YA ha comenzado a cobrar fuerza la hipótesis de unas nuevas elecciones si, como no sería de extrañar, la investidura de Pedro Sánchez fracasa a finales de este mes. La simple mención de esta posibilidad puede producir hartazgo, enfado o resignación en el votante y constata la incapacidad de la clase dirigente. Sin embargo, parece que a estas alturas en la política española todo puede pasar, y una nueva llamada a las urnas no sería más que otro capítulo en el marco de inestabilidad que ha caracterizado a las instituciones estatales en los últimos años, con sucesivas convocatorias electorales, líneas rojas, conflictividad en el discurso y una política de bloques inamovibles.

España sufre una situación de precariedad institucional desde que en 2015 comenzó la agonía del bipartidismo que había regido el país durante décadas. La inestabilidad, que se ha evidenciado en las extremas dificultades de los gabinetes de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez por subsistir, no ha resentido sin embargo una economía en crecimiento, y los órganos del Estado siguen funcionando incluso con gobiernos en funciones. De cualquier manera, el bloqueo es innegable y quedan en el tintero una sucesión de reformas que dependerán de que la legislatura logre ponerse en marcha y los vetos entre partidos se levanten.

La decadencia del bipartidisimo, principal sostén del régimen del 78, es señalada como el principal factor del que se deriva la volatilidad actual en la política. El catedrático de sociología de la UPV/EHU, Ander Gurrutxaga, habla de un panorama “extraordinariamente precario” en los últimos tiempos: “Se produjo en primer lugar un proceso de fragmentación política que lo único que ha hecho es agudizarse, sobre todo con la llegada de Vox”. A su juicio, el sistema español no ha tenido tiempo suficiente para asimilar esta división del pastel que complica sobremanera las negociaciones políticas y el funcionamiento de las instituciones. “No se ha conseguido generar una cultura política montada sobre el diálogo, y sobre la diferencia y la participación en gobiernos comunes, de coalición”, relata.

De esta forma, la política estatal no logra deshacerse de los tics de una época en la que quien ganaba una elección no solía tener inconvenientes para gobernar en solitario, escenario imposible a día de hoy por la nueva distribución de fuerzas. Así lo percibe también el exdiputado socialista Eduardo Madina, que vivió desde dentro la irrupción de los nuevos partidos políticos y la crisis del sistema. “Ha ocurrido que un sistema acostumbrado a funcionar de una manera simplificada, con dos grandes partidos que sumaban más del 80% del Congreso, ya no funciona por las nuevas aritméticas”, explica a este diario.

Madina, fuera ya de la primera línea política y reconvertido en consultor de comunicación, lamenta que hay líderes en la actualidad que “creen que el bloqueo y el no a todo suman” electoralmente y desprecian así el pacto político que “suele ser útil para sociedades complejas y plurales”. Cree asimismo que los vetos se deben al “miedo” existente en las ejecutivas de los partidos: “El miedo es un factor clave que explica mucho de lo que está pasando. Las formulaciones del no a todo, del veto a todo el mundo y la incapacidad de renunciar a una parte de ti mismo para, pactando con el otro, aceptar una parte de este, son la expresión de un miedo”. En la misma línea apunta Gurrutxaga, que habla de una “élite” de políticos que “cree que puede conducir un país basándose exclusivamente en los intereses” partidistas. “No son capaces de trascender ni de clarificar los términos del papel que tienen que tener para poder construir la estrategia que en estos momento el Estado español necesita”, critica.

Ante un sistema político estatal que ha demostrado no ser capaz de garantizar estabilidad a sus instituciones en el último lustro, la CAV -con un sistema multipartidista en funcionamiento desde hace 40 años- se reivindica como un espejo en el que mirarse para abordar acuerdos entre diferentes. Así lo ven tanto Eduardo Madina como Ander Gurrutxaga, que destacan la cultura del “pluralismo” que se ha dado tanto en el Parlamento Vasco como en el Ejecutivo autonómico.

“Mientras que los representantes de la sociedad vasca han sabido interpretar bien durante muchos años que Euskadi es una sociedad plural y que por tanto había que pactar para tener gobiernos estables, los líderes políticos en España no han sabido leer esa nueva dimensión que la pluralidad ha alcanzado”, apunta el exdirigente del PSOE, que considera el País Vasco como un ejemplo de “buenas prácticas políticas” y cita los gobiernos en coalición del PNV y el PSE. Por su parte, el catedrático de la UPV/EHU recuerda que cuando en la CAV se han dado diferencias entre partidos, “han sido más tranquilas y se han sabido tratar”, por lo que se ha alcanzado “una gran estabilidad política en los últimos años”.

A pesar de que la crisis política española no se ha trasladado al plano económico -el Estado sigue creciendo por encima de la media europea-, sí ha provocado que toda una batería de reformas necesarias a medio y largo plazo haya quedado en stand by. “Es verdad que en parte las instituciones pueden seguir funcionando solas, pero también que a medio y largo plazo, si no se adoptan decisiones estratégicas, la propia economía y la sociedad se pueden ver menoscabadas”, diagnostica Gurrutxaga, que cita entre las medidas urgentes a adoptar las relacionadas con el cambio climático, la relación con Europa o la territorialidad. “Se necesitan decisiones político-estratégicas que solamente pueden venir de gobiernos sólidos y de parlamentos que realmente legislen”, resume.

Eduardo Madina hace hincapié en que, pese a que el PIB siga creciendo y haya llegado a niveles de 2008, el peso de los salarios está en sus niveles más bajos. Cree que este fenómeno es consecuencia de la “incapacidad” de pacto político para abordar cuestiones como la reformulación del mercado laboral o la protección de los trabajadores. “El crecimiento continúa por ahora pero las políticas redistributivas de cohesión social y de optimización de la economía no están funcionando y España no está haciendo las reformas que necesita”, critica. Asimismo, ve indispensable llevar a cabo otro tipo de cambios que necesitan de amplios acuerdos entre partidos, como la reforma constitucional o territorial, para avanzar “en desafíos como el que el Estado tiene en Catalunya, que genera inestabilidad”.

Y es que el conflicto catalán ha sido de los grandes focos del incendio político de los últimos años y un auténtico dolor de cabeza para el Estado español, más si cabe tras los hechos de otoño de 2017. “Ha habido una incapacidad manifiesta de abordar un problema que es verdad que es difícil y tiene muchas aristas, pero ni siquiera se ha intentado”, reprocha Ander Gurrutxaga a la clase dirigente. El catedrático opina asimismo que Catalunya ha sido utilizado políticamente “de una manera un tanto artera y excesiva” y el problema irá agravándose por los encarcelamientos y la futura sentencia. Madina, por su parte, augura que la crisis catalana “va para largo”, pero confía en que la legislatura, si logra arrancar, pueda traer “buenas noticias”.

segundas elecciones Pero en caso de que la legislatura no eche a andar y haya repetición de los comicios, tanto Gurrutxaga como Madina no dudan en tacharlo de “irresponsabilidad” de los partidos, y recuerdan que los ciudadanos están “agotados” de convocatorias electorales. “No puede ser que permanentemente los ciudadanos tengan que pronunciarse, da la sensación de que en este país la política se ha convertido en sí misma en un problema”, advierte el catedrático. El exdirigente socialista comparte diagnóstico y cree que el PSOE es el principal responsable de “encontrar mayorías”. Alerta asimismo del peligro que pueden entrañar unas nuevas elecciones: “Las repeticiones las carga el diablo”. Pase lo que pase, nadie asegura que el próximo ciclo vaya a traer la estabilidad deseada.