Instituto Cervantes el dictador Franco arrebató la propiedad al PNV

Tras la constitución del Gobierno Provisional del País Vasco el 7 de octubre de 1936 en Gernika, la mansión parisina se convirtió en la Delegación del Gobierno vasco en la capital francesa. Sirvió de despacho para el lehendakari Aguirre desde que el bando republicano perdió la Guerra Civil hasta mayo de 1940, mes en el que la Alemania nazi ocupó París.

En aquellos días, la Gestapo transfirió las instalaciones al gobierno de Franco y aquel lugar de paz cayó en manos del militar Antonio Barroso o el policía Urraca Pastor. “Unos indeseables”, como calificó el secretario de Aguirre -a la postre también de Leizaola-, José María Aspiazu, quien había sido gudari del batallón Otxandiano.

Tras la pérdida de Alemania en la guerra y la entrada del general Leclerc en París, comunistas y nacionalistas volvieron a ocupar la Delegación y el lehendakari Aguirre volvió a tener allí su despacho. Sin embargo, la alegría duró poco. La embajada de Franco presionó al gobierno francés para que le “devolviera el palacete” -instaban-aunque “bajo ocupación alemana y por una sentencia de un jurado colaboracionista del Sena, había pasado de manos vascas a propiedad de la España franquista”, argumento el lehendakari sin fruto.

Con Francois Miterrand como ministro del Interior del gobierno de Mendes France, el lehendakari tuvo que salir de su despacho a pesar de que las autoridades francesas quisieron permutar la finca y ofrecerle otra en el distrito XVI de París. El famoso artista vasco Luciano Quintana Nik entrevistó a Aspiazu en la revista Euzkadi. En aquel encuentro, el secretario definiría el solar de la Avenida Marceau como “majestuoso, digno de la categoría de una embajada” y lamentaba que el gobierno fascista español adujera que aquel edificio había sido financiado con supuesto “dinero robado al tesoro de España”. Un tribunal francés sentenció la entrega del edificio al gobierno franquista, sin tener en cuenta a la parte oponente que estaba “bajo el reino de terror de la Gestapo”.

Desde el PNV se valoró que a Francia le incomodaba que los vascos nacionalistas hablaran de “una Euzkadi con Iparralde incluida y entre eso, la democracia y la dictadura, eligieron a Franco. Terrible”.

Aspiazu desveló que el gobierno francés, sin saber muy bien cómo quedar con las manos limpias, le propuso al lehendakari el abandono del 11 de la Avenida Marceau a cambio de otro local de condiciones equivalentes a la del primero. “Aguirre consideró que esto era en cierto modo pactar con Franco y se negó a la componenda. Se desalojaría y luego se vería lo qué hacer”. La respuesta del lehendakarino tardó en llegar. Aguirre envió un telegrama a los vascos exiliados en Venezuela. Les detalló la situación y propuso la compra de una pequeña villa en la rue Singer. Se necesitaba una elevada suma.

“Así actúan los vascos”

El cable presidencial fue enviado un sábado a las dos de la tarde. El lunes la respuesta ya había llegado, la diáspora venezolana ponía en disposición del Gobierno vasco el capital. Con él en sus manos, Aguirre se dirigió “al Ministerio de Asuntos Exteriores francés y mostrándoselo dijo: Así actúan los vascos”.

La víspera del desalojo del palacete de Marceau, Aspiazu reconstruía los hechos vividos. “Los vascos de París, alertados, acudimos a la Delegación y pasamos toda la noche retirando la documentación, enseres, incluso quitamos los teléfonos”. Y no estuvieron solos, contaron con la presencia del Ernest Pezet, senador y secretario de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, institución que a ojos de la ley ocupaba el local. Pezet afirmó dirigiéndose al comisario: “Declaro solemnemente que la Liga Internacional de Amigos de los Vascos es expulsada contra todo derecho real y que la Liga y yo mismo no cedemos sino a la fuerza pública. Protesto para que figure en el acta de expulsión. Y ahora señor comisario cumpla su penoso deber, cójame por la solapa y sáqueme a la calle, nosotros no nos rendimos sino a la fuerza”.