendi por el otro. Ametzola sutura urbanística y socialmente lo que la trinchera ferroviaria y la renta per cápita segregaban. Toda una declaración de intenciones.

‘El cuaderno rojo’ es una de las obras de no ficción de más éxito del gran escritor y dramaturgo neoyorkino Paul Auster. En ella desarrolla la existencia de casualidades y coincidencias y explora el impacto del azar en la vida.

El cuaderno rojo de Juan Mari Aburto desarrolla la tesis contraria. No existen las casualidades. Ni el impacto del azar resulta determinante. Simplemente hay que responder a lo anotado.