L PNV contó con una casa del partido llamada Villa Endara y ubicada en el término municipal labortano de Angelu, Anglet en francés. Aconteció según algunas fuentes entre 1938 y 1940 y, según otras, entre 1937 y 1941.

A pesar de ser un lugar de refugio y ejemplo de solidaridad, Villa Endara ha sido un punto de encuentro clandestino poco estudiado. Como sede del PNV en tierra vasca, funcionaría en ella el Euzkadi Buru Batzar cuya Secretaría ocupaba Luis de Arregui, uno de los últimos supervivientes de la dirección del PNV durante aquella guerra denominada civil. Entre otras actividades, Arregui guardaba constante enlace con los burukides presos en Burgos, caso de Ajuriaguerra, Artetxea, Solaun o Rezola, entre otros. Además de ocuparse de la labor propia de la secretaría, se hacía cargo de las reuniones de los contactos con el Gobierno vasco.

En la planta baja de Villa Endara funcionaba Euzko Anaitasuna, organismo que bajo la intervención del patriota Ceferino de Jemein administraba la ayuda a las personas refugiadas afiliadas al PNV e instaladas en centros de refugio como el de Capbreton (Las Landas) o Itsasu (Lapurdi). Además, intermediaban para lograr "modestísimos subsidios" con el objeto de ayudar a sobrevivir a aquellos compatriotas que lo hacían en familia o lo que se denominaba "en república", es decir, reunión de varias personas jeltzales en un piso o villa para poner en común todos los recursos.

Según el testimonio de un abertzale histórico como lo fue Koldo Lizundia y que custodia el PNV, era el "veterano y siempre joven burukide, Luis de Arredondo, quien tenía a su cargo las secciones denominada colocación obrera y emigración". Este hombre trabajaba en constante y estrecha relación con los organismos del Gobierno de Euzkadi que se ocupaban de esta labor. Tenía como ayudante a Pedro de Ormaetxea, de STV, quien hacía de enlace con los sindicatos franceses. "Ambas comisiones fueron más de una vez el akuilu que movió eficazmente actuaciones conducentes a facilitar trabajo a los unos en los arsenales franceses, y pasaje para América para los otros", agregaba Lizundia.

En Villa Endara se editaba un boletín informativo cuya ambición fue desde su primer número la de servir de nexo a la diáspora vasca esparcida por el mundo. El edificio contaba con jardines que fueron mudos testigos de prolongados paseos y meditaciones de burukides. Al frente de estos se encontraba Doroteo de Ziaurritz, "aquel magnífico ejemplar humano" -valora Lizundia-, presidente del EBB de 1936 hasta su muerte en Donibane Lohitzune. "Ziaurritz fue un hombre de vastísima cultura, de un gran corazón, y de un muy elevado patriotismo", enfatizaba. Entre todos ellos también descollaba "la señorial figura de Carlos Solano".

Y durante aquellos "años difíciles" en el enclave de Angelu, para el PNV, a juicio del exsenador Iñaki Anasagasti, Villa Endara era un ejemplo. Y lo es incluso ocho décadas después. "Villa Endara demuestra que tras perder una guerra y estos refugiados tener que exiliarse, lo más llamativo fue que estaban organizados y el Euzkadi Buru Batzar trataba de asistir a muchísima gente refugiada con una estructura. Así, Endara era la referencia de una estructura que les socorría", concluye Anasagasti.

Koldo Lizundia ahondaba en que también se trató de auxiliar a aquellos compatriotas apresados por los primero golpistas de julio de 1936 y convertidos en franquistas. "Se trabajaba en contacto con los restantes burukides prisioneros en las mazmorras españolas", valoraba, y matizaba que de aquellos llegaba de forma regular el correo "lleno de ánimo" para proseguir la lucha antifascista. "Eran los hombres encarcelados, hambrientos, los que prodigaban a los exiliados, con su ejemplo, ánimos suficientes para continuar el desigual combate", apostillaba Lizundia, colaborador de la revista Gudari.

"Sacrificio y riesgo"

En esta publicación, Lizundia se dirigía a la juventud para mandarle un mensaje directo. "Los jóvenes que hoy leéis estas líneas no podéis haceros una idea del sacrificio, del riesgo, que esta correspondencia entre nuestros burukides representaba para los patriotas que de ella se ocupaban, hombres y mujeres, estas de manera eficacísima", subrayaba. Y recordaba al lectorado que "nuestro país estaba ocupado militarmente". Pormenorizaban además que hacía falta un salvoconducto para moverse de un municipio a otro, y otro u otros salvoconductos "especiales" para acercarse a los pueblos de la muga. "Había que moverse en zonas que no nos eran particularmente propicias (como la ciudad de Burgos, donde todo vasco, en principio, era un sospechoso), había que entrar en las cárceles y presidios, y salir de ellos con paquetes, con cartas y documentos que olían a pólvora, y eso lo hacía con sencillez, sin alharacas, un numeroso grupo de patriotas de ambos sexos".

A estas personas las denominó "gudaris del silencio", ejemplares patriotas que, a su juicio, "dieron a todos magnífico testimonio de lo que es el verdadero patriotismo vasco". Pero aquel empeño estructurado ejemplar tuvo final con la llegada de las tropas nazis a Lapurdi. "La presencia de los alemanes obligó la dispersión, y entonces aquellos burukides, en lugar de ser refoulés, prefirieron acompañar a sus compatriotas al campo de concentración de Gurs, y allí permanecieron hasta que fueron liberados". Lizundia concluía su testimonio sin bajar la guardia, directo. "He ahí, una respuesta a quienes se permiten, con supina ignorancia, preguntar qué ha hecho el PNV. Y vosotros, ¿qué habéis hecho? ¿Quién puede presentar una hoja de servicios en aras de Euzkadi, como la de los hombres del PNV? Espero respuesta".

Los jeltzales auxiliaban para lograr "modestísimos subsidios" con el objeto de ayudar a sobrevivir a los compatriotas